La economía mexicana está por cumplir 30 años de bajo crecimiento: En promedio entre 1982 y el 2010, apenas ha creció un 2.1%, muy por debajo de lo alcanzado durante la etapa del desarrollo estabilizador. Ahora bien si tomamos en cuenta el comportamiento del PIB per cápita, las cosas son peores aún, ya que durante el mismo periodo se registró un crecimiento del 0.46% en promedio anual. Asociado con este magro crecimiento económico, se encuentra el elevado desempleo y la precarización del empleo: Entre 1982 y 2008 apenas se crearon un promedio anual de 354 mil 306 empleos en el sector formal de la economía y el número de empleos precarios entre el 2000 y el 2010 se incrementó en más de 6 millones de personas.
Existen dos causas posibles de este decepcionante desempeño macroeconómico: La primera tiene que ver con la incapacidad de la economía nacional para hacerse de un núcleo endógeno de dinamización tecnológica en el sector manufacturero, dado que la industrialización nunca se completó. Esto generó una deficiencia estructural que le impidió crecer. Y las manufacturas han tendido a reducir su crecimiento y con ello han mermado la productividad y las posibilidades del crecimiento económico global. La segunda tiene que ver con las políticas económicas de estabilización implementadas durante el primer lustro de la década de los ochenta y las reformas estructurales inspiradas en los principios del Consenso de Washington, gracias a las cuales el viejo modelo económico basado en la economía mixta y la industria como motor del crecimiento se transformó, dio un giro de 180 grados hacia un modelo económico neoliberal basado puramente en el mercado, sin una política económica industrial definida, lo que dañó seriamente la capacidad potencial de crecimiento del País. En la actualidad no se tiene una política industrial clara y las exportaciones no se han constituido el motor del crecimiento económico.
Estas tendencias estructurales hacia el estancamiento crónico se han visto magnificadas sobre todo en los doce últimos años, por la mala gestión económica de las últimas administraciones. Durante el periodo 2000-2010 el crecimiento medio anual del producto per cápita fue del 0.43%, por lo que estuvo por debajo de la tasa de crecimiento de la población. Lo que implicó que durante esta etapa no se crearan los empleos que se requerían cada año por lo que estas administraciones federales no lograron estabilizar la economía y reducir el desempleo. Además su política de austeridad afectó fundamentalmente a la inversión pública, la apreciación del tipo de cambio real afectó las exportaciones y la falta de financiación bancaria redujo la capacidad de las empresas para expandirse y crecer.
Si queremos que la economía mexicana crezca se requiere modificar el rumbo, se requiere reconocer que el modelo económico basado en el mercado ha sido incapaz de impulsar el desarrollo económico y el bienestar de la población. Se necesita una política industrial estratégica que garantice una alta tasa de crecimiento económico y que en el largo plazo impulse a la inversión privada como motor del crecimiento económico.