Movilidad y refugiados

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Opinión de Blanca Vázquez Investigadora de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 25 de junio de 2020

Hoy 20 de junio es día mundial de los refugiados. Nunca como ahora este grupo de población se hace visible en la frontera norte por los miles de personas viviendo en albergues y campamentos temporales en tanto esperan los resultados de su solicitud. Los refugiados lo son por su condición de solicitantes de ayuda a un país distinto al de origen, pero también son migrantes que dejaron -por distintos motivos- su país y quizá a su familia, para buscar un mejor futuro.

Las circunstancias de los migrantes asentados en la frontera norte son particulares porque han tenido que esperar en México cuando su solicitud de refugio es para el gobierno de Estados Unidos. Así fue la disposición del gobierno de Trump y el acuerdo con el gobierno mexicano. El programa Remain in Mexico (Permanece en México) mantiene a miles de migrantes extranjeros a lo largo de la frontera; y si la espera ya era larga la emergencia sanitaria por COVID-19 ha alargado más su estancia.

Hoy día hay cientos de personas en ciudades fronterizas del noreste como Matamoros, Reynosa, Nuevo Laredo, Piedras Negras o Monterrey sobreviviendo en campamentos improvisados, albergues reconvertidos o casas para migrantes, esperando no contagiarse durante la emergencia sanitaria. Situación complicada si nos atenemos a la carencia de recursos y capacidad limitada de quienes hacen un esfuerzo gigante por mantener su ayuda a este grupo de población. Los varios casos positivos a COVID-19 en Casa del migrantes Nazareth, en Nuevo Laredo, y Casa Indi en Monterrey evidencian el riesgo elevado de la población móvil, porque la movilidad en sí misma es factor de riesgo frente a la enfermedad.

La emergencia de los migrantes haitianos en Tijuana, durante 2016; de los cubanos en Nuevo Laredo y Matamoros en 2017; las caravanas de migrantes que llegaron a la frontera norte durante los años 2018 y 2019 nos familiarizaron con la figura de solicitantes de asilo, de refugio. Si bien por mucho tiempo ha existido este recurso para quienes escapan de la violencia o la pobreza, los últimos años la crisis humanitaria de migrantes asentados en la frontera nos ha mostrado un rosto diferente de la migración que no conocíamos del todo en esta región. Históricamente es en la frontera sur de México donde se registra la mayor cantidad de solicitantes de refugio y el otorgamiento de visas humanitarias a migrantes en espera de respuesta.

A nivel internacional se habla de que la pandemia dejará como secuela millones de personas que abandonarán sus lugares de origen para migrar en busca de oportunidades que les permita superar la pobreza y la violencia exacerbada en algunas regiones del mundo. Frente a ese posible escenario cabe preguntar cuál será el papel de México y nuestras comunidades ante esa nueva realdad. Las personas provenientes de Haití, Cuba, Venezuela, El Salvador, Honduras, Guatemala, etc. vinieron a México con interés de llegar hasta Estados Unidos, pero la política migratoria de la administración Trump se ha convertido en un muro muy alto de traspasar. Algunos de estos migrantes estacionados en la frontera norte optan por incorporarse a las comunidades que los recibieron, regresar a sus lugares de origen no es una opción para ellos, ¿qué alternativa tienen?

La historia nos recuerda que, a lo largo del siglo XX, a nivel internacional se reconoció a México por su política de puertas abiertas para recibir a extranjeros refugiados; y aunque en los primeros meses de la administración federal actual algunos percibimos variantes en la política migratoria nacional, posteriormente pareció dar marcha atrás. 

La crisis humanitaria que viven los migrantes en varias latitudes del mundo avizora un futuro complejo. El Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados habla de ochenta millones de refugiados en el mundo y en este escenario nuevamente surge la pregunta sobre cuál será el rol de nuestro país (vecino de uno con gran atracción migratoria y receptor de miles de solicitantes de asilo y refugio) en la protección de este grupo de población. Si los campamentos improvisados en Matamoros, Reynosa, Nuevo Laredo o Piedras Negras son muestra para el futuro, la evidencia nos dice que algo está fallando y se requiere hacer más.

Dra. Blanca Vázquez

El Colegio de la Frontera Norte