Opinión de Mario Alberto Jurado Montelongo Profesor-Investigador del Colegio de la Frontera Norte de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 13 de septiembre de 2012

En el afán de encontrar explicaciones sobre el porqué las personas se inclinan por ser parte de las bandas criminales, se han utilizado diferentes teorías, entre las cuales sobresale la de las ventanas rotas, que asume que los seres humanos tendemos fácilmente a ser influenciables por las condiciones del medio ambiente que nos rodea. Si vemos basura tirada en la calle, asumimos que se puede tirar basura, etcétera.

El claro ejemplo que podría sustentar esta teoría se encuentra en lo que pasa en los grandes fraccionamientos construidos por la iniciativa privada con el fin de atraer clientes con crédito Infonavit.

Sabemos que estos asentamientos se construyen en las periferias de las grandes ciudades, en medio de la nada, dentro de un municipio que no está preparado para atender las necesidades de esta inmigración.

Con el tiempo, las viviendas empiezan a quedar abandonadas y una buena cantidad de la población decide dejar de pagar sus créditos. A nivel nacional se calculan 200 mil viviendas abandonadas, deterioradas, saqueadas, ante la falta de vigilancia.

Así, este tipo de fraccionamiento no tiene algunos de los servicios básicos, y además los habitantes se dan cuenta que vivir ahí es antieconómico y peligroso, ya que a los lugares donde acostumbran a ir, como el trabajo y la escuela, se encuentran lejos y gastan mucho tiempo y dinero en los traslados, a tal grado que les queda poco tiempo para atender y convivir con su familia.

Con esta imagen urbana y arquitectónica deplorable se presenta una situación que influye en la percepción de la población en general. Delincuentes y no delincuentes saben que con esto, la sociedad nos está invitando a invadir las viviendas abandonadas, a robar sus puertas y ventanas y también a los pocos residentes que valientemente deciden seguir viviendo en esas condiciones.

Son las ventanas rotas que también nos recuerdan cómo, cuando se dieron los apagones en la ciudad de Nueva York o los movimientos juveniles en Londres, contingentes de ciudadanos de todos los niveles económicos saquearon supermercados y casas de estas ciudades. Una situación inusual, o socialmente inaceptable, parece sugerirnos que tenemos permiso para olvidar todo tipo de valores, normas y reglas y que podemos liberarnos del control social existente.

Es por eso que existen proyectos que buscan renovar la imagen urbana y que tengan como resultado un impacto positivo en la percepción de la población que habita la zona de renovación. Lo malo es que son proyectos que no tienen continuidad, cada vez que existen cambios de administraciones municipales o estatales se abandonan como el caso de los centros comunitarios en Nuevo León, según nos reporta la prensa de la ciudad.

Queda pendiente, como quiera, un plan de rescate de los fraccionamientos de la periferia y una reconsideración de la planificación urbana que logre combinar y solucionar las necesidades de ganancias válidas de las empresas constructoras y el derecho a una vida digna y de calidad de la población.

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