Estamos de moda en el plano internacional con nuestro premiado secretario de Hacienda y el Presidente en la portada de Times. No tardaron en llegar los cantos de las sirenas anunciando un futuro promisorio para el país.
Inicio y termino el día escuchando cómo un colega le dice a otro que necesita informarse sobre las bondades de la reforma energética, entre ellas que tendremos luz eléctrica y gas más baratos y que se generarán más empleos. Siguiendo la recomendación he tratado de informarme y aún no encuentro datos que aseguren que lo promovido es verdad. Sigo encontrando más bondades en lo abstracto, por ejemplo, que la producción de fertilizantes y, por lo tanto, de alimentos será más barata.
Al menos en el rubro de la generación de empleos sí hay compromisos concretos: medio millón en este sexenio y 2.5 millones adicionales en 2025. Veamos hasta dónde se cumple esta promesa o si en su lugar tendremos, como en los últimos años, la justificación de que nos fue mal porque la economía global tuvo descalabros.
Las sirenas son bellas, seductoras y en nuestros tiempos han refinado la transmisión de sus mensajes. Sucede que en Nuevo León y otros estados, los candidatos y candidatas a puestos de elección popular han recurrido a la falacia de firmar ante otario público sus promesas de campaña. El descrédito es tal que la clase política necesita nuevas estrategias. No hay diferencia: no ha pasado nada con aquellos que habiendo firmado brincaron como langostas por otra tajada antes de concluir su gestión. Pero eso sí, con este nuevo embuste cae uno que otro deseoso de creer.
El problema no son las reformas siempre que éstas garanticen mejorar la calidad de vida. El problema es el tipo de reformas. ¿Quién garantiza que la mal llamada reforma educativa mejorará la educación de nuestros niños? Se trata más bien de una reforma laboral del sector educativo. ¿Quién garantiza que la reforma laboral disminuirá la precarización de los trabajadores? Puedo estar más informado, pero no por eso mejor informado. Los sueños maraqueros caducan muy pronto.
Los gobernantes tienen como aliada la amnesia social. La población relaciona poco que el mal servicio telefónico tiene que ver con una mala privatización de Telmex; que los abusos bancarios tienen que ver con una mala privatización bancaria. El pecado no es privatizar, sino cómo se administran los recursos y los servicios. Y la mala administración puede ser tanto desde el gobierno como de las empresas privadas.
Necesitamos referentes concretos y comprobables cada que el mensaje oficial de la reforma energética nos promete servicios y productos más baratos: ¿Cuánto y cuándo serán más baratos? No sea que al final del sexenio nos quedemos sólo con la apestosa cola de pez de la bella sirena.