El partido y el presidente

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Opinión de Víctor Alejandro Espinoza Valle Investigador del Departamento de Estudios de Administración Pública de El Colegio de la Frontera Norte de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 23 de agosto de 2012

El Partido Acción Nacional fue fundado en septiembre de 1939 bajo el gobierno del general Lázaro Cárdenas. Grandes intelectuales fueron el núcleo base: Manuel Gómez Morín, Efraín González Luna, Adolfo Christlieb Ibarrola y Rafael Preciado Hernández, entre otros. Años después destacaría Carlos Castillo Peraza, el último de los humanistas e intelectuales blanquiazules. De los tres grandes partidos nacionales es el más jóven (el PNR, antecedente del PRI, se fundó en 1929 y en 1919 surgió el Partido Comunista Mexicano antecedente del PRD). Después de una larga vida en la marginalidad y en algún periodo en la clandestinidad, fue creciendo como el partido de oposición más aguerrido y destacado, que tuvo como bandera la democratización del sistema político mexicano. ¿Qué le sucedió al PAN para llegar a la situación crítica por la que hoy atraviesa?

Pese a triunfos en alcaldías y en el Congreso federal desde los años cuarenta, la primera gran victoria electoral panista fue en 1989, cuando ganó la gubernatura de Baja California abanderado por Ernesto Ruffo Appel. A partir de ahí hubo un giro radical en el papel de Acción Nacional: se convirtieron en gobierno; lo cual quiere decir que la disputa por el poder a su interior cobró otra dinámica. Recuerdo que Carlos Montejo Favela nos comentaba que en 1989 había aceptado la candidatura a la alcaldía de Tijuana porque nadie lo había querido hacer y porque estaba seguro de que iba a perder. Ganó y la presión le produjo dos infartos durante su mandato.

Luego llegó el triunfo tan esperado por su militancia: la presidencia de la República en 2000. Eso marcó otra fase. Sin embargo, Vicente Fox siempre pensó que Acción Nacional se había beneficiado de su carisma; que antes que el PAN había ganado él (y Marthita). Con Felipe Calderón llegó por primera ocasión un militante de tiempo completo. Pero la sana distancia ente el presidente y su partido se desdibujó. Decidió controlarlo todo, lo cual queda en evidencia al poner y quitar presidentes. El único que se le ha querido salir del redil ha sido el actual, el chihuahuense, Gustavo Madero Muñoz.

En la debacle del PAN (cayó al tercer lugar de las preferencias) Felipe Calderón tiene una enorme responsabilidad. Nunca permitió que ninguno de sus colaboradores creciera durante el sexenio para que se perfilara como su sucesor. Le daba pavor la competencia. Por eso los perfiles tan bajos de quienes finalmente aparecieron. Peor aún, la candidata, Josefina Vázquez Mota, nunca gozó de las simpatías del habitante de Los Pinos. Su gallo no era gallina era Ernesto Cordero.

Doña Chepina tampoco tuvo el arrojo para marcar distancias con Calderón: le temía, como le temen sus colaboradores. Pensó que sin el apoyo presidencial no tendría oportunidad de competir: pero ese camino también la condujo a la derrota. Desde luego que la caída no puede explicarse exclusivamente por la desastrosa campaña: son doce años donde se han agudizado los problemas sociales: violencia y desempleo, de manera visible. Pero en ese contexto también hay una responsabilidad de las políticas calderonistas.

A tres meses de que concluya su mandato, Calderón sentenció; “perdimos la presidencia no perdamos a nuestro partido”. En el fondo quería decir: lo que importa es quedarnos con el partido. Propuso una “refundación” inmediata, antes de concluir su mandato. La mayoría de los panistas lo interpretó como el intento de colocar a sus cercanos para garantizar el control personal. No se salió con la suya, o lo hizo a medias: en la comisión revisora colocó a su gente cercana. Sin embargo, a partir del 1 de diciembre podría ser otra historia: hay evidencias de que su poder declinará y los calderonistas se empezarán a bajar del barco. Todos aquellos que aspiren a una candidatura blanquiazul saben que el apoyo presidencial de hoy puede ser el beso del diablo a partir del 1 de diciembre. La mayoría de las veces la lucha por el poder es como una partida de ajedrez.

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