Como sucediera hace pocos años con el virus SARS-CoV-2, ahora la mosca barrenadora nos recuerda de nuevo la función sanitaria y fitosanitaria de las fronteras. En la arena política, social, económica y mediática, la conversación sobre las fronteras se suele limitar a las funciones migratoria y comercial. Es decir, al control de la entrada, permanencia y salida de las personas (viajeros, migrantes), por una parte, y de las mercancías y capitales, por otra. Ahora bien, los estados también usan las fronteras para gestionar los riesgos de bioseguridad para las poblaciones humana, animal y vegetal de sus países. En concreto, tratan de controlar, a través de medidas como decretos, inspecciones y certificaciones, la entrada y salida de personas, animales y plantas que sean portadores de virus, bacterias e insectos dañinos para la salud y la vida de personas, animales y plantas.
Como sabrán las y los lectores, desde el pasado 11 de mayo el gobierno de Estados Unidos ha suspendido la importación de ganado vivo a través de su frontera con México debido a la reciente y rápida expansión hacia el norte de la mosca barrenadora (Cochliomyia hominivorax). Sus larvas (el gusano barrenador del ganado) provocan en los mamíferos una enfermedad parasitaria: la miosis. Tras la eclosión de los huevos depositados en las heridas abiertas en la piel, las larvas se alimentan de los tejidos blandos del huésped, sea éste una res, un caballo, un perro o un ser humano. Entre los síntomas comunes de esta infestación se encuentra la fiebre, la irritación y la inapetencia, además de los daños en la piel y los músculos.
La expansión de la mosca y, con ello, de la miosis en el ganado llevó, durante el siglo XX, a ambos países a buscar erradicarla. En Estados Unidos se logró erradicar en 1966 y en México en 1991. Sin embargo, desde 2023 la mosca está proliferando de nuevo, primero en Panamá, después en Costa Rica, y así sucesivamente por América Central hasta detectarse en Chiapas en 2024. Para el 11 de mayo ya estaba presente en todo el sureste del país y avanzaba por Veracruz y Oaxaca. Viendo la progresión no nos debe sorprender, por lo tanto, que la administración Biden, primero, y la de Trump, después, traten de frenar su llegada a territorio estadunidense.
La respuesta de la administración Trump fue cerrar la frontera con México (o, más precisamente, prohibir la importación de reses y caballos por cualquiera de los seis puertos de entrada terrestres habilitados para ello). Se trata de una respuesta de carácter nacionalista, que busca proteger la salud del ganado y de la población humana estadunidense. Sin embargo, este enfoque presenta dos puntos débiles. Primero, no detiene la expansión de la mosca hacia el norte; y, segundo y, en consecuencia, solo retrasa su llegada a territorio estadunidense. Dicho de otra forma, si la mosca sigue extendiéndose por México, solo es cuestión de tiempo que alcance la frontera norte y que ponga sus huevos en reses y demás fauna estadunidense.
El señalamiento de estas debilidades ha sido parte de la estrategia de México en sus negociaciones con Estados Unidos. Así, el primero ha logrado convencer al segundo de que es mejor un enfoque basado en la cooperación bilateral. En este caso se trata de aplicar de forma conjunta medidas que permitan frenar la expansión tanto en un país como en el otro. En esta dirección se entiende el compromiso de ambos gobiernos en apoyar la renovación de una planta de producción de moscas estériles en Chiapas.
Ahora bien, el enfoque mexicano tampoco es suficiente. Al igual que el estadunidense, no atiende las causas de la expansión tan rápida de la mosca, que se explican al menos por tres factores: el cambio climático, la globalización y la desinversión pública. El aumento de las temperaturas contribuye a la expansión geográfica y estacional de insectos, bacterias y virus en áreas que hasta hace poco eran climáticamente temperadas; el aumento de las movilidades, tanto de personas como de animales, facilita su llegada a lugares más lejanos y en menos tiempo; y la falta de financiamiento público en el sector veterinario, científico, educativo y sanitario contribuye a la ineficacia y deficiencia de las medidas.
Xavier Oliveras González
El Colegio de la Frontera Norte, Unidad Matamoros
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