Las opiniones expresadas son responsabilidad de quien las emite y no reflejan necesariamente una postura institucional de El Colegio de la Frontera Norte.
Los historiadores tenemos una manía por enlazar cualquier hecho presente con un pasado. El evento coyuntural, como diría Fernand Braudel, no nos deslumbra. Nos gusta atar cabos con eventos pasados, para reconstruir un proceso que permita no solo entender el momento, sino los posibles escenarios que se vislumbran. En ese sentido, mencionaré algunos eventos importantes que se vinculan con la reciente huelga automotriz en Estados Unidos. La huelga en tres automotrices, General Motors, Ford y Stellantis, estalló el 15 de septiembre e involucró a 13,500 trabajadores. Las demandas fueron 40% de aumento en un plazo de 4 años, recorte de jornada laboral, revisión del sistema de pensiones y sindicalización de algunos sectores como la elaboración de baterías. Las demandas parecen excesivas pero en esencia, como han expresado los trabajadores, se trata de recuperar lo que se perdió en negociaciones pasadas, cuando las automotrices se reestructuraron y relocalizaron en distintos espacios, y experimentaron fuertes crisis internacionales.
La debilitación de los sindicatos automotrices y de los trabajadores en Estados Unidos, un punto poco mencionado, tiene una larga trayectoria. En un estudio que realicé a finales de los noventa, para contratar los efectos del TLCAN en los sindicatos mexicanos y canadienses, encontré que al igual que los sindicatos mexicanos, los sindicatos de Estados Unidos y Canadá realizaron importantes recortes de sus contratos colectivos durante la reestruturación y relocalización de la automotriz en los años ochenta y noventa, con la finalidad de mantener las inversiones automotrices en su territorio. Uno de los aspectos más desventajosos fue la aceptación de contratos colectivos masters, que eran sobretodo contratos colectivos similares en las tres grandes (Ford, Gm; Chrysler) en cuanto salarios y prestaciones, por cuatro años, estrategia que moderaba los incrementos salariales y las prestaciones obtenidas por un período de cuatro años. Este acuerdo, por parte de United Auto Workers (UAW), afectó a los trabadores especialmente en el denominado Cost of Living Adjustment (COLA), es decir en la pérdida del poder adquisitivo. Aunque las automotrices, seguían teniendo un buen salario por hora, en comparación de otros sectores, lo ciertos es que su poder adquisitivo disminuyó acentuadamente. De manera que la demanda salarial que parece desproporcionada estaría dividida en los cuatro años que dura el contrato, lo que representaría el 10% por año, como un intento de recuperar su poder adquisitivo. Otros aspectos como su plan de jubilaciones también se vio afectado, y sobre todo, perdieron la posibilidad de sindicalizar a los nuevos sectores automotrices que surgieron. A pesar de todos las concesiones que realizo UAW, las automotrices cerraron plantas y movilizaron otras plantas, durante los ochenta y noventa, primero se desplazaron a Canadá, favorecido por el Free Trade Aggrement entre ambos países, y luego a México, en los años previos al acuerdo comercial y acentuados durante su implementación. Esta situación le costó a la UAW, la pérdida de miles de miembros, además de dejar debilitados sus contratos colectivos. A pesar de estas afectaciones, los liderazgos de UAW protestaron poco. Una situación similar pasó con Canadian Auto Workers (CAW), que perdió tantos puestos en la automotriz, que dejo de ser el sector más relevante, y se transformó en UNIFOR, en donde tienen la hegemonía los trabajadores de servicios.
En los años de 2008 y 2009, con la crisis de la automotriz, los trabajadores volvieron a ajustar sus salarios y prestaciones para apoyar a las empresas a salir de la crisis. Las empresas también contaron con un plan de rescate por parte del gobierno norteamericano. En el período postcrisis, las automotrices comenzaron a recuperarse sin embargo, lejos de favorecer a los trabajadores, iniciaron un proceso de reestructuración, especialmente en General Motors, que implicó el cierre de diferentes plantas en Canadá y Estados Unidos en el año 2018. Esta reestructuración de GM representó el despido de alrededor de 14,000 trabajadores en ambos países, (https://www.bbc.com/mundo/noticias-46350410). La medida se tomaba para ahorrar costos y enfrentar los cambios tecnológicos que se estaban dando en la automotriz especialmente por parte las automotrices asiáticas. Los despidos, a diferencia de los ochenta y noventa, no fueron por falta de competencia o pérdidas de las empresas, por el contrario las ventas habían sido bastante saludables, se trataba de una reestructuración de la empresa para optimizar costos y confrontar nuevos retos tecnológicos. Ante esta situación, y con la elección de un Presidente que se había declarado aliado de los sindicatos, UAW declaró una huelga en General Motors en septiembre de 2019, momento de revisión contractual, 50,000 trabajadores participaron. Las demandas fueron muy similares a las actuales: salarios por hora más altos, un mejor plan de beneficios, limitar el uso de trabadores temporales y ofrecerles a estos trabajadores, la posibilidad de permanencia laboral, así como mejorar la atención médica y la seguridad social. Los líderes argumentaron, similar a lo actual, que pese a que GM pasaba por un excelente momento, no retribuía al trabajador que lo había apoyado durante la crisis, durante la década pasada. En octubre 25, un mes y 9 días después, los trabajadores levantaron la huelga. Los resultados no fueron los esperados solo un incremento salarial moderado, un bono de 11,000 dólares y un no incremento en el pago de seguro médico. Distintos movimientos en las automotrices muestran que a pesar de la presión, las empresas, pocas veces responden a las demandas de las movilizaciones, amparadas en el apoyo que encuentran en instancias gubernamentales y en el lugar estratégico que siguen desempeñando en la economía norteamericana. Así pues, la huelga actual forma parte de las protestas que los trabajadores han realizado en los últimos años para recuperar parte de lo que sus líderes perdieron en negociaciones defensivas y fallidas en épocas de reestructuraciones y crisis, sin embargo, las empresas se niegan a devolver lo ganado a pesar de las presiones de los líderes sindicales actuales y los trabajadores.
Nuevos factores de lucha han aparecido en la reciente huelga: el primero, una actuación articulada entre tres firmas y no una sola como había sido anteriormente, a la que se está uniendo también la protesta de los trabajadores canadienses de GM. Segundo, la recurrencia a una “huelga selectiva” es decir en aspectos claves que si bien no involucran a todos los trabajadores de las firmas involucradas, si pretenden impactar de manera indirecta en otros eslabones de la cadena productiva, al interior de Estados Unidos y otras plantas vinculadas a estas automotrices, como las plantas en México, además de que esta estrategia deja abierta la posibilidad de una huelga generalizada, así lo muestra la reciente decisión anunciada por el líder de UAW, el viernes 22 de septiembre, de extenderse a otras 38 plantas de GM y Stellantis, (https://www.laizquierdadiario.mx/La-huelga-automotriz-se-extiende-a-38-plantas-de-GM-y-Stellantis).
El otro factor que habría que mencionar es el apoyo aparente que ha tenido hacia el movimiento el presidente Biden, al exigir a las automotrices “compartir sus ganancias con los trabajadores”, si bien está actitud discursiva, podría formar parte del apoyo que prometió a los sindicatos, al inicio de su administración, para mejorar la situación de los trabajadores, y que no se ha visto mucho; también hay que recordar que Estados Unidos está en tiempo preelectoral e incluso los republicanos han expresado su apoyo a la huelga, para congraciarse con el sector trabajador y sindical. Por lo que el supuesto apoyo político habría que tomarse con pinzas, realmente quienes serán determinantes en la resolución de conflicto serán los trabajadores y sus dirigentes. Un último aspecto relevante en esta movilización ha sido la solidaridad internacional que ha recibido por parte de otros sindicatos automotrices, principalmente mexicanos de la automotriz como la FESIIAAAN (https://www.facebook.com/100064930800510/posts/696201082554246/?mibextid=rS40aB7S9Ucbxw6v), y la naciente Liga Sindical Obrero Mexicana (LSOM), https://www.facebook.com/watch/?v=299123256091719, que ha tenido una actuación relevante en los movimientos por la democracia sindical en las automotrices mexicanas. Interesantemente, SINTTIA, de GM-Silao, uno de los primeros sindicatos independientes recién formados en la automotriz, quien había sido de los primeros en expresar su solidaridad a la huelga de GM en 2019, no se ha pronunciado, en este conflicto. A pesar de todo estas nuevas estrategias, y del supuesto apoyo gubernamental y de la solidaridad internacional, las respuestas de las empresas, no anuncian un resultado promisorio, dado que están recurriendo a acciones que le has garantizado la no concesión de la mayor parte de las demandas laborales anteriores, como serían: el despido de trabajadores en sus plantas involucradas (https://www.elimparcial.com/dinero/Ford-anuncia-recorte-de-600-empleos-relacionados-con-la-huelga-CNBC-20230915-0104.html); la participación gubernamental en las negociaciones, que normalmente ha sido en favor de ellas; y tercero, el impacto negativo en los trabajadores de otras fases de la cadena productiva, tanto en Estados Unidos como en México mediante los denominados paros técnicos, en donde se envía a casa, con salario proporcional a cientos de trabajadores, fomentando la idea de que los efectos negativos es por la huelga y la presión de los trabajadores más que por su negación a responder a las demandas laborales. Así pues, el panorama poco prometedor, la UAW cuenta con fondo de varios millones de dólares para apoyar a sus trabajadores, pero insuficientes para costear una huelga larga; las automotrices cuentan con sobreproducción, estrategias empresariales, apoyos gubernamentales, no solo en Estados Unidos, sino en el mundo, en donde la movilización a otros espacios, o el cierre de plantes, antes que responder a las peticiones laborales, será una mejor opción para seguir manteniendo su tasa de ganancia antes que redistribuirla con los trabajadores.
Cirila Quintero Ramírez
El Colegio de la Frontera Norte