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¿Alguna vez se han preguntado si actualmente queda algún rastro de la antigua frontera entre México y Estados Unidos? Ya les avanzo que, aunque hoy en día casi nadie de uno u otro país sea consciente de ello, todavía permanecen algunos vestigios de aquella delimitación. De hecho, sobreviven más de lo que pudiera parecer a primera vista.
En Geografía a este tipo de vestigios se les conoce como “fronteras relictas”. Se trata de antiguos límites internacionales que ya no están vigentes, pero cuyos restos todavía son visibles y perceptibles en el paisaje o cuyos efectos (ambientales, económicos, sociales, culturales) siguen notándose en el territorio. Las fronteras relictas más conocidas son las que se han convertido en patrimonio nacional e internacional y que, por ello mismo, atraen a miles de turistas. Entre éstas destacan la Gran Muralla china, de los siglos XIV-XVI construida para detener las invasiones mongolas; el muro de Adriano, de origen romano, en Inglaterra; y los restos del muro de Berlín en la ya reunificada Alemania. En México también permanece otra frontera relicta, la que existió entre los imperios tarasco y azteca, y que se intentó turistificar sin éxito, sobre la cual ya hablaré en otra ocasión.
Regresando a la frontera norte del país, su actual delimitación data de 1848 y 1853 (con algunos pequeños ajustes posteriores). Como es bien sabido, antes de la independencia de Texas y de la invasión estadounidense, la frontera entre ambos países se situaba mucho más al norte y el territorio mexicano incluía las actuales Texas, Nuevo México, Arizona, Utah, Nevada y California, además de porciones de Oklahoma, Kansas, Colorado y Wyoming. México había heredado el límite internacional que España y Estados Unidos habían acordado en 1819 en el “Tratado de transcontinentalidad” o, como se le conoce más comúnmente, “Tratado de Adams-Onís”, y que México y Estados Unidos ratificaron en 1828.
De acuerdo al artículo 3 del tratado de 1819, el límite discurría de la siguiente manera: empezando en el Golfo de México, el límite seguía el río Sabinas hasta el paralelo 32ºN; de ahí en línea recta hacia el norte hasta cruzarse con el río Rojo; luego seguía dicho río hasta el meridiano 100ºW; continuaba por ese meridiano hasta cruzarse con el río Arkansas; seguía todo su curso hasta su nacimiento; desde ese punto proseguía en línea recta hacia el norte hasta alcanzar el paralelo 42ºN; y, finalmente, seguía todo ese paralelo hasta llegar al océano Pacífico.
En 1848 esa línea dejó de ser el límite entre ambos países, pero, al integrar y organizar el territorio adquirido, Estados Unidos lo mantuvo parcialmente para delimitar sus nuevas entidades (aunque en algunos tramos lo desdibujó). Así los límites norte de California, Nevada y Utah, con Oregón e Idaho, coinciden con el paralelo 42ºN. Asimismo, los límites este y noreste de Texas, con los estados de Louisiana, Arkansas y Oklahoma corresponden a la línea que empezaba en el Golfo de México y seguía hasta el meridiano 100ºW. Además de estos límites interestatales, la antigua frontera permanece entre algunos condados. Así, el límite este del condado de Beaver, en Oklahoma, sigue también el meridiano 100ºW, y el límite norte del condado de Otero, en Colorado, coincide con el río Arkansas.
En conjunto, grosso modo, todos aquellos segmentos coinciden con cerca de dos terceras partes de la antigua delimitación fronteriza.
En definitiva, en tanto que límite entre estados y entre condados aquella frontera relicta permanece de manera visual en los mapas políticos del país y en los carteles carreteros de bienvenida y despedida. Ahora bien, que sea visible no implica que la veamos o, como diría el geógrafo catalán Joan Nogué, “la miramos, pero no la vemos”. Así, la mayoría de quienes miran el mapa o pasan en carro por las carreteras que la cruzan desconocen que aquella es la antigua frontera entre México y Estados Unidos.
En la próxima columna mostraré qué se ha hecho para hacer visible -entendible- aquella frontera relicta, lo que incluye desde la instalación de placas históricas a la realización de proyectos artísticos.
Xavier Oliveras González
El Colegio de la Frontera Norte