[:es]Desde hace días circula en las redes sociales una propuesta periodística de Pedro Kumamoto. El genial diputado independiente de Jalisco advierte que todos los medios reportan lo hechos según los perciben a través de su lente y que, por tanto, deberían aclararle al público cuáles son las gafas que usan. Pide, en particular, que así lo haga Televisa http://www.maspormas.com/2016/07/15/pkumamoto7/.
La propuesta parece útil para combatir la desinformación y podría aplicarse no sólo si hay conflicto de intereses, como ya ocurre. En cualquier caso, no olvidemos los remedios clásicos del periodismo contra la mentira.
Independientemente de qué gafas estén de por medio, el principal remedio es que los hechos reportados sean verificables: en el ejemplo de Kumamoto, el que un chofer con un camión repartidor de refrescos chocase en la puerta del Palacio de Gobierno. Decir “Falla atentado anarquista contra la sede de gobierno”, “Protestan contra el alza en bebidas azucaradas”, “Complot de refresquera contra la estabilidad”, según ejemplifica Kumamoto, sin que lo dicho sea verificable no es una interpretación periodística, o gafas, es simplemente mal periodismo. Sin hechos comprobables no hay periodismo. Que hablen las redes sociales y no Televisa no las disculpa de las barrabasadas, como la historia, publicada en twitter, sobre el ex primer ministro británico Cameron follando con un lechón asado, o la ya común, que a muchos no nos inquietaría de ser cierta, de que Peña Nieto ha muerto.
Aunque el novelar a veces refleja la realidad mejor que los meros hechos, en periodismo no es admisible inventar los eventos. En 1980 Janet Cooke publicó un dizque reportaje sobre un niño adicto a la heroína en el Washington Post y llegó a ganar el Premio Pulitzer, el más codiciado en periodismo. Su texto, por su exactitud en detalles, era muy creíble. Describía las marcas de aguja que se extendían en los brazos de piel suave, como de bebé, del niño. Con todo, finalmente se descubrió que toda la historia era una mentira. Cualquier acción pública, en favor del niño, era imposible porque dicho niño no existía.
Por supuesto las gafas se usan. Pero deben usarse apropiadamente. Es con las gafas correctas que se reconoce que el hecho es actual y de interés público. Por eso se le escoge y difunde. Sólo si se cumplen al menos estos dos requisitos, podemos hablar de “noticia”, de “periodismo”. ¿Es relevante hablar del alcoholismo de Churchill o del vegetarianismo de Hitler? Desde la perspectiva pública tal vez sea tan cuestionable como investigar sobre su vida íntima.
Aunque “gustos del público” no es sinónimo de “interés público”, lo que interesa al público no deja de ser un indicador verificable de lo segundo, especialmente si los lectores son personas cuya responsabilidad es tomar decisiones. En este sentido, las gafas deben ser también un hecho comprobable como cualquier otro en periodismo.
De no ser verificables las gafas y somos escépticos de los medios, de nada nos servirá que estos mismos medios nos digan esto o lo otro sobre ellas, aun el que nos aclarasen que para escoger dichas gafas usaron estas otras.
Ahora bien, si usar gafas significa “En este mundo cruel no hay verdad ni mentira, todo es del color del cristal con que se mira”, según postuló Campoamor, renunciemos a cualquier posibilidad de periodismo, pues si dud de los hechos mismos, ¿cómo entonces suponer el hecho mismo de comunicarme contigo?
Por: Arturo Zárate Ruiz
Profesor-Investigador de El Colegio de la Frontera Norte en Matamoros
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