El uso político de los programas sociales

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Opinión de Mario Alberto Jurado Profesor-Investigador del Colegio de la Frontera Norte de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 26 de abril de 2012

Por cuestiones de trabajo junto con algunos colegas hemos estado recorriendo algunas ciudades en el país para realizar evaluaciones cualitativas del programa Hábitat. Este programa focaliza sus actividades en comunidades urbanas pobres que la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) llama polígonos de pobreza.

En estas comunidades, que pueden abarcar algunas colonias o solamente una parte de alguna de ellas, al menos el 50% de la población es pobre de acuerdo a ciertos criterios, donde se toman en cuenta diferentes indicadores que reflejan la incapacidad de la población para satisfacer ciertas necesidades básicas como vivienda, educación, vestido y trabajo digno.

Las acciones que se realizan dentro de este programa van encaminadas a mejorar la infraestructura urbana, permitiendo a esta población tener ciertos servicios como agua potable, electricidad, pavimento, drenaje, entre otros. La otra estrategia que se implementa es la de fortalecer el capital humano mediante cursos de capacitación y exámenes médicos. También se busca desarrollar acciones que mejoren la calidad de vida de estas familias pobres.

En nuestro recorrido nos hemos topado con comunidades pobres que tienen más de 30 años de existencia y aún carecen de algunos servicios básicos. Encontramos ciertas diferencias regionales como en el norte del país, donde la población de estos polígonos tiene más altos ingresos monetarios, pero más precariedad en las condiciones de vivienda y de servicios, mientras que en algunos municipios del centro y sur del país observamos mejores condiciones de servicios e infraestructura urbana, pero más bajos niveles de ingreso.

No obstante, una de las debilidades del programa es que desarrollan proyectos semejantes en regiones diferentes. Así, sin un diagnóstico preexistente, que en teoría debería de existir, se distribuyen sillas de ruedas, anteojos y andaderas para la población que lo necesite y se realizan algunos exámenes médicos, que son los mismos en los diversos polígonos del país. Es claro que este tipo de acciones se necesitan, pero no se calcula en qué magnitud, ni cuándo es mejor realizarlas. Así, de repente, nos damos cuenta que se distribuyen aparatos auditivos o visuales indiscriminadamente y nos encontramos con personas con estos tipos de aparatos que no necesitan y un buen número de ellas que necesitando no tienen aparatos.

Tal vez una de las deficiencias más evidentes del programa, a pesar de las múltiples bondades que tiene, es la forma en que se implementa. Regularmente las autoridades municipales utilizan los métodos tradicionales del clientelismo para distribuir las ayudas e implementar las acciones. La poca participación de la gente potencialmente beneficiada posibilita un desconocimiento de la existencia del programa y una manipulación de éste para beneficios políticos de ciertas autoridades y partidos. Así, los operadores del programa siempre tendrán a una población disponible que estará al tanto de qué acciones tienen que hacer para poder salir beneficiadas de los proyectos del programa. Son materia disponible para el acarreo. Lo más grave es que a raíz de las últimas crisis económicas lo que más han estado solicitando la población son las ayudas alimenticias y el apoyo de Oportunidades, lo que es claramente un reflejo del aumento de la pobreza en México.