El menosprecio de la voz de las mujeres

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Opinión de Julia E Monárrez Fragoso Investigadora de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 11 de marzo de 2021

“Es más fácil criticar a las mujeres enojadas que hacer las preguntas ‘¿Qué te hace enojar tanto?’ ‘¿Y qué podemos hacer al respecto?’ Las respuestas tienen implicaciones disruptivas y revolucionarias” Soraya Chemaly.

En este país, las niñas y las mujeres tenemos muchas razones por la cuales estamos enojadas. Algunas veces porque hemos sido víctimas de las violencias patriarcales; otras, porque hemos sido testigos de las violencias que se ejercen impunemente en contra de otras. Una de ellas es la violación sexual, considerada como un delito de lesa humanidad.  Otra es la desatención al periodismo de investigación que ejercen las mujeres desterradas  pendientes del acontecer de la macrocriminalidad política del país.

Los recientes sucesos han sido del conocimiento nacional: la denuncia sobre el abuso, violación y tortura sexuales, de por lo menos cinco  mujeres, por parte de Félix Salgado Macedonio, candidato a gobernador por Morena para el estado de Guerrero.

Igualmente, las declaraciones que hizo la periodista mexicana, Anabel Hernández, sobre la omisión, permisividad e involucramiento del gobierno de Salgado Macedonio con las redes del crimen organizado, durante su mandato como presidente municipal de Acapulco (2006-2008).

Tal escenario muestra, como lo han explicado desde la antropología médica, el estadounidense, Arthur Kleinman, la canadiense, Margaret Lock y la india, Veena Das, con el concepto de sufrimiento social, que existen fuerzas sociales más amplias que se unen para arruinar las vidas individuales, de acuerdo a la posición que ocupan las personas en estas estructuras que las dañan o permiten dañar.

Este concepto nos sirve de lente para poder comprender las experiencias de dolor y/o sufrimiento, físico, emocional, psíquico, sexual que estas mujeres han expresado en un contexto más amplio, que implica el control político, el control económico, el control macro criminal y el control legal, en el territorio y en el cuerpo de las mujeres, desde una violencia y hegemonía patriarcal. 

Las respuestas del presidente Andrés López Obrador sobre este tema, me llevan a la pregunta que hace Soraya Chemaly, escritora, crítica y activista feminista estadunidense, cuyo trabajo se centra en  los temas de  violencia sexualizada y representaciones de mujeres en los medios. En su libro “Rage Become Her. The Power of Women´s Anger”, ella se cuestiona ¿qué perdemos personalmente y como sociedad al no escuchar la ira de las mujeres o respetarla cuando tiene voz? Las respuestas que demos tienen implicaciones para una sociedad justa y democrática. 

En este contexto retomo algunas de las respuestas que el jefe del gobierno nacional esgrimió cuando el movimiento feminista pidió la renuncia de Salgado Macedonio como representante de Morena a la candidatura de Guerrero. Éstas, reflejan la desigualdad de género y una incomprensión del doble estándar que se utiliza para poner en la discusión pública la demanda de las mujeres y el contexto estructural que las daña.

Tiene razón el presidente cuando dice que: “los asuntos que tienen que ver con  violación, (…) ese tipo de cuestiones son muy fuertes”. En otros términos, podemos decir que la violencia sexual contra las niñas y las mujeres en sus diferentes expresiones son situaciones límite. Las situaciones límite para el sociólogo francés Michael Pollak, son eventos que transforman de una manera brutal la condición humana de quien ha sido víctima. La mujer violentada se fragmenta, y las rupturas y traumas acompañan su nueva identidad social. 

Desde otro ángulo, cuando se refirió por primera vez a esta demanda de justicia, el mandatario expresó: ¿por qué en tiempos de elecciones? Porque la violencia machista que se encarna en el cuerpo de las mujeres tiene una larga historia de incredulidades. De hecho, esta suspicacia sigue presente en la interrogante que él hace.

Igualmente porque las víctimas tratan de fijar y de superar un pasado que no se consintió. Eso dificulta y obstaculiza a las niñas y a las mujeres para que puedan ofrecer su testimonio ante una institucionalidad de la cual carecemos. Sí, lo sabemos “son tiempos de elecciones y hay acusaciones de todo tipo”. Sin embargo, en un país como el nuestro, la violencia contra las mujeres es una pandemia. Una pandemia que se refleja en una impunidad que va más allá de nuestros datos. Por lo tanto, está de más decir que: “que la justicia actúe; y se vea si existen elementos”. Este es un reclamo que se le hace a México desde los organismos internacionales de Derechos Humanos, desde hace décadas. Esta es una demanda pendiente. 

Entonces yo me pregunto ¿cuál fue el compromiso que adquirió el gobierno federal al formar parte de la Iniciativa Spotlight (2019), en  una alianza global con la Unión Europea, la Organización de las Naciones Unidas y sus organismos especializados para eliminar todas las formas de violencia contra las niñas y las mujeres. Y con una fuerte  responsabilidad de concentrar sus esfuerzos en esta tarea en cinco municipios de tres estados del país. Uno de ellos Guerrero. 

Tiene razón el mandatario cuando expresa: “pero también, (que) se conozca cuál es el contexto”. Sobre Salgado Macedonio, Anabel Hernández, en su artículo:  “La doble cara de Félix Salgado Macedonio: dócil con los narcos, violento con las mujeres”, asevera:

“Durante el periodo de gobierno de Salgado Macedonio, los Beltrán Leyva y “La Barbie” no sólo utilizaban Acapulco- otrora uno de los puertos turísticos más importantes y conocidos de México a nivel internacional- como sede de discotecas, table dance, e infames masacres, sino que además era un importante centro de operaciones”.

Estas son cosas juzgadas, dice la periodista y tiene documentos para probarlas. Lo que escribe Anabel Hernández, “honrosa excepción de periodismo”, descalifica a Salgado Macedonio, como un hombre de política y de la llamada 4T. 

Con esto quiero subrayar, pues, que sí se está llevando a cabo una transformación; entonces es importante decirle al pueblo que la voz de las mujeres que denuncian la violencia que se ejerce contra ellas, es una violencia sexualmente política, que destruye un cuerpo, la autoestima, un proyecto de vida, una familia, un patrimonio y una salud, entre otras afectaciones.

Decirle que esta erradicación de la violencia, por parte de los hombres violentos, es asunto de todas y de todos, y que esta violencia es más importante que un proceso electoral y que no será tolerada por esta administración. Ello equivale a mostrar una opción por las personas marginadas, por las excluidas, y por quienes se les ha obstaculizado colocar su memoria, convertida, como lo dice Pollak, en “memorias subterráneas”, debido a procesos y actores que han construido una “memoria oficial”, una “memoria hegemónica”, a fin de denostarlas e impedir que se les haga  justicia.

Si esto no sucede, no se puede decir que el país camina hacia una transición democrática para ellas y para toda la ciudadanía; sino que, se ha construido una “memoria nacional” que desatendió y menospreció la voz de las víctimas. 

Dra. Julia E. Monárrez Fragoso

El Colegio de la Frontera Norte