«El voto de los latinos (66% mexicanos) confirmó sin lugar a dudas que el camino a la Casa Blanca pasa por sus barrios», según palabras de Clarissa Martinez de Castro del National Council of La Raza, al finalizar con éxito una campaña de grandes dimensiones para registrar nuevos votantes. Así lo vio Clarissa después de conocerse el peso de los votantes latinos en las elecciones recientes, en las que la diferencia en el porcentaje de latinos que votaron en favor de Obama (71%) y los que lo hicieron en favor de Romney (27%) fue mayor que en las elecciones de 2008, en las que los latinos votaron en favor de Obama con una diferencia de 36 puntos porcentuales respecto de los que votaron por su oponente (Senator McCain). El peso del voto latino en las elecciones más recientes fue particularmente determinante en estados cruciales para ganar la Casa Blanca, como Colorado, Nevada, Nuevo México y Florida. -Al escribir estas líneas aún no se conocía el resultado del conteo final de votos en Arizona-, aunque la ventaja en los votos contados hasta ahora le da una clara victoria Romney en ese estado, lo que en el mejor de los casos para éste no alteraría la victoria de Obama. El hecho es que, hasta el miércoles 14 de noviembre, faltaban 600,000 votos por contar en Arizona, con implicaciones importantes para las elecciones locales.
Eliseo Medina, líder sindical, de renombre nacional en el país vecino, dijo algo que requiere explicación: «El gigante latino ya dejó de estar dormido y no se despertó de buenas». A lo que se refieren las últimas palabras es al estado de «expectativa malhumorada» de muchos latinos que le dieron el triunfo con su voto a Obama, no obstante que en los últimos cuatro años la administración del presidente Obama rompió los récords anteriores del tiempo de Bush en el número anual de deportaciones (más de 400,000) de indocumentados. La opción de votar por Romney era muy mala para los latinos, pues no solo había dicho éste que la Ley de Arizona (la SB1070) es un ejemplo legislativo y que, si ganaba, él la tomaría como modelo para su política migratoria. A esa opinión sobre la ley más antiinmigrante en Estados Unidos al momento de su aprobación, Romney agregó que, de ganar, adoptaría una política migratoria de «autodeportación». Con lo que quería decir que crearía condiciones tan insoportables para los indocumentados, que ellos preferirían «autodeportarse» antes que vivir bajo esas condiciones en Estados Unidos. Ante ese futuro anunciado por Romney, la gran mayoría de los latinos decidieron no «castigar» con su voto a Obama, no obstante que los tenía «de malas» por su comportamiento expresado en los números de deportaciones de mexicanos en vísperas de las elecciones recientes. De Obama esperan ahora que produzca, en el corto plazo, una reforma migratoria que los favorezca, como mínimo pago por haberlo llevado a la Casa Blanca. Lo bueno es que, apenas Obama estaba dando las gracias a quienes apoyaron su triunfo, reiteró su promesa a los latinos de promover la tan esperada «reforma migratoria». Como fueron citadas sus palabras por nuestro diario dijo: «Mi expectativa es que tengamos una iniciativa (migratoria) y que empecemos el proceso en el Congreso muy pronto, después de asumir mi segundo periodo». Explicó entonces que su iniciativa incluiría «un pasaje» para que los 11 millones de indocumentados puedan obtener su residencia legal. Como se sabe, la mitad de esos 11 millones está constituida por ciudadanos mexicanos. La otra mitad, por inmigrantes provenientes del resto del mundo. El optimismo de Obama parecía apoyarse en las declaraciones de uno de sus principales oponentes del Partido Republicano, John A. Boehner, quien ocupa el cargo más importante de su partido en la Cámara de Representantes, quien dijo la semana pasada que, «él estaba listo para hablar de inmigración en 2013». Para mí que esas palabras solo anuncian que el debate parlamentario sobre cualquiera que sea la iniciativa de inmigración del presidente Obama dará lugar a una oposición de los «republicanos», más intensa e ideologizada que la que se dio de parte de los legisladores del Partido Republicano, antes de perder frente a la propuesta de salud del presidente Obama. Su poder político es ahora mayor que antes de las elecciones, luego, volverá a ganar.