Historia de las cañerías

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Opinión de Víctor Alejandro Espinoza Investigador de El Colegio de la Frontera Norte

miércoles 4 de marzo de 2020

La labor de los historiadores es imprescindible para conocer nuestros derroteros; la historia da cuenta del pasado para reconocer nuestro presente y para ayudarnos a cimentar un mejor futuro. Fritz Glockner se echó a cuestas la titánica tarea de comprender y explicarnos que pasó en el México subterráneo de los años que corren entre 1968 y 1985. Su trabajo se materializa en el libro “Los años heridos. La historia de la guerrilla en México, 1968-1985”, publicado por la Editorial Planeta.

A través de casi 600 apretadas páginas recorre la historia de la guerrilla, pero también la del México autoritario. Es una historia del subsuelo nacional, lo que ocurrió en esas dos décadas terribles en la que el gobierno decidió combatir la inconformidad con la violencia y la barbarie. Es la historia que faltaba conocer para comprender la forma como se sostuvo el sistema autoritario. A la vez que reprimía las inconformidades sociales, el crecimiento económico empezaba su declive. Unas clases medias hartas de la falta de democracia y de la sinrazón gubernamental que deciden tomar las armas.

No se podría explicar el enorme esfuerzo de investigación que llevó a cabo Fritz Glockner sin el lazo que lo une a la historia: la participación de su padre Napoleón Glockner Carreto y de su tía Julieta Glockner Rossainz en la guerrilla, al incorporarse a las Fuerzas de Liberación Nacional en Puebla. Su padre desaparece en 1971 y hasta 1974 reaparece como preso en el Palacio Negro de Lecumberri. Nueve largos años le tomó al autor redactar esta historia monumental: “La idea original de escrutar las razones que llevaran a dos miembros de mi familia a incorporarse a las filas de un grupo armado y clandestino se ha ampliado por todos estos años de convivencia intensa con los personajes de esta historia”. Están presentes en este libro múltiples microhistorias de la vida clandestina y pública de nuestro país. Son los afectos los que nos llevan a recuperar la memoria, para comprender la vida de nuestros seres queridos, de nuestras querencias.

Estamos ante una historia que recrea a personajes de carne y hueso, con nombres y apellidos. No es una historia de las organizaciones guerrilleras, sino de quienes las integraron y que nos ayuda a explicar cómo terminaron muchas de las luchas que iniciaron a finales de la década de los sesenta. En la presentación del libro Fritz Glockner nos contaba lo que significó para un jovencito de 13 años ir a visitar a su padre los fines de semana a la cárcel de Lecumberri. Y cómo años después regresó a dicho edificio ahora convertido en el Archivo General de la Nación, a recuperar a su padre pero “ahora en papel”. Rescatar la memoria de “mis afectos fue muy difícil, por eso tardé nueve años en escribir el libro y no tres como lo había convenido con la editorial”.

Los jóvenes mexicanos que ante la cerrazón del Estado decidieron abrazar las armas, vieron en los guerrilleros rurales de Guerrero, Genaro Vázquez Rojas y Lucio Cabañas Barrientos, dos referentes que los motivaron a seguir su ejemplo. Decenas de jóvenes de Monterrey, Guadalajara, Ciudad de México, Chihuahua, Culiacán y Mexicali se dieron a la tarea de formar diferentes grupos guerrilleros. El más grande sin duda sería la Liga Comunista 23 de Septiembre fundada el 15 de marzo de 1973 en Guadalajara y que según informes oficiales llegó a contar con 392 militantes en diferentes ciudades del país. El Estado mexicano emprendió una verdadera “guerra de baja intensidad” contra la guerrilla. Masacró a sus militantes: asesinatos, desaparecidos, torturados, es el saldo de esta tragedia nacional. En la narración se describen con claridad las acciones de uno y otro bando. Desde los “vuelos de la muerte” (guerrilleros arrojados al mar desde aviones que salían de Pie de la Cuesta en Acapulco), hasta los errores de los mismos combatientes que los condujeron a un callejón sin salida. El autor logra una historia narrativa impecable, objetiva y veraz, fruto de un trabajo de décadas y motivada por el deseo de rescatar la memoria y sus afectos.

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