El pasado miércoles 3 tuvo lugar el primer debate entre los candidatos a la presidencia de los Estados Unidos: el actual presidente y candidato del Partido Demócrata, Barack Obama y el candidato del Partido Republicano, Mitt Romney. Obama, nacido en Honolulu, Hawai el 4 de agosto de 1961, es doctor en derecho por la Universidad de Harvard; mientras que Mitt Romney, quien nació el 12 de marzo de 1947 en el seno de una familia mormona, es también graduado de Harvard, con estudios de posgrado en leyes y negocios.
El debate tuvo lugar en la Universidad de Colorado, en Denver. Se trató del primero de tres que tendrán los contendientes al máximo cargo del país más poderoso del mundo occidental. Había la expectativa por saber si el ex gobernador de Massachusetts (2003-2007) tendría una actuación destacada y revertir la desventaja que según las encuestas tenía frente a Obama. Conocedores de la experiencia del presidente y de su destreza para manejarse frente al público, los analistas sostenían que un triunfo en el debate confirmaría su ventaja y sería ya muy difícil para Romney revertirla.
Desde 1960 cuando se celebró el primer debate televisado en la historia de Estados Unidos entre los candidatos republicano Richard Nixon y el demócrata John F. Kennedy, se han convertido en práctica común. A diferencia de lo que ha sucedido en México, donde el primer debate tuvo lugar en 1994, para nuestros vecinos es un ingrediente fundamental de las larguísimas campañas (tanto al interior de los partidos como entre los mismos). Incluso, los debates entre candidatos a vicepresidentes cobran verdadera relevancia. Por ejemplo este mismo jueves 11 tendrá lugar el debate entre el demócrata Joe Biden y el republicano Paul Ryan.
Una diferencia sustantiva entre los debates en Estados Unidos y México, es que allá la responsabilidad recae en una organización no gubernamental llamada Comisión de Debates Presidenciales (CPD), creada desde 1987. En nuestro país es el Instituto Federal Electoral quien organiza por ley un par de debates. Pero también, los debates mexicanos son sumamente rígidos y acartonados: la televisión sólo enfoca a quien está hablando, no se hacen tomas de las reacciones del adversario y de manera hasta grosera se les quita la palabra cuando concluyen los tiempos. Lo que vimos el pasado miércoles fue un formato más flexible y amigable. Incluso hubo bromas al moderador y entre ellos. Si alguno de los dos se pasaba del tiempo, se le permitía que concluyera con toda cordialidad. Un buen ejemplo de civilidad. Dentro de su estrategia, Obama decidió tomar notas cuando Romney hablaba y luego se dirigía al público de la sala; el candidato republicano al hablar veía a Obama. Y en medio, sentado, el moderador, el veterano periodista de la cadena PBS, Jim Lehrer; un personaje nada estridente que se desempeñó con moderación y que incluso provocaba a uno y otro con preguntas acerca de lo que dijo o dejó de decir alguno de ellos. “Dígale al presidente por qué considera que está equivocado”.
Los temas tratados giraron en torno a la economía; reafirmaron sus posiciones que han venido presentando en diferentes eventos. Un debate técnico que demostró que ambos son conocedores y que se habían preparado a conciencia. Vi a un Obama demasiado cauto manejando su ventaja; y a un Romney en su papel de retador tratando de ganar la pelea. Le fue bien, mejor de lo esperado para su causa. Tan es así, que una semana después las encuestas lo sitúan en empate o ligeramente arriba. Pero nada está definido. La posibilidad de que el republicano gane todavía se ve lejana.
Señalo dos anécdotas que nos hablan de las particularidades de la diplomacia norteamericana. Obama inició felicitando a su esposa Michelle por el 20 aniversario de bodas. Romney se sumó y le dijo que no le parecía muy romántico que lo pasaran en una situación como esa, debatiendo. Al terminar todos se encontraron bajo el estrado: los integrantes de las dos familias se despidieron de mano; me recordó el momento de la liturgia cuando los asistentes a la misa se dan fraternalmente la paz. Protocolos en tiempos de guerra electoral.