Desde la Frontera : Agua e higiene

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Opinión de Jesús Fausto Ortega Investigador de El Colegio de la Frontera Norte

lunes 13 de marzo de 2017

Las mujeres juegan un papel trascendente en el manejo del agua tanto en el ámbito urbano como en el rural. No sólo las mujeres adultas sino incluso las niñas se involucran en la provisión del líquido ante los problemas de la falta del recurso o de su desabasto en los hogares. En las ciudades, como la de Nuevo Laredo, la población que carece del agua normalmente es la que se asienta en las colonias pobres o en los asentamientos irregulares. En esta ciudad a esa población se le abastece a través de las pipas del gobierno municipal.

En esas colonias, son las mujeres quienes tienen que racionar los 2,500 o 3,000 litros de agua que se abastece a las familias por semana para que les alcance para todas sus necesidades: preparar los alimentos, para la limpieza del hogar, para el aseo y/o el baño de la familia, para lavar ropa o los trastes de la cocina o incluso para regar sus plantas. Así, son ellas las que en gran medida administran el uso del agua para la higiene en el ámbito del hogar.

Y en ese sentido, también están al pendiente de la calidad del agua que tienen: por ejemplo, utilizar un recipiente particular para almacenar el agua para la preparación de los alimentos o para beber y para esto hervirla para que no les haga daño; limpiar los recipientes para que no se les forme lama o para que el líquido no se llene de “maromeritos”, y pierda la calidad el agua; taparlos para que no les caiga la tierra que el aire levanta de las calles sin pavimentar: “si usted deja agua en un recipiente unos tres días y mete la mano al recipiente se siente babosa el agua, tira el agua y queda baboso el recipiente” [palabras de un colono].

Las mujeres también están al pendiente de tener los recipientes listos para que se los llene la pipa; cuidar que al agua no pueda traer “moho” de la pipa porque esté en malas condiciones el tanque del camión. En ese sentido, algunas personas no tienen confianza del agua que se les entrega: “Pero no sé qué tipo de saneamiento tenga la pipa, más que nada por eso no dejo que los niños tomen del agua que nos abastecen” [palabras de una colona]. Al respecto, también se puede encontrar opiniones como la siguiente: “No sé si esté sucia la pipa por dentro, pero a veces tiene un olorcito muy feo” [palabras de una colona].

En resumen, si el agua es de mala calidad, son las residentes de esos hogares, las que deciden en qué usarla: para lavar ropa, regar las plantas o incluso para tirarla.

Y cuando llega a faltar el agua: hay que esperar a que les surtan de nuevo o acarrearla de alguna llave pública, si acaso hay alguna. En ese sentido, contar con agua suficiente y de calidad óptima ayudará para una mejor higiene de la población y de los hogares de esas colonias.

Ante la falta de infraestructura para el abasto de agua potable en los hogares de esos sectores de la población, de entrada se podría pensar en la necesidad de algunas acciones como: a) capacitación a la población en el manejo del agua y en la conservación de su calidad; b) apoyo para la dotación de recipientes adecuados para el almacenamiento del agua de las familias (hay población, sobre todo las más pobre, que llega a tener solo un tambo de lámina para acaparar el agua); c) acciones de supervisión y mantenimiento permanente de la infraestructura hídrica con que se abastece de agua a esa población.

Medidas que ayudarían a contar con mejor calidad del agua en los hogares de las familias que carecen del servicio público en sus viviendas y a mejorar las condiciones de higiene para la población de esos sectores de Nuevo Laredo. Pero el reto siempre será el dotar de dicha infraestructura a esas zonas de la ciudad. Contar con agua potable y saneamiento es un derecho humano.
Jesús Frausto Ortega
Investigador de El Colegio de la Frontera Norte, Nuevo Laredo