Ahora que está latente un aumento de las tarifas de transporte urbano en la Zona Metropolitana de Monterrey y que ya algunas rutas camioneras no respetan los acuerdos sobre los traslados, creo que es importante seguir tratando el tema de la movilidad urbana de la población. Me explico, durante los últimos años los diferentes funcionarios de los distintos niveles en la Zona Metropolitana de Monterrey, se han preocupado por los altos costos derivados de una mancha urbana que ha crecido en forma extensa y con muy baja densidad poblacional. Estos costos los pagamos todos y especialmente los que viven en las periferias de esta área. Se construyen más kilómetros de pavimento; se alarga el tendido de la tubería de drenaje; se disparan los costos de mantenimiento de la infraestructura urbana, se necesita más presupuesto municipal, entre otros costos públicos directos. Los costos indirectos, pero también altos, están relacionados con la devastación de zonas arboladas en cerros; afectaciones al medio ambiente natural; aumento del tráfico vehicular, entre otros daños ecológicos que afectan a la salud actual y futura de la población. También están los costos privados vinculados con la vida cotidiana de los que residen en la periferia: aumento desproporcionado en gastos para el traslado de la casa al trabajo o el estudio; disminución en los tiempos de cuidado en el hogar y en las horas de convivencia personal; entre otros que ya han sido ampliamente analizados por autoridades y expertos.
Las políticas urbanas de remedio a esta situación han buscado responder a este imperativo elemental: disminuir considerablemente la distancia promedio diaria que recorre el habitante de esta gran zona urbana para satisfacer sus necesidades personales y sociales. Por los tiempos liberados, esto permitiría un aumento de la convivencia comunitaria o de barrio, un mejoramiento de la seguridad y de la cohesión social. También ayudaría a la proliferación del comercio y de servicios de proximidad que son importantes para las familias en el mejoramiento de su calidad de vida. Con ello, la Zona Metropolitana se compondría de múltiples subcentros ecológicos, sustentables. Actualmente sí existen subcentros, pero son tales sus dimensiones que todavía no han disminuido el uso del automóvil y demás vehículos de combustión interna. Pero además, una de las grandes ausencias en estos polígonos, es la de lugares de trabajo cercanos a las viviendas. Prácticamente, la totalidad de los trabajadores necesita trasladarse en vehículos motorizados a su trabajo, y seguramente lo hacen por las grandes distancias que tienen que recorrer. Solamente el 9% de los trabajadores caminan o utilizan la bicicleta para ir a su lugar de trabajo. No obstante, estos trabajadores lo tienen que hacer así porque solamente califican para trabajos de bajos salarios y no les queda otra opción que buscar cerca de sus viviendas porque de otra manera no podrían con los gastos del transporte para llegar y regresar de un trabajo más lejano. Son los jóvenes de baja escolaridad quienes se mueven al trabajo a pie o en bicicleta en mayor proporción que los adultos. Tal vez el gobierno debería hacer alianzas con los empresarios para fortalecer subcentros que no sean solamente proveedores de servicios y comercio, sino también de educación universitaria y para el trabajo, además de espacios generadores de empleo calificado. En resumen, las autoridades casi siempre se han enfocado a mejorar el transporte urbano con el fin de movilizar cada vez más a un mayor número de habitantes. Creo que ahora es necesario pensar, también, en qué decisiones tomar para que los vehículos de combustión interna dejen de tener la importancia que tienen actualmente en el traslado de la población.
Dr. Mario Alberto Jurado Montelongo
El Colegio de la Frontera Norte