Jóvenes, medios y democracia

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Opinión de Víctor Alejandro Espinoza Valle Investigador del Departamento de Estudios de Administración Pública de El Colegio de la Frontera Norte de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 31 de mayo de 2012

Un incidente en la Universidad Iberoamericana plantel Santa Fé en la Ciudad de México el pasado viernes 11 de mayo fue el detonante de un movimiento de grandes y profundas consecuencias. Ese día el candidato de la Alianza Compromiso por México, integrada por el PRI y el PVEM, Enrique Peña Nieto, quien había cancelado en dos ocasiones su participación en un foro con los estudiantes de la Ibero, fue severamente cuestionado por los acontecimientos de Atenco en 2006. Ante los estudiantes asumió su responsabilidad y dijo que había actuado correctamente. Los gritos de inconformidad no se hicieron esperar. El pésimo control de daños por parte de los asesores de Peña Nieto, con excepción de Luis Videgaray, acusando a los estudiantes de porros y acarreados detonó las protestas posteriores.

A partir de ahí la siguiente manifestación, una semana después, el 19 de mayo, fue convocada para protestar contra Peña Nieto y, 24 horas más tarde, en apoyo a Andrés Manuel López Obrador, culminando con una magna concentración en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco. Para este momento, las protestas se enderezaron contra las dos principales televisoras del país, al ligarlas con el candidato del PRI.

El movimiento cobra relevancia porque las protestas y demandas van más allá de un candidato y se dirigen contra el control que ejerce el duopolio televisivo. Es una lucha por el derecho a la información. Y el medio principal de comunicación y convocatoria son las redes sociales.

Estamos ante un movimiento democrático porque la lucha es contra los poderes fácticos que han moldeado la opinión pública y controlan el 95% de las audiencias televisivas; responsables directos de la pasividad y la desinformación ciudadana. No es un movimiento estudiantil como los tradicionales que surgieron de manera atomizada y que tenían en el centro de sus críticas a una universidad en particular. Hoy confluyen universitarios de centros privados y públicos. Esa es una semejanza fundamental con el movimiento del 68. La otra, central, que ambos lucharon contra el autoritarismo mexicano al exigir y reivindicar derechos y libertades restringidas o ausentes. Sus bases sociales también son coincidentes en el inicio: sectores medios y altos ilustrados. Evidentemente son contextos distintos y sus derivaciones serán diferentes.

Un primer efecto del movimiento es haber sacudido una contienda que parecía definida y presa de la parsimonia. De continuar las movilizaciones con la intensidad previsible, crecerá la incertidumbre sobre los probables resultados del 1 de julio. Un hecho impensable hace tres semanas es que las dos cadenas televisivas han decidido proporcionar el espacio que habían negado. Valoraron que seguir ocultando la información o ignorar a los estudiantes sería como apagar el fuego con gasolina. Estos cuentan con las redes sociales que es un vehículo de comunicación horizontal y los pondrían en evidencia. El efecto de la cobertura televisiva es que la mayoría de la población se ha enterado del movimiento.

La movilización estudiantil es un hecho relevante incluso numéricamente; el listado nominal arroja que el 30.5% está conformado por jóvenes de entre 18 y 29 años de edad. Estamos hablando de 24 millones, 311 mil 767 votantes potenciales. Llama poderosamente la atención que de manera clara han reivindicado el ejercicio del sufragio como instrumento de cambio. No se trata de un movimiento de voto nulo, como fue en 2009 la convocatoria a través de redes sociales; hoy esgrimen la necesidad de la participación electoral para avanzar en la democratización del país y recuperar espacios controlados por los poderes fácticos. Incluso a partir del día lunes están respondiendo a la convocatoria del IFE y llamando a participar como observadores electorales.

Veremos qué pasa, por lo pronto el 11 de mayo cambió la historia de las campañas presidenciales y sacó de la modorra y placidez a miles de estudiantes, poniendo en movimiento con ellos a muchos simpatizantes de todos los sectores de la sociedad.