En noviembre del año pasado se anunció el Programa de Apoyo a la Zona Fronteriza, como “medida para poner en marcha una nueva política aduanera que busca facilitar el flujo del turismo; impulsar el comercio exterior y propiciar el crecimiento de la planta productiva” (SHCP). De ese programa derivó el cierre de las garitas en la franja fronteriza, que en Nuevo Laredo tuvo efecto el pasado 12 de septiembre.
Como resultado de ello, las últimas semanas los ciudadanos fronterizos han padecido los cambios de la política aduanera al ingresas a México desde el norte. Muchos ciudadanos están molestos por la revisión exhaustiva y cuestionamientos a detalle que, además de largas colas, en muchas ocasiones termina con la confiscación de varios productos de consumo frecuente de la población, productos adquiridos tradicionalmente en el mercado del país vecino.
Como en otros ámbitos de la política pública, se asume que las realidades regionales y locales en México son homogéneas, y en ese sentido las restricciones a la importación de productos adquiridos fuera de México se aplican en todo el territorio nacional. No desconocemos que existe una franquicia para residentes fronterizos y que existen ciertas restricciones fitosanitarias. Sin embargo, tampoco se puede negar que las características del mercado local fronterizo han sido particulares históricamente, y ello ha requerido y requiere medidas específicas para esta región.
La declaración y delimitación de zona de comercio libre para ciudades fronterizas, desde el siglo pasado, se justificó por la escasa relación comercial que existía entre la frontera norte y el centro del país. Con el paso del tiempo la población fronteriza fue creando patrones de consumo arraigados en el mercado del Estados Unidos, que siguen vigentes hasta la fecha.
En un estudio sobre patrones de consumo en la frontera de Coahuila, el 47.2% de los hogares declaró haber adquirido bienes de consumo en el mercado de su ciudad vecina en E. U. Esta condición mostró que el consumo de los fronterizos da forma al intercambio económico entre ciudades mexicanas y estadounidenses. Los habitantes fronterizos tienen dos opciones de mercado para el consumo: el mexicano, caracterizado por sus limitaciones y precios elevados, y el estadounidense, que ofrece precios bajos aunque con acceso legal limitado para toda la población.
Esos elementos que han existido por años dibujan, por un lado, una relación de interdependencia que existe entre las comunidades y las economías de ambos lados de la línea divisoria; muestra también las desventajas del mercado local para los consumidores mexicanos, y de la misma manera explican patrones de compra y consumo de los fronterizos a través del consumo de bienes importados.
La economía fronteriza mexicana y su mercado local han padecido el escaso crecimiento de la actividad productiva nacional de los últimos años. Los consumidores fronterizos han resistido no sólo la homologación del IVA al 16%, sino también el aumento de precios de los productos de la canasta básica, y con las disposiciones de la política aduanera se reducen igualmente las posibilidades de ahorro y consumo. Se requiere ser creativo en el diseño de programa de apoyo a la población fronteriza que recojan las especificidades de la dinámica del mercado local transfronterizo, sin restar bienestar a los consumidores de ese mercado; sobre todo cuando persisten limitaciones en el mercado local nacional.
-Dra. Blanca Delia Vázquez Delgado, investigadora del Departamento de Estudios de Población.