¿Dónde queda la frontera para México?

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Opinión de Xavier Oliveras González Investigador de El Colegio de la Frontera Norte de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 24 de abril de 2014

Hace unos días se celebró en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, el cuarto Congreso Nacional de Ciencias Sociales. El objetivo fue debatir “los retos de las ciencias sociales en México”. Según la organización, el evento fue un éxito, pues concurrieron 1,600 participantes, entre investigadores y estudiantes, una cifra que no se había alcanzado en las tres ediciones anteriores; asimismo, se expusieron un total de 1,028 trabajos -también un récord- presentados en 242 mesas. Los temas tratados fueron varios y variados, que se agruparon en 16 ejes (democracia, violencia y seguridad, diversidad cultural y social, medio ambiente, desigualdades, ciudad, etcétera).

Todo ello es prueba de la gran cantidad de retos que se afrontan (o deben afrontarse) en México. Ello no debería pasar desapercibido. En estas líneas es imposible dar cuenta de cada uno, pero baste decir que la celebración y participación del congreso pone de manifiesto al menos dos aspectos de suma importancia. Primero, que los/as científicos/as sociales estamos comprometidos con la mejora del país y la sociedad y, segundo, que el conocimiento que producimos sí es relevante y pertinente, al contrario de lo que muchas veces se afirma: que las ciencias sociales y las humanidades son innecesarias.

Hay, sin embargo, un reto que me gustaría destacar. No porque fuera el más debatido o sobre el que se elaboraran más propuestas; sino porque, a pesar de su importancia, no fue suficientemente atendido: las regiones y poblaciones fronterizas. Cabe recordar que México comparte 4,353 kilómetros de frontera terrestre con Estados Unidos, Guatemala y Belice (3,141 kilómetros sólo con el primero), y que en las inmediaciones de esas fronteras vivían, en 2010, 8,388,474 de personas (7.5% de la población de México). Constituyen un total de 62 municipios, de los que destacan Tijuana, Juárez, Mexicali, Reynosa, Matamoros, Nuevo Laredo, Tapachula, Othón P. Blanco y Nogales, todos ellos por encima de los 200,000 habitantes.

Los municipios fronterizos, y sus poblaciones, tienen las mismas o parecidas necesidades que el resto del país, pero a diferencia de los otros, éstos se ven sujetos a problemáticas específicas derivadas de la propia existencia de la línea fronteriza y de un país diferente al otro lado. En esta dirección, existen cuestiones relativas al comercio internacional, la movilidad transfronteriza, la migración transnacional, el uso y gestión de recursos -como el agua- compartidos a ambos lados de la frontera, la planificación de infraestructuras entre los dos lados y un largo etcétera.

No llegaron a 15 los trabajos que trataron algún u otro aspecto relativo a las regiones fronterizas. La mayoría analizaban el impacto de las migraciones en estas áreas y, en menor medida, el desarrollo de actividades económicas específicas, como la industria y el turismo.

¿A qué se debe el escaso interés por las regiones y poblaciones fronterizas? ¿Es exclusivo de México? A nivel mundial, los estudios fronterizos son más bien minoritarios dentro de las ciencias sociales. Pero no sólo lo son en el ámbito académico, también en el político, técnico y social. Ello se debe en buena parte a que continuamos pensando en los términos cerrados del Estado-nación: como si todo respondiera a las lógicas internas de los países y como si no ocurrieran interacciones y superposiciones en los límites entre los países. Poco a poco -o, para algunos, a marchas forzadas- esta mentalidad está cambiando, ya que la globalización, las redes y la descentralización nos empujan a ello.

La cuestión no es que no haya especialistas, sino que para tomar en consideración las regiones y poblaciones fronterizas primero es necesario un cambio más profundo, ya sea en las ciencias sociales o en la política. Se hace necesario y urgente cambiar la forma en que atendemos y comprendemos los espacios y las sociedades fronterizas, y hacer visibles sus particularidades y necesidades específicas. No se debe esperar a que el cambio venga del centro, sino que debe de surgir en y desde las mismas regiones fronterizas. Este es, a mi entender, uno de los grandes retos.