Las tres muertes de Óscar y Valeria

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Opinión de Óscar Misael Hernández Investigador de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 3 de febrero de 2022

La primera muerte de Óscar Martínez, un hombre salvadoreño de veinticinco años de edad y Valeria, su hija de casi dos años, fue a fines de junio de 2019, cuando se ahogaron en el río Bravo al intentar cruzar la frontera entre Matamoros, Tamaulipas, y Brownsville, Texas. Su muerte se sumó a la de casi trescientas personas que, según la Organización Internacional para las Migraciones, se habían registrado en el río Bravo desde enero de 2016 hasta ese momento.

El caso se hizo público mediante una fotografía que circuló en múltiples medios de comunicación al construir un espectáculo de frontera: ambos cuerpos boca abajo, flotando junto a la maleza del río, la pequeña Valeria dentro de la playera de su padre. En suma: una representación visual morbosa de la muerte de un padre y su hija, que se valía del dolor y la violencia para sumar más prosumidores en tiempos de virtualidad, pero también de dramas migratorios en la frontera México-Estados Unidos.

Sí, dramas migratorios, pero no en el sentido de actuación y menos en el género de comedia, sino más bien en el sentido realista y trágico, pues la presencia en vida de Óscar, Valeria y la madre de esta en la frontera se inscribía en las caravanas de migrantes, en su mayoría procedentes de Centroamérica, quienes debido a las carencias económicas y la violencia en la región solicitaban asilo en Estados Unidos. El drama fue mayor debido a los mal llamados Protocolos de Protección a Migrantes, que obligaron a los solicitantes a permanecer en ciudades fronterizas mexicanas como Matamoros, donde casi dos millares de personas formaron un campamento a orillas del río Bravo.

La segunda muerte de Óscar y Valeria se inscribió en este contexto de dramas migratorios. Se trató de una muerte transnacional, que se hizo patente en narrativas y prácticas políticas emanadas de los mandatarios de Estados Unidos, México y El Salvador. Sobre la fotografía de Óscar y Valeria ahogados, Donald Trump expresó: “La odio. Y sé que eso podría detenerse inmediatamente, los demócratas necesitan cambiar las leyes. Entonces ese padre que probablemente era un hombre maravilloso con su hija, cosas como esas no ocurrirían en un viaje a través del río, no pasaría esa peligrosa travesía”. El problema era de dominio político, en materia migratoria; los ahogados, solo víctimas colaterales.

Andrés Manuel López Obrador, por su parte, dijo: “Es muy lamentable que esto suceda”. Atribuyó el caso a la política migratoria de Estados Unidos y a un control sin respeto de los derechos humanos. Un año después se reunió con Trump en Washington, DC, y públicamente dijo que su homólogo se había “comportado hacia nosotros con gentileza y respeto”. Nada que reclamar. Nayib Bukele, quien recién había sido nombrado presidente de El Salvador, señaló: “Podemos culpar a cualquier otro país, pero ¿qué hay de nuestra culpa?”. Días después, cuando los cuerpos de Óscar y Valeria llegaron a su patria, su muerte fue capitalizada políticamente por funcionarios locales, utilizando a Tania Ávalos, la viuda de Martínez, para dar un discurso.

La tercera muerte de Óscar y Valeria se suscitó recientemente. A pesar de que los Protocolos de Protección a Migrantes fueron revocados en junio de 2021, en un intento del presidente Joe Biden por terminar con la herencia de Trump en política migratoria, éstos reiniciaron en diciembre del 2021 y empezó un nuevo drama migratorio. Óscar y Valeria quedaron en el olvido. Nadie recuerda que fue en este contexto estructural que ellos y muchos otros murieron ahogados en el río Bravo, ante la espera y la desesperación por las largas listas y las pocas probabilidades de recibir asilo en Estados Unidos.

Ahora, los cuerpos de Óscar y Valeria yacen en el cementerio La Bermeja, al sur de San Salvador. A orillas del río Bravo en Matamoros, donde se ahogaron, su recuerdo se ha difuminado. Mientras tanto, decenas o cientos de personas migrantes, de diferentes edades y nacionalidades, nuevamente son obligadas a permanecer en ciudades fronterizas mexicanas a pesar de que, como afirma Dolores Paris: “Las nuevas condiciones de los Protocolos de Protección al Migrante (…) no son nada halagüeñas en relación a los derechos humanos de las personas en movilidad”.

Dr. Óscar Misael Hernández-Hernández

El Colegio de la Frontera Norte