Europa frente al genocidio

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Opinión de Enrique F. Pasillas de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 2 de octubre de 2025

El autor es jurista. Investigador Posdoctoral por México (Sechiti) en el Departamento de Estudios de Administración Pública de El Colegio de la Frontera Norte. Hay quienes sostienen, no sin razón, que el derecho humanitario internacional y todo el sistema internacional basado en reglas yacen hoy sepultados por dos años de bombardeo y masacre bajo los escombros de Gaza. Pero vale recordar que el genocidio, los crímenes de guerra y los crímenes de lesa humanidad son delitos internacionales que no prescriben. Hay que ser claros: pese a las dilatadas campañas de engaño y desinformación, no hay una guerra en Palestina, porque solo el colono invasor posee un ejército entrenado y pertrechado con las últimas tecnologías del exterminio y la muerte. Por lo demás, es un hecho irrebatible que un estado colonial respaldado por otros con un pasado análogo, ocupa ilegalmente un territorio que no le pertenece y sobre del que no tiene ningún derecho, según incontables resoluciones de Naciones Unidas al menos desde 1947, todas violadas sistemáticamente hasta hoy por esa entidad estatal bajo la complacencia internacional. Es entonces a los nativos palestinos (semitas) y no a los colonos invasores polacos y de otros países de Europa oriental a quienes asiste el legítimo derecho a la resistencia armada, a la autodefensa y a la autodeterminación frente a la invasión y la barbarie que sufren desde hace décadas (Declaración Universal de DDHH, Resolución 2665 de la Asamblea General de la ONU). Y es una mentira repetida hasta el hartazgo que la deriva actual inició por los actos terroristas cometidos por Hamas el 7 de octubre de 2023.  

Es así que cumplidos ya 80 años de la capitulación nazi en Berlín ante las tropas soviéticas, la historia parece repetir algunos de sus más negros capítulos, pues el silencio y la complicidad europea con los crímenes cometidos en contra de población civil indefensa de Palestina en Gaza especialmente, ha alcanzado un punto de no retorno en el otoño de 2025 que previsiblemente cambiará la configuración de poder en esa región y en el resto del mundo. Al respecto sabemos que desde el año 2000, la Unión Europea (UE) mantiene un Acuerdo de Asociación con Israel que supuestamente condiciona la cooperación económica al respeto de los derechos humanos. Una cláusula que suena hueca después de tantos meses de bombardeos sistemáticos, destrucción y asesinato a sangre fría sobre los pobladores históricos Gaza, que arrojan  un aproximado, según fuentes serias, de 650 mil personas masacradas, mutiladas y/o desaparecidas (un tercio de la población estimada de la franja de Gaza) —la mayoría mujeres, ancianos, niñas y niños— y la deliberada destrucción de hospitales, escuelas, casas, campos de cultivo, animales, universidades, panaderías e instalaciones hidráulicas y sanitarias. Así, mantener hasta hoy ese acuerdo de asociación equivale a premiar un exterminio que llega como culmen de décadas de un régimen de apartheid que viola sistemáticamente los derechos humanos de millones de personas, así como avalar una ocupación militar salvaje y patrocinar todo el catálogo de crímenes de lesa humanidad. Mientras, cada declaración comunitaria (UE) se llena de “eufemismos” para evitar llamar a las cosas por su nombre, pero el artículo 2 de dicho acuerdo es un ejemplo ilustrativo sobre los maleables “valores europeos”, que por lo visto solo se aplica para ciertos casos y personas. Así que ante el estado de cosas, suspender el acuerdo y dejar de patrocinar un genocidio en directo, es todo menos una medida radical. Y es lo mínimo que exige el derecho internacional, porque cada día que sigue en vigor, se ensancha y agranda la vergüenza histórica. En claro contraste, cuando Rusia invadió Ucrania, la respuesta de la UE fue inmediata: sanciones económicas, aislamiento diplomático, comercial, deportivo y cultural y un corte total de suministros tecnológicos y armamentísticos. Pero con el estado sionista, pese a las decenas de miles de víctimas civiles, se mantiene una hipocresía escandalosa, dado que la UE sigue permitiendo la compra-venta de componentes militares, tecnología de vigilancia y cooperación industrial con empresas vinculadas al ejército sionista, donde países como Alemania, Francia o el Reino Unido miran a otro lado mientras sus fábricas nutren y se nutren de la maquinaria de guerra. Así que mientras no se corte de raíz ese flujo donde se hacen tan jugosos negocios todos los días, Europa seguirá tomando partido y parte activa en el genocidio en curso. 

A día de hoy, más de 150 países de 193 en la ONU han reconocido al Estado Palestino, aun cuando cada día queda menos que reconocer. ¿Qué fronteras? ¿Que territorios? ¿Qué población? ¿Qué gobierno? Sin embargo, hasta hace poco dentro de la UE, solo una minoría lo había hecho. Mientras, los gobiernos más influyentes de Europa occidental siguen repitiendo la absurda solución  de “dos Estados”, que en realidad no lo es, sin mover un dedo para que pueda existir el Estado palestino. Porque reconocerlo no debería ser un gesto simbólico, sino un acto de dignidad y presión internacional. Negarse a ello o simular reconociendo y no haciendo nada más, es alinearse con quienes prefieren una ocupación ilegal y sangrienta de modo permanente. Es validar en la vía de los hechos consumados la destrucción de Gaza como estrategia de expansión de los asentamientos ilegales de los colonos sionistas como la normalidad de facto, tal como ha sido desde antes de 1948. Europa no puede hablar de paz con mínima credibilidad mientras no de pasos firmes para asegurar su viabilidad en Gaza, lo mismo que en Ucrania y en el resto del mundo. Otra cosa será demagogia.

Así, mientras que son varios actores y organismos internacionales los que han establecido a estas alturas que en Gaza se comete un genocidio (Relatoría de la ONU, Amnistía Internacional, Corte Penal Internacional) en Bruselas, capital de las instituciones de la UE, se  guarda un silencio ignominioso, se oculta informes e investigaciones de sus propios juristas porque temen molestar a la autoridad imperial, cuando la UE debería ser la primera en respaldar esas investigaciones y no la última en mencionarlas. No hay “equilibrio diplomático” que valga frente a las ejecuciones extrajudiciales de periodistas, cooperantes internacionales, diplomáticos, médicos, sanitarios y enfermeras, desplazamientos forzados masivos, mutilaciones infantiles y el uso del hambre y la sed como armas de guerra y exterminio. 

Por eso, sostener la posibilidad de la justicia internacional significa aceptar sus conclusiones, aunque impliquen perder negocios o arrestar y procesar a clientes y aliados. Y así Europa se dirige a la irrelevancia internacional, donde el liderazgo extraviado de la UE permite que los representantes sionistas promuevan bulos y mentiras por todo el mundo mientras se destruye Gaza. Países como Bélgica o España podrían dar el primer paso y expulsar a esos operadores como señal clara de que los crímenes tienen consecuencias, tales como negarse a normalizar un régimen colonial y criminal. Porque la historia nos enseña que cada vez que Israel destruye Gaza, Europa paga la reconstrucción. Cada vez que Gaza se reconstruye, Israel vuelve a bombardearla. Y vuelta a empezar. Entonces, la ayuda europea no puede seguir dándose con el permiso del ocupante ni usarse para justificar la inactuación política. Es necesario un plan de reconstrucción bajo control internacional, con garantías, libertad de movimiento y sin veto sionista. Financiar la reconstrucción no puede seguir siendo el precio de callar ante la destrucción. Pero en las universidades, en los medios, en los parlamentos de Europa, actúan redes organizadas que se dedican a blanquear la ocupación, difamar a activistas por Palestina y negar el genocidio. Se presentan como defensores de la “convivencia” mientras aplauden la limpieza étnica. Igual que Europa ha perseguido las campañas de “desinformación” rusa, debe investigar y sancionar al lobby sionista violento y su “jásbara” (mentiras) que amenaza periodistas, intimida académicos y presiona a partidos para silenciar cualquier crítica a Israel. La libertad de expresión no puede seguir siendo rehén de un chantaje ideológico con respaldo diplomático de las antiguas potencias coloniales.

Mientras, el régimen de ocupación no ha tenido empacho en ordenar el corte de agua y suministros humanitarios a dos millones de personas, la demolición de escuelas y hospitales, la aniquilación de barrios y familias enteras y ha convertido a Palestina entera en un laboratorio del horror. Así que no basta con investigar ni con condenar. No basta con hacer amables “llamados”. La camarilla de sicópatas que gobierna dicho enclave debe ser juzgada por un tribunal internacional, tal como ocurrió con los nazis en Núremberg y con Milosevic en La Haya. 

Hoy son los pueblos de Europa (Irlandeses, británicos, belgas, franceses, españoles, italianos) quienes respaldan masivamente la legítima resistencia palestina y empujan cada día la iniciativa que no quieren tomar sus gobiernos. Pero si Europa quiere ser capaz de mirar de frente a su propia historia, deberá sumarse a la creciente exigencia de que los criminales confesos sean llevados a juicio internacional por genocidio. Mientras, yendo mucho más allá desde el sur global, Bolivia o Colombia rompieron relaciones diplomáticas con la entidad sionista. Brasil suspendió acuerdos económicos y militares y se sumó a la denuncia de Sudáfrica en la CPI contra los crímenes del estado sionista. Chile retiró a su embajador. Pero puede y debe hacerse mucho más para parar el genocidio en Gaza. 

Enrique F. Pasillas
El Colegio de la Frontera Norte, Estancia Postdoctoral.


Las opiniones expresadas son responsabilidad de quien las emite y no reflejan necesariamente una postura institucional de El Colegio de la Frontera Norte.

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