México y Estados Unidos viven un creciente clima de tensión en torno al Tratado de Aguas de 1944 por el inevitable incumplimiento del primero de saldar la deuda de agua total al término del ciclo 36 que concluyó el pasado 24 de octubre. Un episodio que se suma a una serie de desencuentros que vienen desde la llamada deuda del agua en la década de 1990 y de la política de presión que ha ejercido el gobierno estadounidense durante el presente año.
Dos temas sobresalen en el escenario anterior: qué vías se abren al gobierno mexicano para saldar la deuda en el corto plazo ante la presión del gobierno estadounidense y qué procederá posteriormente en el marco del Tratado de 1944. En el primer caso es indudable que México ha hecho un esfuerzo para hacer entregas extraordinarias en el presente año a pesar de las condiciones de sequía que vive el país, como lo demostró el acuerdo establecido con el gobierno estadounidense en abril pasado, bajo el cual se redujo la deuda en un poco más de 1000 Mm3. En este ánimo el gobierno federal planteó recientemente el pago de la deuda en el mes de noviembre, a través de un acuerdo con los gobernadores de los estados que albergan a los seis afluentes mexicanos que forman parte del Tratado, y de los términos del Acta 331 que integran a los ríos San Juan y Álamo no contemplados en el mismo.
Si bien la propuesta anterior es una muestra de la voluntad del gobierno mexicano para cumplir con sus obligaciones, no deja de enfrentar un elemento de incertidumbre. En este sentido una vía alterna indiscutible sigue siendo la diplomacia. Por años, la labor de la CILA/IBWC ha sido el pilar operativo del Tratado para negociar y concretar acuerdos en un marco de buena vecindad y cooperación entre ambos países. El Acta 331 es una muestra de esta base de principios. En el momento actual, sin embargo, las presiones del gobierno de Estados Unidos y la obligada intervención directa del gobierno mexicano parecen haber rebasado su representación y funciones. Se hace imprescindible entonces recuperar este canal, respetando su personalidad y experiencia en todos los procesos que atañen a la operación del Tratado.
Los escenarios futuros integran igualmente una serie de elementos a considerar. La idea de abrir el Tratado de 1944 ha sido objeto de un debate largo e intenso por sus implicaciones en el momento actual de la relación entre ambos países. Ante este proceso inconcluso quedan las actas que emite la Comisión como la posible vía para desarrollar acuerdos que reflejen el entorno cambiante de nuestra frontera común. En este sentido los insumos de los actores locales fuera del ámbito tradicional de la Comisión se convierten en un recurso esencial, y su participación deberá ser recuperada y fortalecida en los llamados Foros Ciudadanos con que ya cuenta la Comisión en sus dos secciones, cuyo propósito es precisamente el diálogo con las comunidades fronterizas sobre temas y problemáticas regionales.
Por último, e independientemente de la temporalidad de este análisis, es necesario resaltar el papel de un actor central en el estudio y seguimiento del Tratado de 1944 a través de su historia. Se trata de la comunidad científica y los actores no gubernamentales a ambos lados de la frontera, cuya tradición y labor ha perdurado a través de cambios en las políticas nacionales y de cooperación binacional, y que continuarán sin duda siendo una referencia obligada, aportando conocimiento y alternativas de solución.
José Luis Castro Ruiz
El Colegio de la Frontera Norte
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