No se trata solo de trabajo, se trata de dignidad

Regresar a Columnas de opinión

miércoles 11 de junio de 2025

En México, buscar empleo a cualquier edad puede llegar a ser un caos, una experiencia frustrante. Hasta hace algunos años se consideraba que estudiar y tener una sólida preparación académica era sinónimo de éxito profesional. Sin embargo, la realidad muestra otra cara: la del trabajo precario, mal pagado, sin derechos ni futuro. Ante esto, muchos jóvenes han dejado de creer en el trabajo formal, no porque no deseen estabilidad laboral, social y económica, sino porque no la encuentran.

La Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (2025) refiere que en México la Población Económicamente Activa (PEA) está integrada por 60.7 millones de personas, lo que representa el 58.7 por ciento de la población total. La participación de los hombres es del 74.4 por ciento, mientras que la de las mujeres es del 45.0 por ciento, cifra que podría indicar mayores barreras para ellas. Aunque la tasa de subocupación disminuyó ligeramente a 6.3 por ciento en 2024, la informalidad laboral sigue siendo alarmante: el 54.6 por ciento de las personas ocupadas (más de 32.8 millones) trabajan en la informalidad, en el caso de las mujeres la cifra asciende a 55.4 por ciento.

La informalidad se ha convertido en la norma. Según datos del Inegi, más de la mitad de las personas ocupadas en México trabaja sin contrato, seguro social ni prestaciones. A esto se suman esquemas disfrazados de emprendimiento, donde se romantiza la idea de “ser tu propio jefe”, cuando en realidad lo que enfrentan es autoexplotación: sin horarios definidos, sin seguridad ni respaldo legal. Esa forma de trabajo implica más que la ausencia de un contrato: es precariedad laboral, ingresos insuficientes, falta de acceso a servicios de salud, seguridad social y prestaciones, limitando el desarrollo personal y profesional, negando el goce pleno de los derechos laborales y perpetuando la desigualdad.

Con frecuencia, en medios de comunicación tradicionales y digitales se refuerza la narrativa del “falso emprendimiento”, vendiendo la ilusión de que basta con actitud positiva para lograr el éxito. Esta visión omite que, ante la escasez de oportunidades y la baja calidad de empleo formal, muchas personas recurren al emprendimiento como única vía de supervivencia. 

Por otra parte, desde una narrativa simplista, una generación adulta critica a los jóvenes por “no querer trabajar” o por “querer todo fácil”, ignorando las condiciones reales del mercado laboral. No solo quienes tienen menor nivel educativo enfrentan esta realidad; también quienes egresan de las universidades ven cómo la estabilidad laboral se ha convertido en un privilegio. ¿Cómo construir una vida estable, aspirar a una vivienda o formar una familia, cuando el trabajo formal parece inalcanzable?

Esta generación no es perezosa, ni frágil. Es una generación consciente de su precariedad, y enfrenta estructuras que le imponen incertidumbre e inestabilidad. No basta con pedirles “que se esfuercen más”; debemos cuestionar estas violencias estructurales, que llaman “libertad” a la falta de derechos y que considera “emprendedor” a quien sobrevive a través de la informalidad.

No podemos seguir disfrazando la precariedad laboral con discursos positivos de oportunidad. Ofrecer a las nuevas generaciones un futuro laboral estable, depende de realizar un cambio estructural, que garantice además de empleos dignos, una educación de calidad y el respeto irrestricto a los derechos laborales. De no hacerlo, estaremos condenando a una generación entera a vivir sin futuro, atrapada entre la frustración y la autoexplotación. No se trata solo de trabajo, se trata de dignidad, y esa debe ser una prioridad nacional. 

Rosa Isabel Medina Parra
El Colegio de la Frontera Norte, Investigadora por México de SECIHTI comisionada a la Unidad Ciudad Juárez.


Las opiniones expresadas son responsabilidad de quien las emite y no reflejan necesariamente una postura institucional de El Colegio de la Frontera Norte.


Loading