La importancia del respeto a la libertad individual y la civilidad

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Opinión de Cirila Quintero Investigador de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 15 de abril de 2021

Una de las características que más admiro en las sociedades nórdicas, más allá de su bienestar económico, es la calidad de vida de su población, producto de una articulación entre el respeto a la libertad individual, el compromiso con la sociedad y la definición clara entre sociedad y política. En esas sociedades, lo social, entendido como lo comunitario, permea todas las interacciones entre los seres humanos. No se tira la basura, no se contaminan los ríos, no se usa el auto sin medida, no se roba al vecino, porque se agrede a lo comunitario y vulnera la seguridad colectiva. Los nórdicos son pueblos que gozan de sus derechos individuales en plenitud, su límite es el respeto al espacio del otro, pero sobre todo distinguen claramente el ámbito político del social, y cada uno asume su papel. Más aún en algunos de esos países, el uso de la violencia y el ejército está prohibido o altamente regulado, aún para someter, el caso más sorprendente, para lo que estamos acostumbrados a visualizar la violencia en todos los ámbitos, es el de Helsinki en donde sus policías van desarmados. Para eso es necesaria una educación en el trabajo mutuo, el respeto al otro, la importancia de la negociación, antes que el conflicto, la delimitación clara entre civilidad y político, resulta central. Estas características también dan cuenta de un compromiso social horizontal y consensado, no de un control autoritario y vertical. El resultado, una sociedad democrática con un nivel de calidad de vida bueno para toda su población y una sociedad política que trabaja para garantizar el bienestar de sus ciudadanos.

Por el lado contrario, están las sociedades que arrastran una historia de violencia o bien de dominios autoritarios que inhiben la libertad individual y que anulan y/o controlan la participación social. Sociedades que a pesar de estos controles están caracterizados por la pobreza, la infelicidad, el miedo de sus habitantes en sus prácticas diarias y el temor a la represión gubernamental o militar, que deberían ser tenidas como enseñanzas para otros países. Narro algunas experiencias personales, no pondré nombres para no herir susceptibilidades. En los noventa, me invitaron a un país de la región bolivariana, a dictar una conferencia, me sorprendió ver militares por toda la ciudad y más aún custodiar los recintos de las instituciones gubernamentales, dado que se tiene prohibido a los ciudadanos acercarse a una determinada distancia, ¿qué autoridad, y por qué, les teme a sus propios ciudadanos?  Me parece, en ese momento, de la libertad para circular por México, de la ausencia de militares de nuestras carreteras, en nuestras calles, a partir del 2010, la situación cambiaría radicalmente, en especial en el norte, en donde el despliegue militar y la violencia parecieron normalizarse. 

En otra ciudad también de Sudamérica, me tocó escuchar el anuncio de la Universidad para todos, lo que me llenó de alegría, pero cuando escuché que esto iba aparejado a la Dirección del estado de la Universidades, me horrorice. La autonomía de las universidades debería ser inviolable y solo los universitarios y sus autoridades deberían decidir sobre sus asuntos. El mismo horror, y con una mayor preocupación, lo experimento ahora que he conocido que los Diputados han avalado la inclusión de los Secretarios de la Defensa y de Marina al Consejo General de Investigación Científica, Desarrollo Tecnológico e Innovación, lo que constituye un retroceso central en la autonomía de los órganos científicos del país, (https://www.animalpolitico.com/2021/04/militares-consejo-ciencia-tecnologia-reforma/). 

En otros espacios había manifestado mi preocupación por la centralidad y la injerencia estatal en los quehaceres científicos, que se preveían en el Proyecto de Ley de Ciencia. Particularmente, he cuestionado la ausencia de miembros de la comunidad académica en este órgano tomador de decisiones, y por el contrario la inclusión de la mayor parte de Secretarios de Estados, que, en mi punto de vista salvo Hacienda o Educación, nada tienen que hacer en este espacio. La resolución resulta preocupante, junto con otras que se han tomado al conceder una mayor importancia al ejército, como es el control de las aduanas. Reiteró lo que dije en una reunión a la que asistí por el 2014 o 2015, en Monterrey, con las más altas autoridades militares del noreste, en el momento más álgido de violencia en el Norte, la tarea del ejército no está en las calles, salvo situaciones de desastre o emergencia, el ejército debe estar en sus recintos militares. Las tareas de vigilancia y seguridad social deben recaer en personas civiles adiestrados para tales actividades. Distintos académicos han debatido en torno a la diferencia entre el militar, preparado para tareas ofensivas, y el policía, entrenado para defender, cambiar de comportamiento estructural resulta difícil. Somos una sociedad civil, en donde el poder y su ejecución debe recaer en civiles, el último militar que gobernó a México fue Manuel Ávila Camacho, y con él se debía haber cerrado la participación de militares en actividades gubernamentales de nuestro país. La sociedad mexicana es capaz a través de la civilidad de gobernarse.

Mi preocupación es aún mayor en países que he visitado y que he presenciado el control y restricción a la libertad de los individuos, narro una experiencia, en otro país latinoamericano, visite una librería y al pagar me pidieron ¡mi carnet de identidad! Al decirles que era extranjera, me cobraron, sin pedirlo más, interrogando a una amiga de ese país, me dijo que llevaban un control de la compra de libros que realizaban. La respuesta me impactó. Controlar lo que lees, solo en sistemas totalitarios y autoritarios, pero nunca en países que nos preciamos de ser democráticos.  Sin embargo, parece que ese control social, que puede tener muchas variantes, está llegando a nuestro país, no solo por parte de instancias comerciales, con el aval gubernamental, al menos así lo indica, primero, la aprobación, sin ninguna restricción gubernamental, de permitir a quienes utilizan celular para actividades bancarias, que sus bancos tengan su ubicación geoespacial a través de su celular. Segundo, y más preocupante, la reciente aprobación por parte del Senado de permitir el uso de datos biométricos de sus usuarios a las telefonías (https://www.elfinanciero.com.mx/empresas/2021/04/13/senado-aprueba-en-lo-general-crear-padron-de-usuarios-de-telefonia-movil-con-datos-biometricos/) constituye una violación de los derechos humanos, dado que viola los derechos de privacidad y seguridad humana. Una especialista en criminología me comentaba: “por años no aprobaron la ficha signalética porque violenta los derechos humanos, que solo los comprobados delincuentes tendrían su registro de huellas dactilares, y ahora no son las huellas ¡es la ficha biométrica completa!”. En ambas aprobaciones se ha anunciado como argumento, la seguridad de los usuarios. Algo por demás debatible, más bien parecerían instrumentos de control individual y social. Michael Foucault, pensador francés, mencionaba los dispositivos de control social que utiliza el gobierno, o utilizados por otras instancias que tienen poder, que podrían ir desde estructuras panópticas que permiten el control al exterior y al interior de toda la sociedad hasta dispositivos personales para vigilar y castigar, lo que resulta por demás preocupante. Las reflexiones aquí presentadas deberían ser consideradas por quienes están legislando en este momento, y por los que estamos siendo legislados. La historia muestra que no es a partir del control individual y social como las sociedades crecen y viven mejor, ni mediante la injerencia en sus vidas privadas, sino a partir del respeto y garantía de sus derechos básicos de libertad y convivencia social. 

Dra. Cirila Quintero

El Colegio de la Frontera Norte