Desde la frontera: El IMSS en crisis

Regresar a Columnas de opinión

Opinión de Jesús Frausto Investigador de El Colegio de la Frontera Norte

lunes 7 de agosto de 2017

A principios del presente mes acompañé a un familiar a un Hospital de Zona del Instituto Mexicano del Seguro Social para que fuera atendido de una urgencia médica. Nos presentamos a la once de la noche en la entrada principal de nosocomio y se nos informó que el acceso para la atención de urgencias estaba a un costado del edificio.

Según instrucciones nos dirigimos al sitio requerido y cuál no sería mi sorpresa que para llegar al lugar tuvimos que pasar por una calle mal iluminada, con escombros sobre la acera, con heces fecales no se sabe si de origen humano o canino, con alimentos tirados en el suelo en proceso de descomposición. Me preguntaba si no simbolizaba ese desagradable trayecto al propio funcionamiento de la institución de marras.

Al llegar a la recepción en el área de urgencias la persona a quien acompañé solicitó el servicio en una oficina que tenía varios empleados de la institución dentro de ella, lo que me generó la pregunta sobre cuáles serían las funciones que desempeñaba cada uno de ellos o si esa oficina era un refugio de toda gama de trabajadores por la noche.

Una vez que recibió el registro del paciente la recepcionista preguntó sobre la causa de la urgencia y al recibir la respuesta la clasificó en nivel cinco en una escala de prioridades. Enviaron al paciente a la sala de espera diciendo que había ocho personas que debían ser atendidos antes que el solicitante. Tomamos asiento y empezamos a ver transcurrir el tiempo sin que pudiéramos percibir movimiento alguno en los consultorios.

Como en la novela de Kafka donde el agrimensor no sabía lo que ocurría dentro del El Castillo, nosotros no sabíamos lo que ocurría dentro de los consultorios o si al menos había alguien dentro de ellos, mientras los empleados en la recepción seguían sosteniendo una perorata.

Había en la pared de la sala de espera un anuncio plasmado en una lona que contenía los niveles que establecían las prioridades y los tiempos en la atención de las urgencias y en el caso del nivel cinco se estipulaba que la atención médica se realizaría en el lapso de 180 minutos.

Para entonces eran las doce de la noche con treinta minutos y ante la perspectiva de esperar dos horas y media o más sin la certeza de saber si realmente el paciente recibiría la atención médica decidimos retirarnos para buscarla en la medicina privada con su consabido gasto de bolsillo.

Esta es una de tantas experiencias que diferentes pacientes han vivido en disímiles instituciones del sistema nacional de salud. Ello obliga a mencionar por lo menos dos conceptos sobre la atención de los pacientes como son la calidad de la atención y el gasto de bolsillo.

Hay muchas definiciones de calidad desde la perspectiva de los sistemas de salud. Una de ellas contenida en el documento de la Secretaría de Salud sobre “Definiciones y conceptos fundamentales para el mejoramiento de la calidad de la atención” (2012) aduce “… otorgar atención médica al paciente con oportunidad, competencia profesional, seguridad y respeto a los principios éticos de la práctica médica, que le permita satisfacer sus necesidades de salud y sus expectativas”. Esta definición contiene cuatro elementos de proceso (atención médica, oportunidad, competencia profesional y seguridad) y dos de resultado (satisfacción de las necesidades y de las expectativas).

Cabe mencionar que el elemento de estructura (instalaciones adecuadas) es responsabilidad primaria de la institución. Yo me pregunto ¿cuál de los elementos mencionados de la calidad de la atención se cumplió en el caso que estoy presentando?

Por falta de espacio dejaremos para una próxima entrega el concepto de gasto de bolsillo en el sistema de salud de México.

Jesús Frausto Ortega
El Colegio de la Frontera Norte