El patrimonio cultural y la memoria colectiva tienen como elemento común la recuperación selectiva de elementos del pasado que son relevantes para un grupo en el presente. Cuando se habla de patrimonio cultural se suele hacer referencia también a la memoria colectiva y a la identidad, pues se considera que el patrimonio es uno de los elementos que forman estos dos procesos. Sin embargo, sólo recientemente se ha puesto énfasis en analizar la complejidad de la relación memoria-patrimonio cultural.
La memoria individual es intangible y sólo es posible observarla a través de acciones o prácticas concretas de rememoración. Dado que una colectividad recuerda a través de conmemoraciones, rituales, paisajes, edificios, obras literarias o estudios históricos, la “memoria” requiere de medios que permitan la transmisión de conocimiento acerca del pasado. Así, el medio de transmisión, ya sea material o social, es el punto de intersección entre la dimensión material, social y cognitiva de la memoria. Sin esta interacción constante entre lo individual y lo social los “rituales conmemorativos, los materiales de archivo y los medios que representan el pasado serían inútiles y (serían) materiales muertos”.
Los estudios sobre memoria colectiva señalan la importancia de las estructuras narrativas en los procesos de rememoración. A través de la narración los seres humanos estructuramos el tiempo, se da sentido a la experiencia, puede ser un medio para hacer frente al cambio y la contingencia, se crea y representa la identidad y se transmiten conocimientos. La historia es una forma de referirse al pasado y la historiografía es un medio de transmisión de la memoria cultural, a través de la que se interpretan y se sitúan en el tiempo otras formas materiales como la arquitectura, los rituales o la fotografía. Así, en el patrimonio cultural convergen dos o más medios de transmisión de la memoria cultural que en su interacción podrían establecer el vínculo entre la “historia recordada” y la “historia recobrada” en una narrativa incluyente en que se exprese el respeto por la diversidad de perspectivas desde las que se puede interpretar un sitio o un objeto patrimonio. La historia es parte de la realidad social y, como tal, es la encargada de establecer “nexos significativos entre el pasado, el presente y el futuro”. La narración histórica es, entonces, el elemento que une los datos o vestigios con los valores y la experiencia con la evaluación y la interpretación, lo que hace posible comprender el presente y orientar el futuro.
Si la memoria cultural es una selección de elementos y conocimientos del pasado articulados en una narración que responde a los intereses del grupo y a las circunstancias del presente y el patrimonio es uno de los medios de transmisión del recuerdo, así como uno de los ámbitos en que se lleva a cabo esta selección, es en esta intersección en la que se distinguen las implicaciones que tiene la forma que se elige para recordar o sobre el uso que se dará a lo que se recuerda. Así, la historia que se narra a través del patrimonio señalará los valores y expectativas que deseamos proyectar hacia el futuro, pues es a partir del recuerdo social que la interpretación del pasado se convierte en experiencias que guían las acciones futuras.