[:es]Transiciones: Nunca se fue[:]

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Opinión de Víctor Alejandro Espinoza Investigador del Departamento de Estudios de Administración Pública de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 11 de febrero de 2016

[:es]Víctor Alejandro Espinoza

Invitado para comentar la conferencia “El sistema político mexicano y el regreso del PRI”, impartida este miércoles 10 de febrero por la profesora de la Universidad de Turín, Dra. Tiziana Bertaccini en El Colegio de la Frontera Norte, me permití exponer lo que escribo de manera suscinta. En primer lugar, el título sin duda hace alusión a la Presidencia de la República pues el PRI, aunque la perdió en 2000, nunca se fue. En segundo lugar, y muy de la mano de lo anterior, podemos afirmar que el diagnóstico acerca de su estado de salud fue erróneo: de la gravedad salió bien librado. En tercer lugar, su muerte prematura nos condujo al estudio de otros partidos, señaladamente el Partido Acción Nacional. En cuarto lugar, el constructor del sistema político es el PRI y la única posibilidad de que se transforme internamente sería mediante una transición a un sistema semipresidencialista o parlamentario. Por último, la transición ha sido de un sistema de partido hegemónico a otro de pluripartidismo extremo.

El PRI perdió la Presidencia en 2000 pero su estructura territorial permaneció en pie. La red de gobiernos locales, gubernaturas y congresos (incluyendo las cámaras federales) las mantuvo. Nunca estuvo ausente. Claro que se pensaba que al romperse el cordón umbilical con la Presidencia se desmoronaría: las previsiones fallaron. Ni estaba muerto, ni andaba de parranda. La teoría clásica establecía que por arriba del partido estaba la Presidencia a la que todos los grupos se disciplinaban y que decidía todo.

Desde 1994 se acotó el poder presidencial pero el poder perdido a nivel central se trasladó a los gobernadores y a los alcaldes. La pirámide presidencialista también condicionó la dinámica de los otros partidos políticos. Los gobernadores pasaron de virreyes a señores feudales. Paradójicamente eso posibilitó que el PRI se rehiciera, reagrupara y se aprestara para recuperar el poder desde una gubernatura: la del Estado de México. Apenas pasaron dos sexenios y el PRI regresaba a la Presidencia.

Desde luego que eso fue posible porque el PAN en el poder nunca abanderó un proyecto distinto de sistema político o de forma de gobierno. Las instituciones permanecieron inalteradas: el viejo presidencialismo autoritario nunca fue transformado; no hubo transición a la democracia a la manera clásica, instaurándola a través de un proceso dual: desmontando el autoritarismo y estableciendo nuevas reglas de convivencia democrática, básicamente concluyendo con una nueva Constitución. Antes y después de los gobiernos panistas el vetusto sistema autoritario se mantuvo de pie.

Los politólogos nos volcamos a estudiar el fenómeno emergente: los gobiernos panistas; no tenía sentido seguir analizando el presente y futuro de un cadáver. Proliferaron los estudios sobre el partido y los gobiernos azules. Fue una verdadera moda que pasó factura: el paciente gozaba de cabal salud y solo se encontraba en reposo; se dudaba de su retorno, sobre todo tan rápido: no solo fueron los errores presidenciales, se dejaron de hacer las cosas. La democratización y cambió de régimen nunca fue prioridad. En 2012 el PRI no solo ganaba la Presidencia, sino alcanzaba 52 senadurías, 207 diputaciones federales, 19 gubernaturas 1538 alcaldías y 494 diputados locales: era la primera fuerza política del país.

Al parecer la única vía para que el PRI se transforme es a través de la transición a un régimen semipresidencialista. Si el presidencialismo como forma de gobierno está agotado, una verdadera transición parece el camino hacia un nuevo régimen. Una real reforma del Estado como requisito para la transformación, no solo del PRI, sino del resto de partidos. No es una fórmula mágica, pero parece lejana pues ningún partido o candidato la abandera. No olvidemos, las tendencias internacionales apuntan a una democratización vía semipresidencialismo o parlamentarismo: me niego a creer, como algunos analistas lo hacen, que el destino mexicano sea el presidencialismo.

Hemos avanzado, hoy ya no tenemos un sistema de partido hegemónico; se trata de un “multipartidismo moderado” (entre 5 y 6 partidos) como le llaman unos, mientras que otros lo califican de “pluripartidismo extremo” (más de 5 o 6 partidos); cuestión de enfoques. Pero el problema no radica en el sistema de partidos sino en el sistema político. Sea como fuere, el PRI sigue gobernando de manera mayoritaria.

Investigador de El Colegio de la Frontera Norte.

Correo electrónico: victorae@colef.mx. Twitter: @victorespinoza_[:]

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