Migrar es soñar con una vida mejor

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Opinión de Gabriela Zamora Investigadora de El Colegio de la Frontera Norte

lunes 5 de marzo de 2018

 

César, un adolescente de 17 años originario de Guatemala me platicaba sobre su deseo de llegar a Estados Unidos, sus papás pagaron 7 mil dólares a un “guía” que lo llevaría a Los Ángeles. Contrario a ser un viaje placentero pasó hambre, frío y muchas incomodidades. Le fue muy difícil viajar con otras 25 personas en un espacio muy pequeño dentro de un tráiler, iban “todos apretados, no se paraba y tampoco podíamos bajar, nos dieron manzanas para comer y que no nos diera sed ni ganas de ir al baño, porque no se paraba”.

Su historia es un ejemplo de las realidades que viven los migrantes, para quienes, evaluando costos y beneficios, emigrar representa la mejor de las opciones para un futuro menos adverso, sin desearlo, es también poner la vida en riesgo y ser víctima del tráfico humano.

La Oficina de las Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito, destaca que el tráfico de personas es la segunda fuente de ingresos más lucrativa después de las drogas. Para muestra de lo fructífero del negocio, basta una breve recapitulación de notas publicadas por este periódico entre enero y febrero del presente año.

De acuerdo con este medio, en los primeros dos meses de 2018 autoridades mexicanas y estadounidenses han rescatado a 853 personas que viajaban en tráilers. El ejército y personal del Instituto Nacional de Migración detectaron a 700 migrantes viajando en camiones de carga en Tamaulipas y Veracruz. Agentes de la Patrulla Fronteriza rescataron a 153 migrantes en San Diego y Laredo.

Los migrantes, procedentes de Guatemala, El Salvador, Honduras y México son hombres, mujeres, niñas y niños que deseaban llegar a Estados Unidos con la ilusión de mejorar sus condiciones de vida. En su trayecto, viajaron en condiciones de hacinamiento, sin agua y alimento.

El tráfico de personas es una industria reconocida por los gobiernos de México y Estados Unidos, pero también, es una realidad obscurecida por las insuficientes acciones para prevenirla e impedirla y por la falta de sanciones para los traficantes.

La industria incluye redes locales, regionales y trasnacionales especializadas en la coordinación, reclutamiento, transporte, resguardo y abastecimiento de servicios. A expensas de los migrantes se arriesga su integridad, no se asegura el cruce y se les abandona en la menor de las dificultades.

Lo anterior nos lleva a pensar en la crisis humanitaria no como el número de migrantes detenidos o enviados a centros de detención, más bien, en la mercantilización de las personas.

En este sentido, la crisis humanitaria son las causas que motivan las migraciones forzadas, las formas en cómo se realizan las migraciones, las problemáticas que afrontan las personas en el trayecto, la percepción de los migrantes como mercancías y la incapacidad de acción de los Estados.

La crisis humanitaria representa el ver a los migrantes como mercancía para la compra, venta e intercambio, el percibirles como mano de obra barata, idónea para la trata, el tráfico, la extorsión, el reclutamiento o la venta de órganos.

Es la normalización de las detenciones arbitrarias, de los abusos y extorsiones que sufren los migrantes. Es la naturalidad de la corrupción, de la no procuración de justicia, del alto nivel de impunidad y la permisividad ante las violaciones a los derechos.

La crisis humanitaria es una tragedia social, porque la consecuencia humana de las migraciones ha dejado de ser lo principal y en la búsqueda de un futuro menos adverso al migrante le arrebatan todo. Migrar por la esperanza de una vida mejor, no debiera implicar arriesgar la vida, ni representar un negocio lucrativo que trasciende fronteras nacionales.

Dra. Gabriela Zamora

Investigadora asociada a El Colegio de la Frontera Norte