La desindustrialización en la planeación para el desarrollo

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Opinión de Salvador Corrales Corrales Investigador de El Colegio de la Frontera Norte

lunes 26 de agosto de 2019

El desarrollo económico entendido como el conjunto de cambios estructurales, involucra variables como el uso racional de los recursos naturales, el crecimiento económico equilibrado, una justa distribución de la riqueza, y ni hablar de la necesidad de acabar con la pobreza extrema, el principal problema nacional. Cada nuevo gobierno formula estrategias y líneas de acción para dar un salto cualitativo en las formas de hacer en sociedad y así resolver los grandes problemas nacionales. Respetando el título de este ensayo, me referiré a la desindustrialización, un fenómeno de grandes magnitudes que ha colocado a la industria manufacturera en una encrucijada donde cada vez se hace más chica su presencia en el Producto Interno Bruto y el empleo.

Si se revisa el Plan Nacional de Desarrollo en la búsqueda de estrategias de solución para revertir la desindustrialización, no se encontrará nada al respecto, no obstante la caída del sector manufacturero en la composición del PIB y en la generación de empleo. Este fenómeno se ha convertido en una tendencia desde principios de siglo, colocando al comercio y los servicios como los principales componentes de la economía.Para los especialistas, fue la apertura comercial la responsable de ese fenómeno, que propició la pérdida de mercado interno por importaciones desde Estados Unidos y China al finalizar la primera década del siglo XXI. Los economistas de la 4ta transformación están conscientes de la necesidad de reindustrializar al país, mediante políticas de sustitución de importaciones, una mayor inversión en el sector industrial e incrementar el componente nacional de los productos exportados.

Las tres acciones de política industrial fueron formuladas para alcanzarse al finalizar el presente sexenio y obtener una tasa de crecimiento del 6% anual. La realidad es más tozuda de lo que parece; una combinación de austeridad republicana que redujo la inversión del sector público, junto con la incertidumbre generada por el manejo de la política macroeconómica, han hecho imposible hacer crecer la inversión interna y con ella, el PIB industrial.

La alta dependencia con la economía norteamericana, coloca en un callejón sin salida a la industria mexicana, al ser el vecino del norte su principal mercado de exportaciones, con quien posee un superávit comercial que ha movido todas las estructuras políticas de la actual administración, para abaratar el comercio mediante un nuevo tratado comercial, cuyos efectos habrán de minar la industria nacional, perpetuando este fenómeno, que no motiva a los industriales, al contrario, la queja es generalizada al reducirse sus mercados para la manufacturas mexicanas.

Los productores de acero mexicano han sido los más golpeados por las importaciones de acero norteamericanas y chinas. Una economía como la de Nuevo León cuyo orgullo era su industria manufacturera creada desde principios del siglo XX, ahora está experimentando una fuerte desindustrialización, cuyos componentes principales son el comercio y los servicios; los antes dueños de IMSA prefirieron vender automóviles en lugar de seguir produciendo acero, a pesar de tener el mercado de ventas mucho más cerca que los chinos. Los recientes conflictos comerciales entre Estados Unidos y China convirtieron nuevamente a México en el principal socio comercial de Estados Unidos, más no sabemos si por una posición relativa o bien, con crecimiento de las exportaciones.

Planear para hacer crecer la industria manufacturera en el discurso de la cuarta transformación se reflexiona del siguiente modo: “Reindustrializar el país en unas cuantas décadas puede lograrse mediante una gran alianza con el capital productivo nacional, especialmente con medianos y grandes empresarios manufactureros mexicanos, ofreciéndoles garantías e incentivos…” particularmente en obras de infraestructura, incrementando la inversión en la industria manufacturera, mediante una política fiscal transparente y un control de las finanzas del Estado para evitar presiones inflacionarias.

Para alcanzar todos esos objetivos, los líderes de la cuarta transformación recomiendan incrementar la inversión pública al 5% del PIB en 2024 y al 8% en 2030; en la actualidad es del 2.5%. Estas aspiraciones entran en contradicción con la austeridad republicana de los últimos 8 meses impulsada por el gobierno federal, cuya política principal es atacar la corrupción a cualquier costo, que generará las pautas del desarrollo a largo plazo. En vista que el sector privado genera el 90% del empleo nacional y el 86% del valor agregado, crear las condiciones para invertir, son muy necesarias para incrementar la inversión de un 22% al 35% del Producto Interno Bruto, para hacer crecer la economía mexicana.
Elevar la participación de las manufacturas como proporción del PIB para reindustrializar al país, forma parte de las estrategias de crecimiento, y la aspiración es elevar del 18% como proporción del PIB, al 22% en 2024 y al 28% en 2030. Los economistas de la cuarta transformación aseguran que se requiere invertir en la cuarta revolución industrial para modificar ese estadístico, o sea, hacer crecer la automatización de la industria, donde una de sus características es la desaparición de las fronteras entre la industria y el comercio a través del comercio virtual, creador de “la mente factura”, donde al final de cuentas, se transforman en servicios que concentran el valor agregado de la industria y el comercio. En suma, reindustrializar al país no parece una tarea fácil.

Dr. Salvador Corrales Corrales

El Colegio de la Frontera Norte Sede Monterrey