Opinión de Rigoberto García Ochoa Investigador de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 5 de marzo de 2020

El pasado 24 de febrero falleció, a la edad de 100 años, en Montreal, Canadá, el físico y filósofo argentino, Mario Bunge. Su muerte es una gran pérdida para la comunidad científica y filosófica internacional. Creo que todos los que hemos estudiado un posgrado en México o, en cualquier país de América Latina, leímos alguna edición del libro La ciencia, su método y su filosofía, referencia obligada en los cursos de metodología de investigación, ontología y epistemología, hecho que evidencia el peso y valor de sus ideas.

Autodefinido como realista, cientificista, materialista y sistemista, Mario Bunge fue un firme defensor de la rigurosidad científica y combatió con todas sus fuerzas, sin medias tintas y, hay que decirlo, muchas veces de manera despectiva e irónica, lo que él denominó pseudociencias sustentadas en una visión sociologista-constructivista-relativista. Su vida longeva le permitió ser testigo de buena parte de la evolución filosófica y científica que se dio en el siglo XX y fue un crítico implacable de las corrientes dominantes en ambos campos.

Por ejemplo, enfrentó a los dos filósofos principales del siglo XX. A Heidegger lo tildó de nazi y enemigo de la tecnología y, a sus seguidores posmodernos de la vertiente continental, de desarrollar una filosofía anticientífica y meramente especulativa. Por el otro lado, criticó fuertemente a Wittgenstein por su obsesión lingüística y por su poco interés en la ciencia, así como al Círculo de Viena y su filosofía analítica por abordar problemas triviales. En el campo de la epistemología o, filosofía de la ciencia, cuestionó la visión sociologista de Kuhn y, no se diga el anarquismo epistemológico de Feyerabend al sostener que la ciencia es una obra social que no busca verdades objetivas ya que estas son construidas socialmente. En cuanto a Popper, si bien lo reconoció como un filósofo serio, criticó agudamente su teoría probabilística de la verdad (en el sentido que este último concepto es previo al primero, con lo cual la verdad no puede depender de la probabilidad).

Adentrarse en la obra de Mario Bunge genera también la necesidad de cuestionarlo. Creo que debemos reflexionar críticamente su visión radical sobre lo que él llamaba pseudociencias e intentar un puente de comunicación entre realismo, constructivismo y relativismo. Por ejemplo, no sabemos si el psicoanálisis o la teoría de cuerdas, consideradas por Mario Bunge como pseudociencias, puedan o no convertirse en ciencias probadas en el futuro. De hecho, muchas teorías que permanecen firmes hoy en día fueron consideradas pseudociencias en su momento, como el heliocentrismo o la teoría (particular y general) de la relatividad de Einstein. Mario Bunge seguramente refutaría que la diferencia es que las hipótesis que conformaban estas teorías fueron probadas mediante el método científico. Yo respondería, con sustento en Lakatos, que debemos esperar el tiempo necesario para comprobar si estas teorías rompen el cinturón protector del núcleo duro de las teorías dominantes.

Mario Bunge fue un pensador radical cuya obra nos remite a pensar seriamente el papel de la ciencia en el siglo XXI. Vivimos un vendaval de innovación tecnológica y de big data que tiende a convertir (en un futuro quizás cercano) la teoría en un mero referente cosmético y de importancia periférica. Ante esto, su pensamiento nos ofrece alternativas estimulantes para generar conocimiento ontológico, epistemológico, teórico y metodológico que fortalezca la política y el sistema científico de nuestro país, abordando temas realmente importantes en el sentido que atiendan los problemas económicos, sociales y ambientales de nuestra sociedad.

Al momento de su muerte, estaba justo por salir ya completa su obra magna Tratado de Filosofía compuesta por ocho volúmenes. Solo he leído el volumen IV titulado Ontología II, el cual me parece la propuesta más acabada para construir una ontología de los sistemas en el siglo XXI. Digo lo anterior ya que vislumbro el fortalecimiento de una nueva epistemología con tintes realistas (no radical) que, aunque nuestro pensador seguramente la desaprobaría, creo que paradójicamente marcará el nuevo rumbo de la ciencia con base en los tres postulados fundamentales de su ontología sistémica: interconexión, diferenciación cubierta por un marco unificador y, cambio.

Descanse en paz, Mario Bunge

Dr. Rigoberto García Ochoa

El Colegio de la Frontera Norte