La vieja cara nueva del mercado laboral en la frontera norte

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Opinión de Humberto Palomares León de El Colegio de la Frontera Norte

miércoles 11 de enero de 2012

Desde los años ochenta del siglo pasado El Colegio de la Frontera Norte se ha especializado en la búsqueda de explicaciones sobre las problemáticas específicas de una región que creció, demográficamente hablando al amparo de dos fenómenos propios: por una parte, población varada como resultado de la cancelación del Programa Bracero (un programa bilateral México-Estados Unidos, cancelado unilateralmente por los Estados Unidos); y por otra, la instalación masiva de plantas maquiladoras de ensamble. Todo eso ocurre en tan sólo dos décadas, de 1960 a 1980. Dichos fenómenos insólitos generan un mercado laboral diferente del resto del país, con alta movilidad laboral que mantiene durante décadas posteriores tasas bajísimas de desempleo, y en algunas ciudades como Tijuana y Cd. Juárez desempleo cero, con necesidades crecientes de mano de obra.

Y llegó el nuevo siglo, y llegaron las crisis cuya orientación ahora afectó más al norte y su región fronteriza que al resto del país. La crisis financiera sucedida en México en el 2004 (que generó internacionalmente el efecto tequila) como preámbulo para la posterior crisis ocurrida en los Estados Unidos en 2007, agrava las pérdidas millonarias y el aumento del monto de deuda de aquellos empresarios enfocados completamente en insumos y servicios a partir del dólar. Esos dos sucesos marcan el inicio de la recomposición del mercado laboral en la frontera norte de México al observar, en contraste con el pasado, tasas de desempleo por encima de la media nacional para las entidades fronterizas, y en especial para las ciudades fronterizas. En otras palabras, se está observando la pérdida masiva de empleos formales, el incremento notable de subempleados, de trabajo parcial y de empleos precarios; es decir, del florecimiento de la economía informal.

Es indudablemente una cara nueva para una región acostumbrada a mantener estándares elevados de empleo y producción; pero esa cara ya se ha presentado y documentado en los procesos de crecimiento urbano de las tres principales metrópolis del país (DF, Guadalajara, Monterrey), en las décadas 1970 y 1980, en donde el mercado laboral estaba acompañado de un creciente empleo informal que, con el tiempo, iba incorporándose al formal, al consolidarse la edificación urbana propiamente dicha (usos de suelo habitacionales, comerciales, etc.). Caso contrario para la frontera norte donde el proceso de recomposición del mercado laboral le acompaña un proceso de consolidación urbano-regional en el que se cuenta ya con 2 ciudades millonarias, 2 mayores a 500 mil hab., y 6 ciudades con población entre 100 mil y 500 mil. Este cambio que ocurre en el mercado laboral debe convertirse en el principal desafío de política pública en sus tres niveles de gobierno, sustituyendo al asunto de inseguridad y violencia social que ha hecho polvorín a la sociedad.Desde los años ochenta del siglo pasado El Colegio de la Frontera Norte se ha especializado en la búsqueda de explicaciones sobre las problemáticas específicas de una región que creció, demográficamente hablando al amparo de dos fenómenos propios: por una parte, población varada como resultado de la cancelación del Programa Bracero (un programa bilateral México-Estados Unidos, cancelado unilateralmente por los Estados Unidos); y por otra, la instalación masiva de plantas maquiladoras de ensamble. Todo eso ocurre en tan sólo dos décadas, de 1960 a 1980. Dichos fenómenos insólitos generan un mercado laboral diferente del resto del país, con alta movilidad laboral que mantiene durante décadas posteriores tasas bajísimas de desempleo, y en algunas ciudades como Tijuana y Cd. Juárez desempleo cero, con necesidades crecientes de mano de obra.

Y llegó el nuevo siglo, y llegaron las crisis cuya orientación ahora afectó más al norte y su región fronteriza que al resto del país. La crisis financiera sucedida en México en el 2004 (que generó internacionalmente el efecto tequila) como preámbulo para la posterior crisis ocurrida en los Estados Unidos en 2007, agrava las pérdidas millonarias y el aumento del monto de deuda de aquellos empresarios enfocados completamente en insumos y servicios a partir del dólar. Esos dos sucesos marcan el inicio de la recomposición del mercado laboral en la frontera norte de México al observar, en contraste con el pasado, tasas de desempleo por encima de la media nacional para las entidades fronterizas, y en especial para las ciudades fronterizas. En otras palabras, se está observando la pérdida masiva de empleos formales, el incremento notable de subempleados, de trabajo parcial y de empleos precarios; es decir, del florecimiento de la economía informal.

Es indudablemente una cara nueva para una región acostumbrada a mantener estándares elevados de empleo y producción; pero esa cara ya se ha presentado y documentado en los procesos de crecimiento urbano de las tres principales metrópolis del país (DF, Guadalajara, Monterrey), en las décadas 1970 y 1980, en donde el mercado laboral estaba acompañado de un creciente empleo informal que, con el tiempo, iba incorporándose al formal, al consolidarse la edificación urbana propiamente dicha (usos de suelo habitacionales, comerciales, etc.). Caso contrario para la frontera norte donde el proceso de recomposición del mercado laboral le acompaña un proceso de consolidación urbano-regional en el que se cuenta ya con 2 ciudades millonarias, 2 mayores a 500 mil hab., y 6 ciudades con población entre 100 mil y 500 mil. Este cambio que ocurre en el mercado laboral debe convertirse en el principal desafío de política pública en sus tres niveles de gobierno, sustituyendo al asunto de inseguridad y violencia social que ha hecho polvorín a la sociedad.

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