A pesar de que la música ha sido utilizada históricamente para generar consensos y ha servido como catalizador de maniobras políticas, también puede formar parte de una política pública de educación artística. A lo largo de la historia de México, la relación entre la música y el poder ha sido un vínculo ancestral que ha acompañado a distintos gobiernos como herramienta de legitimación. De acuerdo con diversas investigaciones, la conexión entre la música, el sonido y el poder ha existido desde los albores de la humanidad. Esta premisa ha sido ampliamente comprendida y desarrollada por el gobierno de la Cuarta Transformación del presidente saliente, Andrés Manuel López Obrador.
Además de su vínculo político, la música ha sido una herramienta de promoción cultural y, a diferencia de administraciones anteriores, en la Cuarta Transformación, el arte musical ha estado presente como reivindicación de principios políticos en diversas etapas del movimiento. Esto se evidenció, particularmente, cuando López Obrador fue jefe de gobierno de la Ciudad de México, y se organizaron grandes conciertos en el Zócalo capitalino. Sin embargo, aunque la música también lo acompañó en su campaña, no fue hasta su toma de posesión en 2018 cuando se pudo dimensionar la magnitud de su proyecto político-musical. En ese evento participaron cantantes, orquestas y músicos indígenas, lo que fue solo un preámbulo de la maquinaria musical que se desplegaría a lo largo de su sexenio. Ejemplos de esto se vieron en los seis años de sus conferencias «mañaneras», donde la música tuvo un papel destacado.
López Obrador posee un amplio conocimiento de la música popular. En una ocasión, durante una conferencia matutina, él mismo presentó un ejemplo realizado con inteligencia artificial donde se le escuchaba interpretar «A mi manera». Otro momento inolvidable fue cuando su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, cantó «El necio» de Silvio Rodríguez, después de que AMLO ganara en el año 2018 la presidencia de México en su tercera candidatura. https://youtu.be/8uhAkH6rEuE?si=gYhx3k3xbd6HYrmi. Este repertorio formó parte de la cultura musical de toda una generación que creció bajo la influencia de la música latinoamericana y el movimiento de trovadores urbanos en México, impulsado especialmente a partir del movimiento de 1968.
Por otro lado, existe un amplio repertorio de canciones, corridos, cumbias, parodias, raps y otros géneros musicales dedicados a la figura de López Obrador https://youtu.be/i-_Zs8a5hTM?si=cuK2iAFp3CIbZukg.
A pocos días de que el presidente entregue el poder a la Dra. Claudia Sheinbaum, podemos constatar que la política musical ha sido un instrumento eficaz para generar consensos y para estimular la importancia de la música entre la población mexicana.
Este impulso político-musical de la nueva izquierda en México comenzó a finales de la década de los años 90, bajo la figura de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, quien organizó conciertos masivos en el Zócalo de la Ciudad de México. Esta tradición continuaría con López Obrador, Marcelo Ebrard, Miguel Ángel Mancera y Claudia Sheinbaum. La política musical cobró mayor relevancia en los últimos años del gobierno de Cárdenas, cuando trajo al Zócalo por primera vez a grupos como Café Tacuba, Los Tigres del Norte y Rubén Blades.
Estas actividades musicales sirvieron como telón de fondo para grandes proyectos que, sin duda, contribuyeron a legitimar el poder político emanado de una vieja demanda popular. Es bien sabido que la política musical, impulsada intensamente en la década de los treinta del siglo XX, fue establecida por el General Lázaro Cárdenas del Río, padre de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y abuelo de Lázaro Cárdenas Batel. Esta política musical nacionalista tuvo un gran impacto en la construcción del México contemporáneo, con la creación de instituciones artísticas y el fomento de tradiciones musicales en el país. La música, como articuladora y legitimadora de los sentimientos nacionales y regionales, ha sido una práctica constante en la política mexicana. Sin embargo, el impulso dado en los gobiernos de la 4T ha sido ejemplar.
Por supuesto, hubo periodos presidenciales en los que la música, o más bien la simulación de su importancia popular, también estuvo presente. Esto se evidenció especialmente durante el gobierno de López Portillo, quien se disfrazaba de rarámuri o chamula (como otros presidentes), y en ocasiones se le vio entonando algunas canciones. No obstante, otros mandatarios simularon una alegría musical sin el talento artístico correspondiente.
La última gran evidencia musical del gobierno de Andrés Manuel López Obrador fue el pasado 15 de septiembre. Aunque la programación musical fue sencilla o elemental, estuvo armónicamente bien articulada. A cada región se le dio su espacio, destacándose la inclusión de «El sinaloense», en un guiño hacia el conflicto armado de Sinaloa. También se escucharon canciones representativas de estados como Oaxaca, Veracruz, la región huasteca, Guerrero y Jalisco, sin olvidar “Vamos a Tabasco, que Tabasco es un edén”, además de piezas icónicas como «La tequilera» o «La Adelita». Sin embargo, fue la canción «Viva México, viva América» la que dio un toque especial a la celebración, una pieza compuesta en el contexto de la Segunda Guerra Mundial que se ha convertido en un himno tanto para los mexicanos en territorio nacional como para los migrantes en Estados Unidos.
Sin duda, la presencia de la música en la política de la 4T continuará con Claudia Sheinbaum, quien desde niña ha sido vista cantando y tocando el charango. https://youtu.be/KkKDYmD9_EU. En conclusión, la política musical de la 4T, para fortuna de muchos, y parafraseando la vieja estación de radio de la Ciudad de México, es “una música -y una tradición- que llegó para quedarse”.
Miguel Olmos Aguilera
El Colegio de la Frontera Norte, Departamento de Estudios Culturales.
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