Días intensos y complicados. Pasamos de la celebración por la liberación de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, las protestas en Chile a la preocupante noticia de la crisis política en Bolivia. América Latina vive una efervescencia política como pocas veces hemos visto. Parece haber un denominador común: la crisis del modelo económico neoliberal que no cumplió lo prometido, pero que además generó mayor pobreza y, como en el caso chileno, una grave precarización del empleo que ha llevado a la pauperización de la clase media trabajadora.
Bolivia parece el caso más grave. Ante las irregularidades del proceso electoral que llevó a la reelección del presidente Evo Morales y la movilización de una parte de la sociedad inconforme, la derecha aprovechó para presionar la renuncia de Morales, quien ya había llamado a la realización de nuevas elecciones. Sin embargo, los radicales, de la mano del ejército, prepararon un golpe de Estado “blando”, presionando a Morales para que renunciara. Desde luego, no fue un llamamiento civilizado: fue acompañado por fuertes presiones y violentos chantajes a los miembros del gabinete y a sus familiares. Para evitar el derramamiento de sangre, Morales renunció.
Los acontecimientos de América Latina han servido para desnudar las posiciones tanto a favor como en contra del golpe de Estado. Desde el domingo, las redes sociales se llenaron de mensajes agresivos y festivos a la vez. La derecha mexicana salió del closet y brincó con regocijo por el golpe militar. Pero además, lo que es sumamente grave, trasladó su discurso a México, es decir, su blanco de ataques fueron Evo Morales y Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
Una parte importante de la derecha mexicana es golpista y sueña con sacar a AMLO del Palacio Nacional. Así lo demuestran los cientos de mensajes en redes sociales que circulan desde ayer. Como fueron incapaces de derrotar a López Obrador en las urnas, su opción sería un golpe de Estado. Resulta lamentable el simplismo de la derecha acostumbrada a ver todo en blanco o negro. Por eso son incpaces de analizar con objetividad lo que significa un golpe de Estado o un gobierno como el encabezado por AMLO.
Sin embargo, me parece que no hay que subestimar el papel de los llamados a vulnerar el orden constitucional en México. La derecha se apoya en algunos de los periodistas que gozan de mayor audiencia y que resentidos porque las grandes cantidades de dinero que les entregaban los gobiernos anteriores se cortaron, se han vuelto enemigos abiertos de López Obrador. Evidentemente que las críticas destructivas de estos periodistas y algunos académicos llegan a una sociedad que ha padecido graves carencias económicas y que tenía la esperanza de que su situación cambiara de la noche a la mañana.
Es muy complicado que un sector de la población que por décadas ha carecido y padecido de todo, pueda ser convencido que los cambios en su situación requieren de continuidad en las políticas distributivas. Se necesitan décadas para revertir lo que el capitalismo salvaje provocó desde principios de los años ochenta. El sufrimiento es real y requiere soluciones a corto plazo. Ese es el desafío para los gobiernos de izquierda en América Latina: impulsar políticas de corto, mediano y largo aliento. Se necesitan recursos crecientes. Ante cualquier retraso, la derecha tiene argumentos simplistas para hablar de fracaso en las políticas alternativas. La educación juega un rol de primer orden para formar una ciudadanía enterada y participativa capaz de distinguir la manipulación de quienes ofrecen salidas fáciles, como lo es un golpe de Estado. Debemos de desconfiar de quienes ofrecen “soluciones en 15 minutos” a problemas ancestrales, como el tristemente célebre Vicente Fox. Nunca una salida de fuerza para nuestros problemas será el remedio; el único regimen válido y defendible es el democrático. Lo otro, la salida militar, al final siempre se revela como un fracaso.
Dr. Víctor Alejandro Espinoza
El Colegio de la Frontera Norte