Los rostros de la maldad en junio

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Opinión de Oscar Misael Hernández-Hernández Investigador de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 30 de junio de 2022

“El mal no es algo novedoso. Ha estado entre nosotros desde tiempos inmemoriales”, escribieron el sociólogo Zygmunt Bauman y el filósofo Leonidas Donskis en el libro Maldad líquida. Para ambos, lo que sí es nuevo es que la maldad se ha vuelto más penetrante, aunque menos visible, en el tejido de la convivencia humana, deviniendo en lo que podría compararse con un campo minado porque no se sabe dónde o cuándo habrá una explosión que nos despojará de sueños, proyectos o vidas. Sin embargo, junio ha sido un mes durante el cual la maldad sí se ha hecho visible y ha penetrado en el tejido humano.  

El campo minado ha explotado en diferentes latitudes de México (incluso en Estados Unidos) a lo largo del mes: el día seis, en una telesecundaria de Querétaro un niño otomí fue quemado por sus compañeros de clase; el día veinte, en el atrio de una iglesia en Cerocahui, Chihuahua, fueron asesinados dos sacerdotes jesuitas y un guía de turistas; el día 24, en un restaurante de la Ciudad de México un abogado asesinó a su pareja, una cantante; el día 27, en el Southwest Side de San Antonio, Texas, dejaron abandonado un tráiler con más de cincuenta migrantes muertos; y el día 29, al salir de su casa en Ciudad Victoria, Tamaulipas, fue asesinado un periodista a quien conocí hace varios años.

La maldad no sólo despojó de sueños y proyectos personales y familiares a unos u otros, sino también de vidas. Sin duda los casos reseñados no sólo hacen visibles expresiones de violencia –esta es el medio para causar terror o arrebatar las vidas-, sino más bien de rostros de la maldad. Como afirmé en otro texto, la definición nominal de maldad es la cualidad de malo y lo malo se define como lo contrario a lo bueno, lo que se aparta de lo lícito, de lo honesto, lo que daña u ofende, lo que desemboca en calamidad. Sí, quizás la clave es entender la maldad como calamidad. No en balde, la raíz etimológica de esta última, el calamitas, alude al azote, al golpe, al daño y, en sentido figurado, como sinónimo de desastre o de desgracia que trasciende lo material.

Los rostros de la maldad en junio han penetrado el tejido humano y además, parafraseando al antropólogo Claudio Lomnitz, han rasgado el tejido social al profanar valores morales arraigados como la libertad, la integridad personal, el derecho a existir, la dignidad de los indefensos. La penetración de la maldad en el tejido humano es evidente: un niño indígena quemado, dos sacerdotes y un guía de turistas acribillados, migrantes muertos por encierro y abandono, una cantante y un periodista asesinados. Su penetración en el tejido social también lo es: la reproducción de la discriminación, la narcoviolencia, los feminicidios, una expresión de migranticidio y la censura de la libertad de expresión, o mejor dicho, la muerte de la misma segando la vida de comunicadores.

La maldad, entonces, no sólo se transluce en el tejido humano ni espiritual porque es más que un tema teológico; también lo hace en el tejido social. Después de todo, como afirmó el sociólogo Salvador Giner, el mal no existe en abstracto, ni siquiera platónicamente, porque es socialmente producido y por lo tanto tiene una explicación racional y objetiva. De otra manera, ¿cómo entender que unos niños quemen a otro simplemente porque habla diferente?, ¿cómo imaginar que alguien pueda disparar a sacerdotes y después pedir perdón?, ¿cómo procesar la muerte de decenas de personas que fueron encerradas en un tráiler y que murieron por asfixia o golpes de calor?, ¿o cómo concebir que un hombre adulto, profesional, asesine a sangre fría a su esposa en un lugar público? El recurso de la violencia como argumento sin duda es superado.

La única esperanza es que, como dice la filósofa María Pía-Lara, emerjan juicios reflexionantes sobre la maldad, es decir, la capacidad de analizar y comprende el espectro del mal según la posición moral de cada individuo. La desesperanza es que, como afirma Salvador Giner, la maldad se convierta en una ideología de “daño necesario”, incluso de daño extremo, que llevan a cabo los Estados o algunos grupos sociales en el nombre de proyectos políticos o culturales. Sea una u otra cosa, el mes de junio nos invita a reflexionar profundamente sobre este tema y las calamidades que dejan los acontecimientos.

Dr. Oscar Misael Hernández-Hernández

El Colegio de la Frontera Norte