La semana pasada trascendió que el hijo mayor de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), José Ramón López Beltrán, y su compañera, Carolyn Adams, habían sido padres de un niño al que llamaron Salomón Andrés Manuel. De inmediato los adversarios y críticos de AMLO inundaron las redes sociales externando su rechazo a que el primer nieto de López Obrador hubiera nacido en Houston, Texas. Lo mínimo que dijeron es que se trataba de un acto prácticamente de traición a la patria.
Sorprende el nivel de la reacción (oposición) en nuestro país. Ni siquiera son capaces de entender por qué una pareja tiene todo el derecho de que su hijo nazca donde ellos decidan. Criticaban a AMLO como si él fuera el responsable de la decisión de su hijo mayor y su nuera. Nada tenía que hacer al respecto el presidente. Se trata de un derecho que asiste exclusivamente a la pareja. Pero nuestra derecha histérica ni siquiera eso respeta.
Sin embargo, cuando además la decisión de que Salomón naciera en Houston tiene que ver conque la madre, Carolyn Adams, reside en Houston, sus padres se encuentran ahí y además tiene un seguro médico que le permitió tener el seguimiento del embarazo y el parto; ante eso no hay argumentos en contrario que valgan. Sería absurdo que por darle satisfacción a los críticos, la pareja hubiera decidido tener a su hijo en México. El hecho ¿es un acto que atenta contra el patriotismo? ¿Es algo así como traición a la patria? Así lo han querido ver nuestros nacionalistas trasnochados.
Las migraciones han puesto en entredicho conceptos clásicos como los de ciudadanía o nacionalidad. México, tradicionalmente ha sido un país expulsor; lo que explica que la diáspora de paisanos sea la mayor del mundo occidental. La mayoría de nuestros connacionales se encuentran en Estados Unidos; se calcula que en el país del norte viven unos 33 millones de personas de origen mexicano. Pero resulta sumamente interesante que el 65% de ellos nacieron en Estados Unidos, es decir casi 22 millones; mientras que los que nacieron en México suman un poco más de 11.6 millones. A los nacidos en Estados Unidos tenemos que agregar unos 2 millones de nacidos en México que ya obtuvieron su ciudadanía y que poseen ambas nacionalidades.
Uno de los grandes logros en la lucha por la reivindicación de derechos sociales y políticos de nuestras comunidades en el exterior, fue sin duda la reforma que dio lugar a la “no pérdida de la nacionalidad”, promulgada el 23 de enero de 1998. Me atrevo a afirmar que se trata del mayor logro que han obtenido nuestros connacionales de fuera. Eso se tradujo en la posibilidad de que se pudiera poseer más de una nacionalidad. Anteriormente, existía mucho rechazo a adquirir otra nacionalidad por temor a perder la mexicana; además que se perdían los derechos políticos y económicos (como tener propiedades en México o a heredarlas). A partir de 1998 cambiaron las perspectivas para los millones de mexicanos nacidos en México y para los que nacieron en el extranjero, pues con ello podían poseer la nacionalidad mexicana (por nacimiento).
Ese cambio redimensiona en todo sentido el presente y el futuro de los mexicanos. Tener dos o más nacionalidades es un plus en un mundo integrado y dinámico. Creo que eso es lo que no se entiende en la decisión de José Ramón y Carolyn de que su hijo Salomón Andrés Manuel naciera en Houston, Texas. Le están dando la oportunidad de vivir o participar en varios países pues ahora es mexicano por nacimiento, estadounidense y brasileño, pues su madre nació en Brasil. En estos momentos es una de las mejores herencias que podríamos dejar a nuestros hijos: la posibilidad de estudiar, trabajar y desarrollarse en más de un país. Yo por lo pronto creo que he hecho lo correcto: mis hijos tienen la doble nacionalidad y por vivir en la frontera aprovechan lo mejor de ambos lados; binacionales por todos los costados. El nacionalismo patriotero y trasnochado resulta ser un anacronismo.
Dr. Víctor Alejandro Espinoza
El Colegio de la Frontera Norte