No es una conmemoración. El 25 de noviembre debemos recordar y denunciar la violencia que somete a las mujeres en general, y a las mujeres migrantes en particular, y llamar la atención para colocar el tema en la agenda pública de las autoridades y la sociedad.
Las mujeres migrantes huyen de la violencia estructural padecida desde sus lugares de origen. A la pobreza y falta de oportunidades de desarrollo se suma la violencia en razón de su género, además de la discriminación y el abuso del que son objeto durante el trayecto migratorio. Una suma de condiciones y elementos que, visto de manera conjunta e histórica, derivan en lo que algunas autoras han llamado un continuum de violencia en el que las mujeres viven.
En ocasión de la exigencia de la eliminación de la violencia contra las mujeres, debemos hablar de la intersección de las distintas violencias padecidas por las mujeres migrantes, de las múltiples dimensiones desde las cuales son sometidas y que dan como resultado condiciones de elevada vulnerabilidad.
Las escasas oportunidades laborales y/o económicas han sido la causa de la emigración histórica de países como el nuestro o de la región centro y sudamericana; aunque en los últimos años la violencia e inseguridad pública explican mucha de la movilidad de personas desde ciertos espacios en particular. Sin embargo, se sabe que la incidencia de la pobreza en las mujeres es superior a la de los hombres en estos países, mayor al 32.3% promedio de población en condiciones de pobreza (Cepal, 2022, Panorama social de América Latina y el Caribe). La pobreza en el origen, aunado en muchas ocasiones a su condición de mujeres jefas de familia proveedoras, las obliga a buscar opciones de vida fuera de sus países.
Por otra parte, transgredir los roles tradicionales que se espera ellas desempeñen coloca a las mujeres migrantes como víctimas de violencia en razón de su género. Dejar el ámbito de la familia y “sus responsabilidades de cuidado” es sancionado socialmente, migrar es desafiar su rol tradicional. Se ha documentado, a través de varios estudios, que la maternidad a distancia derivada de la migración –por ejemplo- enfrenta a las mujeres a sentimientos de culpa y el cuestionamiento de su propia familia al no cumplir cabalmente este rol.
Aventurarse en un trayecto migratorio, de igual manera, enfrenta a las mujeres migrantes al abuso y discriminación a lo largo del viaje, por parte de otras personas migrantes o de autoridades, en mayor medida si viajan en condiciones irregulares. Se estima que 21.5% de quienes transitan por México en condiciones no autorizadas son mujeres migrantes originarias del norte de Centroamérica (OIT, 2022, Género, migración y empleo), un grupo de población altamente vulnerable y en riesgo. Una expresión extrema de esa violencia es el abuso sexual del que son objeto permanentemente las mujeres migrantes en trayecto, además del riesgo de muerte o ser captada y sometidas con engaños a actividades de trata de personas.
Todas estas formas de violencia experimentadas por las mujeres migrantes, en sus lugares de origen y durante el viaje migratorio, están basadas en su género; es decir, por el simple hecho de ser mujeres. Violencias y discriminación que reflejan relaciones de poder expresado en daño y sufrimiento físico, psicológico o sexual. Sin embargo, la omisión por parte del Estado al tolerar y/o permitir estas violencias contra las mujeres migrantes también es violentarlas, por lo que debemos insistir en su atención y eliminación.
Dra. Blanca Vázquez
El Colegio de la Frontera Norte