La marcha de don Javier

Regresar a Columnas de opinión

Opinión de Jorge A. Bustamante Fundador e investigador emérito de El Colegio de la Frontera Norte y Miembro del Consejo Consultivo de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 16 de agosto de 2012

Mi comentario inicial es en un tono opuesto al que hice al principio de mi anterior colaboración para este espacio. Entonces fue un comentario de tono sombrío. Ahora es de un júbilo que no sentía desde que el teniente coronel Mariles ganó la primera medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 1948 (yo tenía 10 años, pero mi papá había sido compañero de armas -caballería- y paisano de Mariles en el Heroico Colegio Militar -paisano mío también-). Esta vez, la delegación mexicana obtuvo más medallas que nunca (hasta ahora 7), en mi opinión, no conmensurable con el nivel que México ocupa (decimotercero) en el mundo del desarrollo económico. Pero, si la única medalla ganada hubiera sido la del juego contra Brasil, habría sido suficiente para el logro de los niveles de felicidad que nos produjo la obtenida por los pupilos del señor Tena. Además de su logro deportivo, también hubo otro de carácter cultural. Pusieron un punto final a aquel dicho que oí tantas veces en mi juventud: «jugaron como nunca, pero perdieron como siempre».

Cambio de tema para referirme a la «marcha» emprendida por don Javier Sicilia, desde Tijuana a Washington, la semana pasada. Yo creo que don Javier -quien ya se ha ganado su lugar en la historia de México por su liderazgo en la lucha por un país más justo- está sobrestimando a los estadounidenses. Tengo la impresión de que no los conoce bien, y que no ha estado asesorado correctamente. Creo que es buena idea sacar del país el debate sobre lo que ha producido más de 60 mil muertes derivadas de una decisión de gobierno para combatir el narcotráfico. Pero sacar el debate, como lo está planeando don Javier Sicilia con esa marcha, le quita posibilidades de éxito a la buena idea, y se corre el riesgo de efectos contraproducentes. Ojalá y me equivoque, pero pensar que va a encontrar una solidaridad pública en Estados Unidos, suficiente para cambiar las cosas en México, y que ese cambio esté condicionado al logro de los objetivos de la marcha, no lo veo factible. Esos objetivos están concebidos «en el contexto electoral de ese país» (EU). Esos temas son, de acuerdo con lo citado la semana pasada: Tema A) «Víctimas de la violencia en México y en EU». Esperar que en EU se convierta en «tema electoral» el hecho de que una política pública del gobierno de México haya producido más de 60 mil víctimas en nuestro país o, que se convierta en tema electoral el número de víctimas en Estados Unidos por su excesivo uso de armas de fuego, como el caso reciente en un cine, no lo veo consistente con dos hechos: 1) La conspicua ausencia en lo que va de los debates «en el contexto electoral de Estados Unidos», que lleva ya más de un año, del tema de las víctimas de la violencia en México, como no sea en asociación a ideas intervencionistas. Esa ausencia no se dio en el vacío; 2) No parece entenderse el «porqué» del hecho de que hayan aumentado las ventas de armas de fuego en el estado de Colorado -donde ocurrió la penúltima masacre (ya hubo una posterior, la del gringo nazi), inmediatamente después de ocurrido el asesinato múltiple. Tema B) «Los padecimientos de los migrantes mexicanos y centroamericanos». Pensar que «la marcha» va a alterar de alguna manera los factores que han provocado que más de 20 legislaturas estatales del país vecino hayan aprobado leyes antiinmigrantes en los últimos tres años, pletóricas de ideología, es no conocer nada del porqué de la xenofobia antiinmigrante de la plataforma política del Partido Republicano. Suponer que los estadounidenses serán sensibles a una crítica mexicana sobre su legislación derivada de la «Segunda Enmienda» Constitucional es tener un conocimiento muy precario sobre la historia y la cultura política de Estados Unidos. Por último, pensar que la marcha pueda tener alguna influencia constructiva sobre el sistema bancario estadounidense como para combatir el lavado de dinero es pecar de inocencia. Lo anterior no quiere decir que no haya en Estados Unidos quien entienda y pueda «sentirse» solidario respecto de los objetivos de la marcha. Ciertamente, todo lo que dije antes en A) y B) no es sostenido por el 100 por ciento de los estadounidenses. Mi consejo es que don Javier busque el apoyo público de los que allá se identifican como «hispanos» o «latinos». Ellos sí participan activamente en el «contexto electoral» del país en donde viven.