Desde la frontera: Muros y más muros

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Opinión de Xavier Oliveras González Investigador de El Colegio de la Frontera Norte

lunes 28 de agosto de 2017

Esta semana el presidente Donald Trump, en Phoenix, Arizona, volvió a asegurar que construirá un muro en la frontera con México, tal y como prometió durante la campaña presidencial. Muchos analistas y periodistas en este país, en Estados Unidos y en el resto del mundo lo han comentado, lo que refleja el abasto e interés global que genera. Y ya llevamos casi dos años con el tema y lo que aún queda.

Los focos, y más aún cuando se ciernen sobre Estados Unidos, nos hacen perder el contexto y la perspectiva, y no nos damos cuenta que el muro fronterizo con México no es simplemente una de las ideas insensatas del extravagante Trump, como a muchos les gusta pensar, ni es un fenómeno aislado.

A pesar de la retórica de “un mundo sin fronteras” que floreció con la caída del muro de Berlín, a fines de los años ochenta, hoy aquel evento fue más una excepción que la regla. De hecho, la idea de que nos dirigíamos a un futuro idílico donde se habrían borrado todas las fronteras sólo respondía a la utopía liberal de la “libre” (sin regulación ni control alguno) circulación del capital. Ese convencimiento, además, se basaba en un eurocentrismo injustificable. Es cierto que había desaparecido la frontera entre la Alemania occidental y la oriental (la política, la económica no, y aún hoy es bien perceptible), pero continuaban –y continúan- en pie otros muros fronterizos: desde los años cincuenta los de Israel con los territorios palestinos y los países árabes; el que separa las dos Coreas desde 1953; el de Sudáfrica con Mozambique desde 1975; o el que empezó a construir Marruecos en 1980 en el Sáhara Occidental; entre unos cuantos más.

Lo relevante es que en los últimos treinta años unos 70 (de los 206) estados del mundo han construido al menos un muro fronterizo, y la mayoría han sido a partir del año 2000. Entre estos, claro está, se encuentra Estados Unidos. Es necesario recordar que en su larga frontera sur, el gobierno federal construyó su primera barrera en 1994, autorizada por un presidente demócrata, Clinton, que en su momento para nada fue tachado de loco. Actualmente el muro, repartido en distintos sectores y en distintas tipologías constructivas y materiales, suma alrededor de mil quilómetros, la mayoría construidos entre 2006 y 2008, bajo la presidencia de Bush.

En el continente no sólo Estados Unidos está erigiendo muros. En medio de la atención mediática prestada a aquel país, a muchos nos pasó totalmente desapercibido el inicio de la construcción, este año 2017, de un muro por parte de Ecuador en su frontera con Perú. El conflicto entre ambos países viene de lejos, por las disputas territoriales que los enfrentaron desde 1821, poco después de su independencia, hasta fines del siglo XX.

En marzo Ecuador, sin ningún anuncio previo, empezó a construir un muro de concreto de 800 metros de largo y casi 4 de alto en el límite fronterizo que separa las ciudades gemelas de Huaquillas y Aguas Verdes. Las protestas de Perú no se hicieron esperar, argumentando que el muro suponía una violación del acuerdo de paz alcanzado en 1995. Ecuador, por su parte, defendió que sólo se trataba de un proyecto de renovación urbana y, finalmente en junio, admitió que buscaba frenar el contrabando. Ante las continuas protestas peruanas, Ecuador detuvo las obras el mes pasado, pero nada garantiza que no prosigan más adelante.

Aunque el muro ecuatoriano no sea del mismo calibre que el estadounidense, y a pesar de las exageraciones peruanas al compararlos, no por ello deba restársele importancia. Uno y otro, y la docena más que están actualmente en construcción, forman parte de un mismo proceso, caracterizado por el miedo y la falsa sensación de seguridad que otorgan.

Xavier Oliveras González

El Colegio de la Frontera Norte