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Recientemente se inauguró en la ciudad de Piedras Negras la Licenciatura en Medicina Integral y Salud Comunitaria de la Universidad para el Bienestar Benito Juárez García. Esta licenciatura forma parte de los planes de estudio del Gobierno de México en el área del conocimiento de la salud.
En el plan de estudios se propone, como perfil profesional del egresado, la capacidad de atención médica en el marco de la Atención Primaria a la Salud, la promoción y participación comunitaria en salud y la identificación de los determinantes sociales de las enfermedades. Es decir, propone que tome en cuenta las realidades sociales de la población que le toca atender.
Independientemente de los resultados que se alcancen con este programa de educación médica en México, lo que muestra su presencia es que existe la necesidad de seguir nuevos derroteros en la enseñanza de la medicina que superen la visión predominantemente biologista y orientada a la especialidad y sub-especialidad, que predomina en la actualidad.
Iniciativas similares a la anterior se presentan en otras latitudes del continente americano, como la propuesta en un libro de reciente publicación titulado “El aprendizaje humano de la Salud: Arte, cine, literatura y bioética” del Dr. James Pilco Luzuriaga. Ahí se presentan, entre otros temas, las acciones académicas que mejoran la formación humana de los estudiantes de medicina. Para tal efecto, el programa que propone Pilco tiene dos vertientes. La Primera que se llama “Sílabo de la historia de la medicina”, contiene la revisión de la historia de la medicina, desde las evidencias paleontológicas hasta la medicina contemporánea.
La segunda vertiente está representada por el “Sílabo de bioética”, que tiene por objeto la reflexión sobre los problemas bioéticos más frecuentes en la práctica médica a fin de discernir el trato más justo con los pacientes, sus colegas y la comunidad. Estos sílabos se llevan a cabo actualmente en la Facultad de Medicina de la Universidad de Azuay en Cuenca, Ecuador.
En el capítulo 1 el autor inicia con la siguiente pregunta: ¿por qué es necesario conocer las humanidades en medicina? Al responder, aduce él que la ciencia se ha apoderado del individuo haciendo que se obtenga una inclinación por lo técnico, lo científico y lo instrumental, lo que puede llevar a prescindir de la formación humanista y a crear profesiones ayuno de los valores humanos y éticos. De esta manera los médicos quedan “subordinados a su ego científico y a una práctica médica automatizada e industrializada”. Pero más allá de los programas académicos mencionados que propone para abordar el problema, la pregunta es el detonante de una serie de argumentos con los que arguye que el médico debe imbuirse en diferentes expresiones del arte, porque éste actúa como un dispositivo para la sensibilización médica y para desarrollar la capacidad de centrase en la dignidad humana.
Sólo adentrándose en las diferentes expresiones del arte se pueden establecer conexiones, por ejemplo, entre literatura y medicina o pintura y medicina, para lo cual el autor aduce que “la comunicación es corazón; así como el arte es vivencial y visual, no solo estético y reflexivo”, y hace un recuento de artistas médico europeos y de médicos artistas en América y presenta una relación de obras literarias y pictóricas que tocan directa o indirectamente aspectos médicos.
Finalmente, Pilco aborda en su obra el concepto de medicina narrativa, es decir, el desarrollo de una comunicación dialógica entre médico y paciente y viceversa.
Como puede verse, las nuevas corrientes en la enseñanza de la medicina abren huecos en los modelos dominantes en ese campo, donde es necesario valorar al enfermo como persona y no como una estadística.
Dr. Felipe Javier Uribe Salas
El Colegio de la Frontera Norte