El domingo 1 de julio, los mexicanos nos volcamos a votar con la ilusión de mejorar a nuestro país. Aunque las tendencias parecían vislumbrar al ganador con antelación, los mexicanos conocedores de las inmensas estrategias para cometer fraude, en donde lo menos es la compra de votos por una despensa, aún teníamos incertidumbre de que tan limpia sería la elección. Distintas situaciones enrarecían el ambiente, la más importante la violencia acentuada contra varios de los candidatos a elección popular, una práctica que se ha vivido desde los años noventa y que ahora se ha acentuado, y una campaña constante de miedo para inhibir la votación. Algunas acciones del máximo tribunal electoral, como la decisión de no publicar en los principales diarios los lugares de ubicación de las casillas, incrementaban la incertidumbre.
A pesar de todo ello, los mexicanos salimos a votar, y lo hicimos de manera masiva, incluso exigiendo nuestro derecho al voto en casillas especiales para los electores en tránsito. Esto llevo a una fiesta democrática. A las seis de la tarde se cerraron la mayor parte de casillas, a las 8 en punto se cerraron las últimas casillas de Baja California por su diferencia de horario. Los primeros resultados anunciaban una victoria de Andrés Manuel López Obrador, faltaban los resultados formales que ratificaran el resultado. Antes de estos resultados, en acto por demás inusual, los dos candidatos más importantes, José Antonio Meade y Ricardo Anaya, anunciaron el no favorecimiento del voto y reconocían el triunfo de López Obrador; más tarde, a las 11 de la noche, el Presidente del Instituto Nacional Electoral anunciaba los resultados preliminares, con casi 45% el triunfo de López Obrador. El cómputo final sería el 53 % de sufragios para este candidato. Un gran triunfo para la democracia mexicana.
Deseo resaltar de estas elecciones lo siguiente: primero, el que los electores mexicanos hayan salido a votar, de todas las edades, clases sociales, etc., significa la confianza en que los países se puedan cambiar con los votos y no las armas; segundo, el que se hayan respetado la voluntad de los electores, influenciará en la recuperación de la confianza en el voto y la exigencia de la rendición de cuentas de los gobernantes; tercero, el convencimiento del mayor porcentaje del electorado de votar no solo por un dirigente sino por su partido, el votar por Presidencia e integrantes de la Cámaras de Diputados y Senadores de manera uniforme demuestra un avance importante, porque permite pensar en tareas más colectivas que solo el liderazgo de López Obrador. El discurso del mismo dirigente refiriéndose que detrás de su proyecto de gobierno hay todo un grupo de trabajo abona a esta corresponsabilidad de otros ciudadanos; cuarto, el nombramiento del virtual gabinete, basado en capacidades y talentos, más que en compadrazgos y amiguismos, abre la puerta a un gobierno por conocedores y no improvisados y oportunistas, que garantizan un gobierno eficaz, confiable y responsable.
Si bien hay ventajas, también habría que mencionar que el nuevo Presidente enfrenta muchos problemas, el principal: un país lastimado por la violencia y la impunidad, con más de 50 millones de pobres que han sido marginados y discriminados por un sistema que privilegia lo económico, los números macroeconómicos sobre el derecho a vivir dignamente. Mexicanos a los que se les ha despojado de un salario justo, del acceso a la alimentación adecuada, a la educación, a la salud. También encuentra unas arcas gubernamentales robadas hasta la saciedad e impunemente por los mismos gobernantes que se han apropiado de las riquezas económicas y naturales del país para su beneficio, el de sus familiares y el de amigos. Atacar ese cáncer denominado corrupción sin duda es uno de los retos más profundos del nuevo presidente y su equipo.
Quiero cerrar esta reflexión, diciendo: estamos felices de este gran logro, pero debemos estar conscientes que esto apenas comienza, la tarea de regresar a México a un camino más justo y equitativo, no es solo de un hombre, de un partido sino de todo un país, de cada uno de los mexicanos para que desde nuestro espacio cotidiano, público, desterremos la violencia, la corrupción, la impunidad, y así colaborar al cambio que iniciamos en las urnas. Las estructuras y circunstancias para favorecer estos cambios serán creadas por los nuevos gobernantes, el trabajo diario, de “talacha” como decimos los mexicanos, eso nos corresponde a cada uno de nosotros. Hago votos porque como ciudadanos tengamos el tamaño para estar al nivel de este cambio histórico que ya iniciamos como pueblo.
Dra. Cirila Quintero Ramírez
El Colegio de la Frontera Norte