En el año de 2003, un trabajo de investigación periodística causó revuelo en la vida política nacional: “La jefa” de la escritora argentina, Olga Wornat. Como el subtítulo anunciaba, era un trabajo sobre la “vida pública y privada de Marta Sahagún de Fox”. Se desnudaban las entrañas del poder y se documentaba el ascenso vertiginoso de la “señora Marta” nacida en Zamora, Michoacán y que llegó a gobernar en pareja durante el sexenio de 2000 a 2006. En algún momento pensó en llegar a ser la candidata de su partido, Acción Nacional, a la presidencia de la República. Era el proyecto transexenal de Vicente y Marta.
El día lunes 9 de abril, surgió otra “jefa”: Josefina Vázquez Mota decidió dar un “golpe de timón” a su alicaída campaña. Ignoro si fue uno de sus asesores o si ella misma decidió el apodo; lo cierto es que me es imposible evocar a la “jefa” original, la popular Marta María Sahagún Jiménez, Martita, para el consumo popular. Tampoco sé si la intención es asemejarla a quien llegó un día a Celaya, Guanajuato, para de ahí dar el gran salto a Los Pinos. Ignoro también, si se inspiraron en la historia de una mujer pobre que con esfuerzo y pasión llegó a ser la verdadera jefa de gobierno de este país. Lo cierto es que ahora Josefina es la otra “jefa”.
Es probable que el verdadero ejemplo fuera tomado no de otra mujer, sino de uno de los íconos panistas: Don Diego Fernández de Cevallos, “El jefe Diego”; tan popular en los años 90 cuando estuvo muy cerca de ganar la presidencia en 1994, luego de triunfar en el primer debate en la historia electoral mexicana. Lo cierto es que ambos, jefes, Marta y Diego, estuvieron muy cerca de llegar a ser presidenta y presidente de México; pero no lo fueron: ¿Habrán pensado en ello los asesores de Josefina?
Como señaló un periodista, lo paradójico es que en el acto que se anunciaba el “golpe de timón” en la campaña, Roberto Gil Zuarth, su coordinador general, le invitaba a salir del recinto para darle una sorpresa: su bautismo como “la jefa”. Su “Pinabus” cambiaba de nombre y con él iniciaba una nueva campaña. La paradoja consistió en que ella, que prometía que ahora sí iba a controlar todos los hilos de la estrategia, empezaba la nueva era enterándose que le habían cambiado el apodo y el nombre a su principal medio de transporte. Es decir, controlará todo, pero no algo central, la forma en como quiere que se le conozca de hoy en adelante.
El lunes 9 de abril se anunciaron algunos cambios importantes: en la estrategia de medios, pero sobre todo, en la composición del “cuarto de guerra”. Es este renglón el que más suspicacias ha levantado. Ante el desastre del arranque de la campaña y la acumulación de fallas (la última fue la pifia de faltas de ortografía al llamar Tlazcala a la capital de Tlaxcala), se pensaba en dos opciones: tomar distancia respecto al gobierno actual, enfatizando lo “diferente” como lo sustantivo de las propuesta de políticas públicas o seguir la estrategia de Ernesto Cordero: enfatizar los logros de los gobiernos panistas, en particular el de Felipe Calderón. Los anuncios de la incorporación de gente cercana al presidente parecen despejar las dudas: Josefina optó por lo segundo. No habrá “sana distancia” con lo que se ha hecho en el último sexenio.
Dada la personalidad de Felipe Calderón, y la de Josefina, se decidió por no incomodar al presidente. Tomar distancia significaría perder los apoyos en todos los órdenes, que emanan de presidencia. Tal vez Josefina pensó en el escenario menos costoso de su decisión. Si en Los Pinos habitara un presidente con visión de mediano plazo, hubiera convenido con su maltrecha candidata que para aumentar la probabilidad de ganar la elección era necesario sacrificar un poco de su imagen personal. A cambio, la posibilidad de que Josefina creciera y tuviera alguna opción frente a un Enrique Peña Nieto que le dobla en las preferencias ciudadanas. Felipe Calderón prefirió que el “fuego amigo” no lo quemara.
Hoy Josefina Vázquez Mota tiene todo cuesta arriba; y muchos de sus adversarios están en su “cuarto de guerra”: los que llegan fueron aquellos que le disputaron la elección interna; aún cuando luzcan ahora piel de cordero. La jefa tiene a pocos a quien mandar.