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Alberto Hernández H.
Profesor investigador de El Colegio de la Frontera Norte
El 13 de marzo de 2013 fue nombrado el cardenal argentino Jorge Bergoglio como el jefe máximo de la Iglesia católica. Haciéndose visibles muchos cambios con su llegada. Entre ellos, el hecho de ser el primer Papa no europeo y su no procedencia del clero secular, sino de una orden religiosa cuyos miembros no habían ocupado el cargo de Sumo Pontífice en la historia de la Iglesia, los jesuitas. Desde su primer año, el Papa Francisco, hizo visible su preocupación por retomar o hacer frente a distintas problemáticas sociales que afectaron la imagen de la Iglesia. Desde un primer momento, impuso una liturgia menos pomposa, buscando una correspondencia emocional con la gente. Comenzó a mostrar un nuevo estilo personal, sin lujos y gran sencillez.
El Papa Francisco, marcó importantes diferencias con respecto a sus antecesores. Algunas en estilos y formas, otras en aspectos más bien de fondo o estructurales. Juan Pablo II estuvo al frente de la Iglesia a lo largo de 26 años. Su carisma, sonrisa y buen humor lo hizo siempre ser recordado; pero con el tiempo ese jerarca perdió fuerza y poder, dejando en manos de la Curia romana muchas decisiones importantes. Por su parte, Benedicto XVI permaneció al frente de la Iglesia solamente ocho años. Su edad madura y estilo conservador le hicieron difícil avanzar la idea de lograr transformar a la Iglesia católica.
Los retos que el nuevo Papa tendría que enfrentar a su llegada ahora son enormes. Buscando recuperar el papel de la Iglesia, convirtiéndola en una servidora, en especial de las clases sociales menos favorecidas. Desde los inicios de su Papado se hizo notable su preocupación por la situación de pobreza y gran desigualdad social en muchos países del mundo. Reconoció que en diferentes regiones las personas tienen que migrar fuera de su país para encontrar mejores oportunidades de vida.
Denunció o hizo evidente cómo la violencia es un fenómeno creciente en varios países, en especial en América Latina, y los costos que esto tiene para millones de familias. Trazar una nueva agenda para atender el asunto de la constante violación de los derechos humanos, es otra más de sus tareas. Adicionalmente, el año pasado impulsó la Encíclica conocida como Laudato Si, en la que participaron cientos de especialistas e investigadores en temas medio ambientales originarios de todo el mundo, con el propósito de trazar una agenda de la Iglesia Católica en busca de contribuir a reducir los efectos negativos del cambio climático, así como valorar y cuidar al planeta y los ecosistemas por ser parte de la creación divina.
Hace 4 años el Papa Benedicto XVI realizó una visita a México, pero solo estuvo por poco tiempo en la región del Bajío, un punto importante del catolicismo más tradicional en el país. Su mirada sería, poco carisma, pero profundo conocimiento de la doctrina católica lo hacía moverse hacia cambios que su antecesor no logró hacer. Juan Pablo II, llegó a ser conocido como el Papa viajero, durante su mandato visitó 5 veces México. Con un estilo afable y hasta folclórico recorrió muchas ciudades de México. Cada uno de estos dos pontífices, tuvo una incidencia con distinta escala en los cambios que la Iglesia católica estaba requiriendo. Pero, el asunto real era que dicha iglesia estaba perdiendo devotos en forma cada vez más acelerada. Brasil y Centroamérica, son los dos ejemplos más notables.
El viaje a México del Papa Francisco representa o tiene un valor estratégico, no sólo porque es el segundo país con más católicos en el mundo, sino porque los temas que más le preocupan tienen una fuerte incidencia en este país: economía, pobreza, violencia y migración. La selección de los lugares por visitar no parece fortuita, seis espacios o ciudades que ofrecen esta mirada. De la frontera sur a la frontera norte, de extremo a extremo, del catolicismo más tradicional, como el michoacano, pasando por el municipio más poblado del país, hasta la histórica gran ciudad capital, y la ciudad más estigmatizada de la frontera de México-Estados Unidos.
Cada una de ellas, dibuja de una u otra manera esos temas. Aunque en algunas de estos problemas, como la violencia se han acentuado, las personas ven en la religión, y particularmente en la fe católica, una esperanza de cambio, un anhelo. Los obispos de esas diócesis comparten algunos de estas preocupaciones. Inclusive algunos de ellos han manifestado sus preocupaciones en cuanto a fenómenos como el crimen organizado y la violencia.
Ir a San Cristóbal de las Casas representa un gran reto, ya que esta bella ciudad colonial ha pasado un gran proceso de transformación. Desde el alto porcentaje de población no católica, en su mayoría indígenas, pasando por un presidente municipal dirigente de una Iglesia evangélica. En esta ciudad, quedó como antecedente la lucha por los indígenas y sus derechos del obispo Samuel Ruiz. Es de igual forma un municipio, en que se han agravado problemas de pobreza y desigualdad social. Su realidad social, aún desde el levantamiento zapatista ha cambiado muy poco. Finalmente, por alguna razón los indígenas en ese estado son los que más han cambiado de religión.
En cambio a su llegada a Ecatepec, el Papa verá otra realidad de un municipio metropolitano a la Ciudad de México, con una alta proporción de población inmigrante. Un nuevo rostro en medio de muchas tradiciones ligadas a la religiosidad popular. Es decir, donde se hace presente un catolicismo de imágenes, rituales y devociones. En la Ciudad de México, esa visita representa la reafirmación de la tradición católica inspirada en la gran devoción a la Virgen de Guadalupe. Mientras que Morelia es un espacio cargado de mucho simbolismo histórico para la Iglesia católica. Su población mantiene un catolicismo tradicional, no obstante de ser un estado que ha sufrido los embates de la violencia.
A su llegada a Ciudad Juárez, la segunda ciudad económica u poblacionalmente más importante de la frontera norte y vecina de El Paso, Texas, se encontrará con una ciudad que ha pasado por una cruenta lucha entre bandas del crimen organizado, y que también ha sufrido intensamente los fenómenos de juvenicidio y feminicidio como ninguna otra, y donde la desesperanza y tristeza de su sociedad ha comenzado a cambiar lentamente.
Una ciudad con gran diversidad religiosa y un catolicismo arraigado, muestran los orígenes heterogéneos de su población migrante. Lo mismo que un zacatecano o duranguense, que un mexiquense o veracruzano. Tocar esta frontera es mirar también el lado de la migración. Tanto de los centroamericanos que llegan o cruzan por ese territorio, como por los miles de mexicanos que desde hace más de un siglo han visto al país vecino como un sueño o una nueva oportunidad de vida.
Muchas opiniones y discusiones polémicas han sido adjudicadas al Papa Francisco, desde su lado transformador o reformador, su estilo suave pero contundente, su constante enfrentamiento con la Curia romana, su estilo de cabildear, entre otros. Pero sin duda su formación jesuita pesa en sus acciones. Puede aparecer autoritario o flexible y sensible. Religioso, conocedor y políticamente sabio. Un Papa entre la tradición y la modernidad, ese es un estilo.
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