Conocemos de muchos años atrás a Jorge G. Durand por haber leído de modo regular sus artículos en la sección de opinión en La Jornada, la mayoría de ellos sobre al tema migratorio. Así, con los años, aprendimos bajo su guía la complejidad que acompaña al tema migratorio a través de su constante y relevante presencia pública. Por eso y otras razones importantes, siempre será un acierto su reciente presencia en El Colef-Tijuana.
Si bien por mucho tiempo el tema migratorio en general y las migraciones internacionales o bien las internas o domésticas fueron una suerte de fatalidad cotidiana o bien un tema más de tantos otros en la agenda social y política de México (a pesar de ser por muchas décadas un país de emigrantes y ahora también de inmigrantes), actualmente el tema migratorio se sitúa en el centro de la agenda pública y le acompaña el debido reconocimiento al trabajo de intelectuales comprometidos tan como Jorge Durand, que hoy es investigador emérito de CONACYT y profesor distinguido de la Universidad de Guadalajara, entre otros importantes
reconocimientos nacionales e internacionales, de manera que hoy podemos decir que tal vez estamos en presencia de uno de los mayores, si no el mayor especialista en migraciones en México, así como ante un distinguido maestro en el más amplio sentido del término. No es poca cosa en un país con millones de compatriotas viviendo en el exterior (se calcula según la fuente y el año que son unos 12-16 millones solo en Estados Unidos), y cuyas remesas mantuvieron literalmente flote a la economía mexicana en tiempos de pandemia.
Decía Einstein que si no eres capaz de explicar un asunto complejo de modo sencillo es que no lo entiendes lo suficientemente bien. Así que obligado es reconocer en Durand esa evidente sencillez y claridad con la que en diferentes momentos de la realidad contemporánea de México nos ha explicado y guiado por asuntos complejos, como la historia de las reformas migratorias en Estados Unidos, como la Ley de Control y Reforma Migratoria (IRCA por sus siglas en inglés) de 1986, que propuso regularizar a 3.2 millones de migrantes indocumentados de un total de 4 millones que se calculaba había en ese momento en EUA; como también la creación de un programa para facilitar la regularización de los agricultores (alrededor de 800 mil). En efecto, Durand ha divulgado y nos ha explicado por años de manera sencilla y didáctica los vaivenes de la política migratoria del país vecino del norte, mismo que ha pasado de la conciliación migratoria en tiempos de la citada IRCA a los tiempos recientes, marcados por la crisis económica y política, donde ha primado la agresión y el rechazo a los migrantes bajo argumentos populistas y estereotipados que son útiles en tiempos electorales para movimientos nativistas como el “trumpismo” con o sin Trump.
Para comprender el cambio de panorama entre las reformas migratorias anteriores y las que vienen, Durand ha analizado con tino cambios en la frontera norte de México como el de 1993, donde se inició la tendencia de “monitorear la frontera”, aunque fue hasta el 11 de septiembre de 2001 cuando bajo el pretexto de los ataques terroristas en suelo estadounidense, se buscó
cerrar la frontera. Por eso podemos saber que no han sido las sucesivas reformas migratorias las que han cambiado las dinámicas fronterizas, sino eventos diversos de política y seguridad internacional, en principio poco o nada vinculados con el fenómeno migratorio mexicano, sino con las invasiones y guerras en otras geografías. Y así es como Durand nos revela como después de 1993, las entidades federativas estadounidenses legislaron respecto a los migrantes, fenómeno que antes solo competía a su propio gobierno federal; y que fue en ese momento cuando la postura anti-migrante comenzó a ser redituable para los políticos nativistas de ese país. El mejor ejemplo está actualmente en el ciclo político conservador que lleva ya años bloqueando otras necesarias reformas migratorias, hasta llegar a la coyuntura actual.
Por años, Durand nos ha advertido de los riesgos y vulnerabilidades de los migrantes al participar masivamente en un mercado de trabajo de modo irregular donde se calcula, que existen más de 12 millones de números de seguridad social falsos con la consiguiente fiscalidad que llena las arcas de la hacienda estadounidense sin que los trabajadores migrantes irregulares obtengan necesariamente los beneficios que les corresponderían por su trabajo en materia de salud, educación o pensiones; o el hecho de que más allá de las retóricas populistas y pese a las repetidas amenazas, coacciones y chantajes, para el gobierno de Estados Unidos resulta materialmente imposible deportar a millones de indocumentados ya establecidos en ese país, cuya mano de obra es imprescindible porque sostienen sectores como la agricultura y los servicios. Ahora, esos millones de migrantes irregulares han interrumpido la histórica migración circular entre México y Estados Unidos por el temor a la persecución, la detención, la deportación y la cárcel. Por eso Durand habla de migrantes alienados, que son migrantes expuestos e indefensos ante los abusos de sus Derechos Humanos (Algo así como Bereavement, se define desde el mundo anglosajón).
Pero más allá de sus relevantes hallazgos y análisis en materia migratoria o de su trabajo en el Proyecto sobre migración mexicana en la Universidad de Princeton, visible en: https://mmp.opr.princeton.edu/webnews/news-es.aspx, en el caso de Jorge Durand estamos ante una persona que conoce de primera mano de lo que habla, porque él mismo se define abiertamente como un migrante que habla en primera persona de su propia experiencia de vida como migrante en México. Pero es que Durand es además de migrante, un intelectual comprometido con su trabajo y con los temas que estudia, lo que enriquece mucho su visión humanista y amplia de las Ciencias Sociales y dentro de ellas, el análisis del fenómeno migratorio.
Con dichos antecedentes, el otro día ofreció una interesante conferencia titulada: “Desarraigo migrante, alienación y reconocimiento”. Durand nos invitó así a profundizar en algunos conceptos cruciales para entender las corrientes migratorias contemporáneas y sus identidades en contextos de movilidad. Respecto de la alienación, por ejemplo, se reconoce como un síntoma de vulnerabilidad extrema consistente en la ausencia de capital social y cultural que permita sobrevivir en el entorno nuevo y a veces hostil. El desarraigo, por otra parte, atañe al sentido de pertenencia, a la identidad geográfico-cultural que le es repentinamente arrebatada al migrante por su condición. A modo de conclusión, la idea del reconocimiento se traduce necesariamente en el reconocimiento social y amplio de los Derechos Fundamentales de los
migrantes, que se traduzca en políticas públicas, empujadas por la identificación social y política y las luchas de resistencia identitaria. Este término se diversifica en sus sujetos y abarca, por ejemplo, a niñas, niños y jóvenes mujeres, afrodescendientes o indígenas, que además suman a su propia condición la de migrantes.
Jorge Durand contrapone así alienación a integración, porque con razón sostiene que en el norte global en general y en Estados Unidos en particular, cuando se habla de migrantes se suele hablar mucho de la deseable integración, pero de una integración desde una perspectiva del norte, donde cada cual debe integrarse en su espacio designado, es decir, en su propio “casillero”, espacio o “gueto” y no salirse. Y eso no es integración. Nos pone como ejemplo notable el de los propios pueblos indígenas originarios en EUA, debidamente “integrados” mientras ocupen el espacio previamente asignado, que no es otro, aún en 2022, que el de las llamadas “reservaciones” donde se les alienó históricamente después de la conquista y el despojo de sus territorios ancestrales. Esto nos habla, entre otras cosas, según Durand, de que el celebrado melting pot como mito fundacional de la nación de naciones no funciona hasta ahora como se ha pretendido.
Para Durand, la identidad es algo eminentemente utilitario y poli-funcional, donde juegan ideas antiguas como exilio o desarraigo. Por eso propone estudiar como categorías migratorias transversales conceptos como origen, tránsito, destino o retorno, puesto que hay diferentes tipos y niveles de desarraigo. Y como alternativa de salida ante la alienación que sufren los migrantes, propone echar mano de una teoría del reconocimiento del otro basada en autores ahora clásicos, como Rousseau, Hegel o Marx, pero también contemporáneos como Bauman o Zayat. Y es que para Durand el desarraigo social está presente en todas las sociedades aunque no lo veamos, y por eso la lucha social por el derecho al reconocimiento de las y los migrantes en el norte global, pero no solo en el norte global, es compartida por otros grupos sociales desarraigados y en esa medida alienados: negros, indios, hispanos, orientales en occidente y otras minorías étnicas o raciales que conforman en los hechos sociedades multiculturales. Durand propone entonces para un mejor reconocimiento social que atenúe nuestra falta de reconocimiento al otro en general y a los migrantes en particular, una metodología que pase por preguntarles a ellos y ellas las razones por las qué no pueden integrarse. Durand nos ofrece ejemplos concretos de políticas públicas oficiales “del desarraigo” que afectan a millones de personas, como el caso de los llamados dreamers en Estados Unidos de América, a quienes a pesar de ser totalmente estadounidenses porque se criaron en ese país, no se les reconoce en derecho como tales porque nacieron en otro lugar. Otro notorio caso es el de las personas “TPS” (beneficiarios del Estatus de Protección Temporal): que no son residentes estadounidenses de pleno derecho, porque no se les reconoce más que parcialmente. Y así es como en 2022 la gran lucha contra la alienación de los migrantes la llevan adelante (y por el momento la ganan, al evitar ser deportados), los dreamers o los mismos TPS, quienes trabajan en y desde entornos hostiles por su propio reconocimiento social, su inclusión y sus derechos civiles y ciudadanos más allá de las fronteras de sus países de origen.
Dr. Enrique F. Pasillas
Estancia posdoctoral Conacyt-El Colef