El Padre Pantoja, de la asistencia a la incidencia

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Opinión de Blanca Vázquez Investigadora de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 21 de enero de 2021

En los años ochenta y noventa, cuando aparecieron las primeras iniciativas de ayuda a migrantes en la región noreste, pocos imaginaron la importancia que tendría en el futuro la red de casas y albergues de ayuda humanitaria para personas en movilidad, y la significancia de algunos personajes que se volverían voceros y luchadores incansables de la causa humana a favor de los migrantes.

En aquellos años el fenómeno migratorio se conocía poco, aunque su visibilidad e implicaciones se notaban en las ciudades de la frontera norte a donde llegaban diariamente decenas y cientos de personas buscando cruzar a Estados Unidos.

Personajes como el Padre Francisco Gallardo, en Matamoros; el Padre Pedro Pantoja en Ciudad Acuña y Saltillo; el Padre Leonardo López y el Pastor Aron Méndez, en Nuevo Laredo, o el Padre Luis Villarreal en Nuevo León, respondieron a su comunidad frente a una necesidad apremiante: alimentación y cobijo para quienes venían de lugares lejanos dentro de México o fuera de él.

Las primeras iniciativas surgieron como comedores o pequeños albergues en instalaciones parroquiales, al lado de templos para la oración. Así en 1987 abre sus puertas el albergue San Juan Diego en Matamoros, aunque desde dos años atrás ya ofrecían apoyo alimento a migrantes. Casi una década después el Padre Pedro Pantoja, en la frontera de Ciudad Acuña, Coahuila, abría Casa Emaús un albergue para migrantes que además de apoyo humanitario intentó ayudar a quienes se quedaban temporalmente en la ciudad, buscando su acomodo laboral por corto tiempo en las maquilas de la ciudad.

Pocos años después, ya en el nuevo siglo, de nueva cuenta el humanismo, compromiso y experiencia del Padre Pantoja -y con el apoyo del Obispo Vera- lo llevaron a darle forma a la labor de Sor Lupita en Saltillo, para abrir la Casa del Migrante en esa ciudad. Pocas iniciativas de ayuda humanitaria se convertirían con el tiempo en organizaciones estructuradas de la sociedad civil que fueran más allá de un sentido básico de altruismo, así surgió Fronteras con Justicia A. C. en Saltillo.

Ciertamente la visión del Padre Pantoja no fue única, surgieron otras iniciativas, aunque también muchas de ellas se quedaron en el camino, como es el caso del Centro de Defensoría de Derechos Humanos de la Casa del Migrante Nazareth en Nuevo Laredo, Tamaulipas. Ya desde los años noventa el Padre Leonardo ayudaba con recursos escasos a las personas migrantes, pero no fue sino hasta 2004 cuando abrió el albergue actual con el apoyo invaluable de la congregación Scalabrini. El Centro de Defensoría funcionó por algunos años no sin inconvenientes derivados de amenazas y ataques de los grupos delictivos locales, incluso contando con medidas cautelares de protección por parte de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

La violencia y riesgo para quienes toman esta labor como causa de vida tiene en ocasiones lamentables consecuencias. Recordemos al Pastor Aron Méndez, de Casa AMAR en Nuevo Laredo, quien fue secuestrado por extorsionadores de migrantes a plena luz de día frente al refugio en agosto de 2019 y desde entonces se desconoce su paradero.

Hay muchas más historias que podemos contar, sin embargo, su ardua labor se resume diciendo que todas las iniciativas y esfuerzos comenzaron ofreciendo ayuda humanitaria esencial a migrantes. Con el paso del tiempo algunos, como el Padre Pantoja, se dieron cuenta que no era suficiente e iniciaron otro largo camino hacia el activismo. No solo para concientizar y sensibilizar a las comunidades sobre la problemática migratoria y los derechos humanos de las personas migrantes, sino que comprendieron la necesidad de hacer trabajo de incidencia para cambiar la política pública.

Hacer incidencia política para cambiar la forma como se toman decisiones desde el Estado, y sus autoridades, incidir en la discusión de nuevos marcos normativos o en las decisiones sobre la distribución de recursos públicos, implica enfrentar el poder de cualquier tipo, desde el poder político hasta el poder de los grupos delincuenciales. El Padre Pantoja fue un visionario comprometido con la causa de los migrantes, su mirada sensible sobre las vicisitudes del viaje migratorio, su pasión y carisma personal sumaron a muchas otras personas a la labor permanente.

Con su trabajo el Padre Pantoja dejó claro que no es suficiente la asistencia humanitaria para las personas migrantes, nos mostró que es necesario trabajar desde las comunidades para sensibilizarlas y educarlas, señalar las omisiones y abusos de autoridades en temas de derechos humanos; él fue del altruismo al activismo, se convirtió en una figura significativa de la causa migrante.

El Padre Pantoja ya no está con nosotros, fue víctima de la Covid- 19 justo el día Internacional del Migrante. Los últimos 30 años de su vida fueron de trabajo incesante, su labor, al lado de la de muchos otros, ha sido fundamental para la agenda migratoria en nuestro país. Vamos a extrañar al Padre Pantoja, sin embargo, su labor queda como legado y muestra para continuar trabajando a favor de las personas en movilidad que transitan o llegan hasta nuestras comunidades.

Dra. Blanca Vázquez

El Colegio de la Frontera Norte