La primera leyenda es falsa. Hace pocas semanas vi los datos y los análisis correspondientes y me quedó claro que desde el año 2008 no se cumple, si es que alguna vez se cumplió. El mito en cuestión dice que los residentes en las áreas urbanas de la frontera norte tienen mejores niveles de ingreso, pero no mejores condiciones de vida, que los residentes en otras ciudades del país. Estas condiciones de vida se refieren, por ejemplo, a calidad de las viviendas y acceso a servicios de agua, drenaje y electricidad.
La justificación de esta falta de correspondencia entre ingresos y condiciones de vida es que las ciudades fronterizas ofrecen empleos relativamente bien remunerados, que atraen población de otros estados, lo que da lugar a un rápido crecimiento demográfico que supera la capacidad de respuesta de los gobiernos locales para facilitar servicios básicos.
Suena interesante, pero los análisis más recientes al respecto indican que los residentes urbanos de la frontera norte disfrutan de mejores niveles de ingreso junto con mejores condiciones de vida. Incluso comparando población con ingresos similares, los residentes en la frontera norte padecen menos carencias de servicios básicos en la vivienda, acceso a alimentación nutritiva, seguridad social y servicios de salud. Baja California no es la excepción.
Los mejores ingresos y condiciones de vida no evitan que haya pobres, pero en menor proporción que en el resto del país. Según datos del Coneval, 22.5% de los residentes en Baja California en el año 2020 eran pobres. Para el conjunto de México la cifra se elevaba hasta 43.9%, esto es, prácticamente el doble. En breve, publicarán información más actualizada.
Aquí toma relevancia la segunda leyenda, que dice que el dinamismo económico y las condiciones de vida de Baja California convierten al estado en un lugar atractivo para personas que buscan empleo y mejores oportunidades, de manera que, en esencia, Baja California “importa” pobres del resto del país.
Una investigación reciente demuestra que esto es cierto. La población que lleva menos de cinco años residiendo en Baja California soporta mayores porcentajes de pobreza que los establecidos desde hace más tiempo. Debido a ello, los recién llegados elevan las cifras de pobreza del estado, y esto ocurre desde al menos el año 2010, que es cuando inicia el estudio.
Además, destaca el hecho de que Baja California es el único estado del país donde se da este fenómeno. Por extraño que parezca, a nivel nacional y en cada uno de los otros estados ocurre lo contrario: los porcentajes de pobreza son sistemáticamente más altos entre la población que no ha cambiado de residencia en los años recientes.
Al parecer, la situación excepcional de Baja California se debe a que la pobreza es relativamente baja en el estado y el mercado laboral tiende a generar puestos de trabajo que se adaptan al perfil de las personas con pocos recursos que llegan como inmigrantes. Los mercados laborales de los otros estados con poca pobreza son menos dinámicos o están especializados en otro tipo de puestos de trabajo.
Esta singularidad, unida a los cambios provocados por la pandemia, llevó a que en el año 2020 Baja California se situara por primera vez, desde que el Coneval mide la pobreza 2 multidimensional, como el estado con menor porcentaje de pobres (22.5%) y pobres extremos (1.5%) de todo el país. Hace tiempo, Herman Daly se preguntaba “¿Y qué pasa con los pobres?”, a lo que él mismo respondía con ironía: “¡Que coman crecimiento!”. El crecimiento económico potencia la creación de empleos y el trabajo es el único recurso del que disponen muchas personas para generar los ingresos que necesitan. Sin duda, el dinamismo económico de la frontera, y de Baja California en particular, ha contribuido a atraer pobres a la región y, lo que es más importante, a que dejen de serlo.
Dr. Óscar Peláez Herreros
El Colegio de la Frontera Norte