Durand en la frontera: alienación, integración y derechos de los migrantes

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Opinión de Enrique Pasillas Investigador de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 17 de noviembre de 2022

Conocemos de muchos años atrás a Jorge G. Durand por haber leído de modo regular sus  artículos en la sección de opinión en La Jornada, la mayoría de ellos sobre al tema migratorio. Así, con los años, aprendimos bajo su guía la complejidad que acompaña al tema migratorio a  través de su constante y relevante presencia pública. Por eso y otras razones importantes,  siempre será un acierto su reciente presencia en El Colef-Tijuana. 

Si bien por mucho tiempo el tema migratorio en general y las migraciones internacionales o  bien las internas o domésticas fueron una suerte de fatalidad cotidiana o bien un tema más de  tantos otros en la agenda social y política de México (a pesar de ser por muchas décadas un  país de emigrantes y ahora también de inmigrantes), actualmente el tema migratorio se sitúa en el centro de la agenda pública y le acompaña el debido reconocimiento al trabajo de  intelectuales comprometidos tan como Jorge Durand, que hoy es investigador emérito de  CONACYT y profesor distinguido de la Universidad de Guadalajara, entre otros importantes 

reconocimientos nacionales e internacionales, de manera que hoy podemos decir que tal vez  estamos en presencia de uno de los mayores, si no el mayor especialista en migraciones en  México, así como ante un distinguido maestro en el más amplio sentido del término. No es  poca cosa en un país con millones de compatriotas viviendo en el exterior (se calcula según la  fuente y el año que son unos 12-16 millones solo en Estados Unidos), y cuyas remesas  mantuvieron literalmente flote a la economía mexicana en tiempos de pandemia. 

Decía Einstein que si no eres capaz de explicar un asunto complejo de modo sencillo es que no  lo entiendes lo suficientemente bien. Así que obligado es reconocer en Durand esa evidente  sencillez y claridad con la que en diferentes momentos de la realidad contemporánea de  México nos ha explicado y guiado por asuntos complejos, como la historia de las reformas  migratorias en Estados Unidos, como la Ley de Control y Reforma Migratoria (IRCA por sus  siglas en inglés) de 1986, que propuso regularizar a 3.2 millones de migrantes indocumentados  de un total de 4 millones que se calculaba había en ese momento en EUA; como también la  creación de un programa para facilitar la regularización de los agricultores (alrededor de 800  mil). En efecto, Durand ha divulgado y nos ha explicado por años de manera sencilla y didáctica  los vaivenes de la política migratoria del país vecino del norte, mismo que ha pasado de la  conciliación migratoria en tiempos de la citada IRCA a los tiempos recientes, marcados por la  crisis económica y política, donde ha primado la agresión y el rechazo a los migrantes bajo  argumentos populistas y estereotipados que son útiles en tiempos electorales para  movimientos nativistas como el “trumpismo” con o sin Trump.  

Para comprender el cambio de panorama entre las reformas migratorias anteriores y las que  vienen, Durand ha analizado con tino cambios en la frontera norte de México como el de 1993, donde se inició la tendencia de “monitorear la frontera”, aunque fue hasta el 11 de septiembre  de 2001 cuando bajo el pretexto de los ataques terroristas en suelo estadounidense, se buscó  

cerrar la frontera. Por eso podemos saber que no han sido las sucesivas reformas migratorias  las que han cambiado las dinámicas fronterizas, sino eventos diversos de política y seguridad  internacional, en principio poco o nada vinculados con el fenómeno migratorio mexicano, sino  con las invasiones y guerras en otras geografías. Y así es como Durand nos revela como después  de 1993, las entidades federativas estadounidenses legislaron respecto a los migrantes,  fenómeno que antes solo competía a su propio gobierno federal; y que fue en ese momento  cuando la postura anti-migrante comenzó a ser redituable para los políticos nativistas de ese  país. El mejor ejemplo está actualmente en el ciclo político conservador que lleva ya años  bloqueando otras necesarias reformas migratorias, hasta llegar a la coyuntura actual.  

Por años, Durand nos ha advertido de los riesgos y vulnerabilidades de los migrantes al  participar masivamente en un mercado de trabajo de modo irregular donde se calcula, que  existen más de 12 millones de números de seguridad social falsos con la consiguiente fiscalidad  que llena las arcas de la hacienda estadounidense sin que los trabajadores migrantes  irregulares obtengan necesariamente los beneficios que les corresponderían por su trabajo en  materia de salud, educación o pensiones; o el hecho de que más allá de las retóricas populistas  y pese a las repetidas amenazas, coacciones y chantajes, para el gobierno de Estados Unidos  resulta materialmente imposible deportar a millones de indocumentados ya establecidos en  ese país, cuya mano de obra es imprescindible porque sostienen sectores como la agricultura y  los servicios. Ahora, esos millones de migrantes irregulares han interrumpido la histórica  migración circular entre México y Estados Unidos por el temor a la persecución, la detención, la  deportación y la cárcel. Por eso Durand habla de migrantes alienados, que son migrantes  expuestos e indefensos ante los abusos de sus Derechos Humanos (Algo así como Bereavement, se define desde el mundo anglosajón). 

Pero más allá de sus relevantes hallazgos y análisis en materia migratoria o de su trabajo en el  Proyecto sobre migración mexicana en la Universidad de Princeton, visible en:  https://mmp.opr.princeton.edu/webnews/news-es.aspx, en el caso de Jorge Durand estamos  ante una persona que conoce de primera mano de lo que habla, porque él mismo se define  abiertamente como un migrante que habla en primera persona de su propia experiencia de  vida como migrante en México. Pero es que Durand es además de migrante, un intelectual  comprometido con su trabajo y con los temas que estudia, lo que enriquece mucho su visión  humanista y amplia de las Ciencias Sociales y dentro de ellas, el análisis del fenómeno  migratorio.  

Con dichos antecedentes, el otro día ofreció una interesante conferencia titulada: “Desarraigo  migrante, alienación y reconocimiento”. Durand nos invitó así a profundizar en algunos  conceptos cruciales para entender las corrientes migratorias contemporáneas y sus identidades  en contextos de movilidad. Respecto de la alienación, por ejemplo, se reconoce como un  síntoma de vulnerabilidad extrema consistente en la ausencia de capital social y cultural que  permita sobrevivir en el entorno nuevo y a veces hostil. El desarraigo, por otra parte, atañe al  sentido de pertenencia, a la identidad geográfico-cultural que le es repentinamente arrebatada  al migrante por su condición. A modo de conclusión, la idea del reconocimiento se traduce  necesariamente en el reconocimiento social y amplio de los Derechos Fundamentales de los 

migrantes, que se traduzca en políticas públicas, empujadas por la identificación social y política y las luchas de resistencia identitaria. Este término se diversifica en sus sujetos y abarca, por  ejemplo, a niñas, niños y jóvenes mujeres, afrodescendientes o indígenas, que además suman a  su propia condición la de migrantes. 

Jorge Durand contrapone así alienación a integración, porque con razón sostiene que en el  norte global en general y en Estados Unidos en particular, cuando se habla de migrantes se  suele hablar mucho de la deseable integración, pero de una integración desde una perspectiva  del norte, donde cada cual debe integrarse en su espacio designado, es decir, en su propio  “casillero”, espacio o “gueto” y no salirse. Y eso no es integración. Nos pone como ejemplo  notable el de los propios pueblos indígenas originarios en EUA, debidamente “integrados” mientras ocupen el espacio previamente asignado, que no es otro, aún en 2022, que el de las  llamadas “reservaciones” donde se les alienó históricamente después de la conquista y el  despojo de sus territorios ancestrales. Esto nos habla, entre otras cosas, según Durand, de que  el celebrado melting pot como mito fundacional de la nación de naciones no funciona hasta  ahora como se ha pretendido.  

Para Durand, la identidad es algo eminentemente utilitario y poli-funcional, donde juegan ideas antiguas como exilio o desarraigo. Por eso propone estudiar como categorías migratorias  transversales conceptos como origen, tránsito, destino o retorno, puesto que hay diferentes  tipos y niveles de desarraigo. Y como alternativa de salida ante la alienación que sufren los  migrantes, propone echar mano de una teoría del reconocimiento del otro basada en autores  ahora clásicos, como Rousseau, Hegel o Marx, pero también contemporáneos como Bauman o  Zayat. Y es que para Durand el desarraigo social está presente en todas las sociedades aunque  no lo veamos, y por eso la lucha social por el derecho al reconocimiento de las y los migrantes  en el norte global, pero no solo en el norte global, es compartida por otros grupos sociales  desarraigados y en esa medida alienados: negros, indios, hispanos, orientales en occidente y  otras minorías étnicas o raciales que conforman en los hechos sociedades multiculturales. Durand propone entonces para un mejor reconocimiento social que atenúe nuestra falta de  reconocimiento al otro en general y a los migrantes en particular, una metodología que pase  por preguntarles a ellos y ellas las razones por las qué no pueden integrarse. Durand nos ofrece  ejemplos concretos de políticas públicas oficiales “del desarraigo” que afectan a millones de  personas, como el caso de los llamados dreamers en Estados Unidos de América, a quienes a  pesar de ser totalmente estadounidenses porque se criaron en ese país, no se les reconoce en  derecho como tales porque nacieron en otro lugar. Otro notorio caso es el de las personas  “TPS” (beneficiarios del Estatus de Protección Temporal): que no son residentes  estadounidenses de pleno derecho, porque no se les reconoce más que parcialmente. Y así es  como en 2022 la gran lucha contra la alienación de los migrantes la llevan adelante (y por el  momento la ganan, al evitar ser deportados), los dreamers o los mismos TPS, quienes trabajan  en y desde entornos hostiles por su propio reconocimiento social, su inclusión y sus derechos  civiles y ciudadanos más allá de las fronteras de sus países de origen.

Dr. Enrique F. Pasillas

Estancia posdoctoral Conacyt-El Colef