La creciente reterritorialización de los Estados

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Opinión de Xavier Oliveras González Investigador de El Colegio de la Frontera Norte

lunes 13 de agosto de 2018

Como se ha explicado muchas otras veces, los Estados se sienten amenazados por la globalización, en cuanto que puede conllevar una pérdida de su soberanía territorial, de su identidad y, en definitiva de su hegemonía y del poder en el que se apoyan. Ante las migraciones internacionales (y la velocidad e intensidad con las que se dan), la integración supranacional, el terrorismo internacional o los flujos comerciales ilegales, los Estados han procedido a la implementación de aquello que distintos autores han denominado como “reterritorialización”. Con este término se hace referencia tanto a los procesos mediante los cuales “recuperan” el control de su territorio como los que lo “refuerzan”.

Así, ante la pérdida de soberanía que representan las obligaciones contraídas en el marco de organizaciones y acuerdos internacionales, algunos Estados están optando cada vez más por abandonarlas o querer transformarlas a medida. Un caso bastante conocido, aunque aún incierto, es el llamado “Brexit”, la salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE); pero antes incluso del referéndum que lo validó, su participación en la UE ya era “a la carta” y, por ejemplo, ni formaba parte del “espacio Schengen” (donde se permite cruzar las fronteras sin pasaporte) ni del área monetaria común (donde se emplea el euro). Sin ir tan lejos, la renegociación en curso del Tratado de Libre Comercio impuesta por Estados Unidos y las anunciadas salidas de este país del Acuerdo de París (para la reducción de los gases de efecto invernadero) y del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, también son ejemplo del mismo proceso.

Igualmente, ante la migración indocumentada y el contrabando ya son muchos los Estados  que han reforzado sus fronteras con la construcción de bardas y muros (actualmente unos 70). Es el caso bien sabido de los Estados Unidos en su límite con México; pero también en Europa, en Hungría con Serbia, en Macedonia con Grecia, Grecia con Turquía o España con Marruecos; o en Latinoamérica, como el de Ecuador con Perú. En este rubro se incluye, claro, el endurecimiento de las políticas migratorias y de las revisiones fronterizas, apoyado en el uso extensivo de las tecnologías biométricas y de las bases de datos compartidas.

Uno y otro proceso refieren a una reterritorialización hacia el exterior; sin embargo, también se da hacia el interior, ante lo que los Estados observan como amenazas a la integridad territorial, a la identidad nacional o a la eufemísticamente llamada “seguridad ciudadana”. Así, por ejemplo, ante la existencia de grupos lingüísticos distintos algunos Estados están optando (de nuevo) por la imposición de una sola lengua. En el mes de julio Israel y Rusia han adoptado medidas en esta dirección: en el primero se le quitó la oficialidad al árabe, para pasar a ser el hebreo la única lengua oficial; y en el segundo, las lenguas cooficiales de las repúblicas autónomas (unas veinte, entre las cuales el tátaro, el ucraniano y el checheno) dejaron de ser de obligado enseñamiento en las escuelas y a partir de ahora solo serán optativas. Otros grupos étnicos y religiosos son también vistos como una amenaza por los Estados y, por lo tanto, objeto de control biopolítico; tal es el caso de Italia, cuyo gobierno anunció recientemente su intención de censar a la población gitana en el país y expulsar quienes no dispongan de la ciudadanía.

Por todo ello, y a diferencia de las utopías de fin de siglo XX, los Estados no van a desaparecer, sustituidos por megacorporaciones o por ciudades y regiones, sino que se refuerzan, tanto hacia el exterior como al interior y mediante prácticas cada vez más autoritarias.

Dr. Xavier Oliveras González

El Colegio de la Frontera Norte