La ciudad (y el campo) de las mujeres

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Opinión de Socorro Arzaluz Solano investigadora de El Colegio de la Frontera Norte de El Colegio de la Frontera Norte

viernes 14 de febrero de 2014

En 1998, Manuel Castells y Jordi Borja escribieron en el libro Local y global, la gestión de las ciudades en la era de la información (México, Taurus), un capítulo al que titularon “La ciudad de las mujeres”. En éste examinan la problemática urbana con un enfoque de género y discuten, entre otros temas, el trabajo, la vivienda y el transporte, cuya planeación y diseño no consideran las necesidades específicas que tienen las mujeres, atendiendo a la multiplicidad de roles que cumplen en las sociedades urbanas actuales.

En México, el tema de planeación con enfoque de género tiene poco tiempo de haberse propuesto. El reciente Plan Nacional de Desarrollo contempla a la perspectiva de género como uno de sus ejes transversales, esto se deriva del Proigualdad 2013-2018, que con sus seis objetivos transversales busca que el principio de igualdad sustantiva, entre mujeres y hombres, se lleve a la práctica a lo largo de todo el territorio nacional.

Pero es en los estados donde estos principios deberán ser llevados a la práctica y, es en este nivel de gobierno donde las realidades locales serán el insumo para la elaboración de instrumentos con enfoque integral. Así, un programa de igualdad con enfoque de género, para cualquier dependencia pública, presenta dos contenidos: el tema de la cultura institucional al interior de las instancias y el apartado de las políticas públicas, lo cual tiene que ver con el servicio que se presta a los ciudadanos. Pero en Nuevo León, con su historia de centralidad urbana, el tema de la planeación con enfoque de género enfrenta otro reto: contemplar también los problemas que atraviesan las mujeres en la zona no urbana del estado. Por ejemplo, en materia de infraestructura: la existencia de escuelas, centros de salud, servicios de agua y transporte suficientes y adecuados, que faciliten su vida cotidiana. Es decir: ¿Cómo una mujer del sector rural enfrenta sus labores de cuidado y crianza de los hijos e hijas? Y en su caso, de trabajo remunerado,  ¿qué clase de apoyos gubernamentales recibe que vayan más allá de programas temporales y meramente asistenciales? Se trata de un sector doblemente marginado: por su condición de género y por el hecho de vivir en la zona no urbana del estado.

Así, cualquier programa con que no contemple la situación de estas mujeres, será parcial. Hace falta generar conciencia en Nuevo León que las mujeres y hombres no sólo habitan la zona metropolitana,  quienes están fuera requieren una atención urgente. El reto está ahí, porque en Nuevo León vivir fuera de la ciudad es vivir en el olvido y, en el caso de las mujeres, esto genera una condición de desigualdad que ningún plan o programa nacional podrán cambiar mientras no exista la voluntad de planear en forma integral, con enfoque de género y con visión estatal, y no solamente urbana.

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