La diplomacia es una parte de la política, sus objetivos centrales son las relaciones exteriores con otros países; la representación política, económica y cultural de México al exterior, y la protección de los conciudadanos fuera del país. La diplomacia se rige por acuerdos internacionales, que al igual que las relaciones sociales, fijan las reglas de acción y los límites para la convivencia entre países. México, desde 1930, se ha regido en su política exterior por Doctrina Estrada, de autodeterminación y no intervención. Esa política le ha valido un reconocimiento y simpatía internacional. Los que hemos tenido la oportunidad de viajar al extranjero hemos recibido, la mayor parte de las veces, un trato afable y considerado en los países que hemos visitado, herencia de esa política diplomática. No obstante, algunas acciones pueden afectar esta buena imagen de México, especialmente cuando se olvida la relevancia que la diplomacia tiene para la soberanía del país y las reglas de convivencia que debería de existir hacia otros países.
Si bien enmarcada en la doctrina Estrada, la diplomacia mexicana, se ha modificado dado los cambios que ha experimentado el país. La política exterior mantiene el sello del gobernante en turno, recordemos que de acuerdo a la constitución, el hacedor y depositario último de la reglamentación de la política exterior es el Ejecutivo. Él es quién nombra al Secretario de Relaciones Exteriores y propone o ratifica al cuerpo diplomático (embajadores, cónsules y otros cargos) que representarán a México en los 192 países que agrupa la ONU. Por su parte el cuerpo diplomático y consular desempeña como papel fundamental la representación de México y de protección a los mexicanos fuera del país. Así pues, la diplomacia es una extensión de la política vigente en nuestro país, por ejemplo, en la política de austeridad actual, el sistema exterior también experimento algunos ajustes en su presupuesto, https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/675476/SRE_-_Informe_de_Austeridad_Republicana_2020.pdf.
La mayor parte de la ciudadanía se centra en la política interior y olvida la relevancia que tiene la política y la diplomacia con el exterior, en aspectos puntuales como la defensa como país y las relaciones con otro país. La diplomacia es la primera línea de defensa, sin armas, de la soberanía de un país, es decir, a través de argumentaciones, enmarcadas en el protocolo internacional, se exponen desacuerdos, se frenan injerencias, y se construyen acuerdos. En ninguna área, como la diplomática, las palabras, las expresiones, las acciones hacia un país, cobran tanta relevancia. Especialmente, cuando éstas provienen del Ejecutivo, o de sus representantes. En el campo diplomático: las palabras o expresiones realizadas por un gobernante o representante gubernamental no son visualizadas como una expresión personal sino como la postura de un país, así pues, el cuidado, el respeto y la mesura debe marcar el discurso público hacia los países extranjeros, así como el respeto de normatividades a la hora de nombrar representantes. El no cuidar esas formas puede ocasionar desencuentros entre México y otros países con los que mantenemos relación como países como recientemente ha sido con España, Panamá, Perú, Estados Unidos, e incluso con algunas representaciones como el Vaticano, que erosiona nuestra política internacional. En esos casos, lo que se amerita es una nota diplomática que aclaren los desacuerdos o malentendidos, si no la hay, las relaciones quedan dañadas, y puede tener repercusiones futuras, pues como dijo un Cónsul Honorario en un curso de Protocolo Diplomático: “la diplomacia es en síntesis como me tratas, te trato”.
Ahora bien, dada esta relevancia que tiene el área diplomática en el exterior y para la imagen del país, resulta fundamental contar con personal calificado y de carrera. El personal diplomático debe contar con conocimientos específicos del área, habilidades para la argumentación escrita, hablada y capacidad de negociación, así como distinguirse por su actitud de servicio y equidad. México cuenta para ello con el Instituto Matías Romero, (https://www.gob.mx/imr). De donde deberían surgir todos los representantes de México en el mundo. Sin embargo, desde hace décadas, el IMR ha ido perdiendo relevancia en los nombramientos, dado que los cargos diplomáticos y consulares se otorgan a políticos y no a personal de carrera, lo que impide que México afiance una política exterior calificada y preparada que desemboque en una representación cualificada y eficaz, que también impacta en la atención adecuada a los mexicanos en el extranjero. Los recientes nombramientos de personal diplomático y consular muestran que esta práctica sigue vigente.
Finalmente, en la diplomacia, el saber delegar y compartir responsabilidades, resulta central. El representante de la política exterior debe asumir con mayor decisión y compromiso su función, y recomponer el camino cuando se incurren en falta protocolarias, esa es una de sus funciones para la que fue nombrado. Nunca como hoy la máxima de Benito Juárez, “Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno, es la paz” ha resultado tan pertinente.
Dra. Cirila Quintero Ramírez
El Colegio de la Frontera Norte