El menosprecio de la lucha de las mujeres

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Opinión de Cirila Quintero Investigadora de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 5 de marzo de 2020

Sobre el paro de mujeres del  9 de marzo se han dicho tantas cosas, algunas tan inverosímiles, y poco fundamentadas. Por ejemplo, se  ha dicho que el movimiento está impulsado por la derecha; otros han expresado que quien lo dirige son grupos feministas extremistas, abortistas; otros más han dicho que el movimiento es manejado desde Estados Unidos por George Soros, todo ellos descontextualizados y aprovechando la lucha feminista para toda clase de intereses. Lo que tienen en común estas argumentaciones es el menosprecio  y desvalorización de la lucha de las mujeres, el no reconocer la organización y lucha real que existe entre las mujeres por una sociedad mejor. Son instancias que siguen considerando a las mujeres como menores de edad, como incapaces de armar o aprovechar un movimiento para darle el rostro de nuestro descontento y hartazgo por una sociedad injusta. Desconocen una lucha que inició hace muchas décadas y une a muchas mujeres en el mundo y desafía la alianza que persiste entre gobierno y sociedad para seguir restando importancia, y no reconocer, las demandas justas de las movilizaciones de mujeres.  En esta alianza colaboran no solo los políticos, sino también las organizaciones que se dicen feministas, y no los son, las mujeres del poder y la sociedad en general al difundir ideas falsas, desinformadas de lo que es la movilización. 

En la parte política, no se entiende que la lucha no es la protesta o la afectación del presente gobierno, es algo que se ha fermentado desde hace mucho tiempo y que ha explotado en este momento por el incremento de la violencia contra las mujeres; sobre todo por la no resolución de  decenas de feminicidios que siguen sin tener castigo y, lo peor, porque cada día más mujeres son violentadas y agredidas. Eso es lo que duele y lo que hace que las mujeres nos manifestemos: la sensación de inseguridad de ser agredidas en la calle, en los espacios de trabajo, en la casa, en todo lugar, simplemente por ser mujer, y pertenecer a una sociedad que no castiga este delito, y que no escucha nuestro reclamos.  

Declaraciones como que “no opaquen los feminicidios una rifa”; acciones como apagar las luces por parte de una instancia gubernamental, como el Poder Judicial de Hermosillo  cuando llega una manifestación feminista a solicitar el esclarecimiento a feminicidios y garantizar la no violencia contra las mujeres, no ayuda en nada y por el contrario enerva más a las mujeres por poner oídos sordos a sus reclamos y no incluir en la agenda nacional como problema prioritario la atención a la no violencia a las mujeres a través de políticas públicas que frenen de manera estructural el problema. No se quiere soluciones inmediatas pero sí avances importantes que muestren que se está atendiendo el problema.

Duele y enoja que distintos gobiernos, empresas y universidades están desvirtuando su participación en este evento, al manejar la idea de estar “concediendo permiso” y “no sancionar a las mujeres que falten”  por unirse a este paro. Esto no es una concesión, es un derecho legítimo a la manifestación, a la participación en la lucha por un mejoramiento en el trato a las mujeres, y quien se une lo hace en solidaridad con esa lucha. Resulta claro que el apoyar o “dar” un día no los hace feministas. Hay gobiernos o universidades que se unieron inmediatamente al movimiento cuando en su interior persisten diferentes grados de violencia, lo que muestra un doble discurso entre sus palabras y la realidad. El siguiente paso para estas instituciones y gobiernos que se unen al paro nacional de mujeres es la delineación de políticas de acción claras en sus instituciones que evidencien que el trato hacia las mujeres se está cambiando de manera estructural. 

El enojo se acentúa cuando medios de comunicación, redes sociales, difunden información, videos con argumentos no sustentados de personas, grupos que desinforman más. Colectivos que se dicen feministas pero defienden intereses políticos, y restan espacios a los mensajes de organizaciones y colectivos feministas con décadas de lucha, así como a grupos serios como la Red Nacional de Instituciones de Educación Superior Caminos para la Igualdad de Género (RENIES) que ha manifestado la exigencia de  “acciones urgentes, reales y planeadas que pongan un alto a los feminicidios y la violencia de género a la que estamos expuestas”. El reclamo a los medios de comunicación es por una mayor apertura a toda clase de voces y no sólo difundir las que desinforman, cuestionan e insultan el movimiento.

La desinformación vertida en los medios de comunicación, en las redes y la exaltación de las acciones violentas en movimientos feministas recientes, en la Ciudad de México y en Hermosillo, han llevado a la condena social de las manifestaciones feministas, apoyando con ello, la continuidad del sistema actual. En el norte de México, movernos no es fácil, y cuando lo hacemos no nos oyen, o somos juzgadas “como locas que enseñan las bubis”, amenazadas con ser asesinadas o violadas si nos manifestamos; al menos así sucedió en el performance de “Un violador en tu camino” que se escenificó en Ciudad Victoria y Matamoros. Esta represión y censura también cumple una función social:  inmovilizarnos, sentirnos culpables por salir a la calle a protestar y, apoya con ello, a seguir con la opresión a la mujer.  

Empero lo que más impacta es que mujeres en el poder, se unan a la censura al movimiento. Poniendo en primer lugar los intereses políticos antes que su calidad de mujer. Michelle Bachelet decía que no es suficiente que las mujeres lleguen al poder sino que estas mujeres tengan una perspectiva de género, es decir, que impulsen políticas de género transversales, y eso, a pesar de la mayor cantidad de mujeres en el gobierno actual,  no se observa. Aunque en el Gabinete y en el Congreso haya más mujeres, no se observan políticas sustanciales que muestren un avance en la transversalidad. Las mujeres lideresas pueden desempeñar en esta lucha un papel central al apoyar desde dentro del esquema gubernamental y empresarial políticas que impulsen la no violencia y el trato igual entre hombres y mujeres. 

Finalmente, el participar en las manifestaciones del 8 de marzo contra la violencia y los feminicidios y unirse al paro del 9 de marzo es una decisión personal y colectiva, que tenemos como mujeres. En este último, lo que se busca es mostrar lo que sería un mundo sin mujeres en el ámbito privado y público. Para los que asocian este movimiento con el paro de mujeres de Estados Unidos contra Trump en el año 2017, habría que recordarles que estos paros arrancan desde el siglo XX, cuando en 1971, las mujeres de Islandia pararon para mostrar lo que es una sociedad sin mujeres, (https://www.huffingtonpost.es/2018/03/07/el-dia-que-las-mujeres-pararon-islandia-en-1975_a_23379115/ ), y que derivaron en política públicas que condujeron a un trato más igualitario entre hombres y mujeres en este país. Así pues, las movilizaciones del 8 de marzo y el paro del 9 de marzo, serán parte de una lucha feminista por una sociedad que valore la importancia de la mujer en la sociedad pero también para mostrar que nuestra paciencia de no ser escuchadas se está agotando.